"El enfermo tiene a menudo más sana su alma que el sano", escribió NIETZSCHE en su obra, Fragmento Póstumo.
En todas las sociedades del mundo, la idea del "alma" cobra cada vez más fuerza; y a tal grado es así, que ya esta esencial idea supera a la idea de Dios. Y es que solamente el que tiene fe pude creer en Dios, mientras que los que carecen de fe, sí creen en el alma, en su alma.
El alma es la sustancia espiritual que informa el cuerpo humano. El alma es nuestra propia esencia, es lo que nos queda después que ha muerto todo el despojo de nuestro cuerpo.
Una de las experiencias de cariño más fuertes es cuando decimos: "Alma mía"; y en momentos de desesperación expresamos: "Se me cayó el alma a los pies"; y cuando la prontitud avasalla a alguien se dice: "Como alma que lleva el diablo" y cuando nuestra situación es desesperada exclamamos: "Estoy con el alma en un hilo".
En la Antigua Grecia era ya famosa la Sentencia: "Mente sana en cuerpo sano"; pero esto no es necesariamente así. Las estadísticas nos dicen que en las prisiones donde custodian a peligrosos criminales, se da una tasa muy alta de salud corporal. Este apotegma griego no corresponde a la realidad, de ahí que uno de los tres más profundos conocedores de la psicología y del alma humana, NIETZSCHE, haya escrito. "El enfermo tiene a menudo más sana su alma que el sano".
NIETZSCHE se refiere al enfermo como aquel que padece de una o más enfermedades estrictamente físicas; y habla del sano, como aquella persona que no padece de enfermedades físicas. ¿Será cierta esta contundente afirmación de NIETZSCHE? CRITILO piensa que sí es cierta en la gran mayoría de los casos.
La persona sana, podrá haber sufrido devastadores golpes de la frívola Fortuna, pero mientras no haya sido dañada severamente en su salud física, conserva el falso orgullo y la idea oculta de su indestructibilidad. Toda persona que no ha sido violentada en su salud física puede prescindir aún de muchos rasgos y factores: sencillez, conciencia de la muerte, sentimiento de su fragilidad, necesidad de apoyarse en otros, destrucción definitiva de su soberbia, etc.
En cambio, cuando una enfermedad seria o crónica se apodera de su cuerpo, su estructura psíquica y emocional cambia radicalmente, como también cambia su noción de la vida, de su propia existencia, y de la jerarquía de sus valores. De hecho, una salud robusta aunada a una abundancia económica y a regalos constantes de la cambiante Fortuna, hace a las personas seres engreídos, únicos, arrogantes e insensibles.
Una vez escribió NIETZSCHE. "La peor de las adversidades es no haber tenido ninguna". Y esto es absolutamente cierto. Cuando la Fortuna ha mimado por mucho tiempo a una persona, el favorecido se cree de hierro, cuando no sabe que está construido de cristal. La ausencia de problemas le ha hecho creer falsamente que la vida es fácil, que todo está en su mente, y que depende de él sólo construir su destino. Adopta la irracional frase: "Soy el constructor de mi propio destino". No ha advertido esta persona ilusa, que hay factores imponderables, factores externos que en nada dependen de nosotros, y que al no depender de nuestra voluntad, pueden alterar radicalmente nuestra existencia.
¿O a caso, pensamos, que los cientos de miles de civiles asesinados en la criminal invasión a Irak, pudieron haber evitado la muerte si hubieran sido más listos y optimistas? ¿O realmente creemos que los más de 20 de millones de niños huérfanos por causa del Sida que privaron de la vida a sus padres, pudieron haber escogido un destino diferente? ¿Realmente creemos que los dos mil seiscientos millones de personas que en este momento padecen de hambre y viven en la miseria, es por que no han sabido construir su destino? El bendecido por la Fortuna no necesita de milagros, y sólo el desgraciado puede verlos y agradecerlos.
Un hombre sano del cuerpo debe hacer todo lo posible por conservar su salud física; y pensar en deteriorarla para obtener salud del alma, implicaría ya un serio trastorno de su espíritu. Pero es innegable que las enfermedades graves o crónicas del cuerpo, por lo general, hacen mejores a las personas; sus sentimientos son más porosos ante los sentimientos y necesidades de los demás; su maligna creencia en su omnipotencia se hace añicos, para dejar lugar a una conciencia de las limitaciones humanas; su afán de superioridad se torna en una afán de servicio a los demás.
La escritora sueca KARIN BOYE escribió: "El mejor día es el día en que el alma tiene hambre y sed". Un alma saciada, trepada siempre en hombros de la buena suerte, es un alma dañada por la propia abundancia.
Una sentencia de la Roma Antigua decía: "Las almas de los hombres son inmortales, pero las de los buenos son divinas". CRITILO nos dice que nada debemos cuidar más que a nuestra propia alma. El cuidado de nuestra alma implica siempre el cuidado del alma de los que están cerca de nosotros.