EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

PALABRAS DE PODER

EVITAR LA DEPRESIÓN

JACINTO FAYA VIESCA

Según la Organización Mundial de la Salud, perteneciente a la ONU, para el año 2020, los países del planeta, principalmente los desarrollados, atravesarán por una verdadera epidemia de Depresión. Y a tal grado será así, que la Depresión constituirá la primera causa de ausentismo laboral.

Quienes hemos pasado por algún episodio depresivo, podemos afirmar que hemos estado en los laberintos del infierno. Pero no es necesario pasar por un verdadero período depresivo; las mismas etapas previas a la Depresión constituyen tormentos emocionales donde pareciera que jamás pudiéramos volver a encontrar la paz del alma, el más rico tesoro que pueda poseer todo ser humano.

¿Realmente, podemos hacer algo para evitar o al menos mitigar en gran parte, esos nubarrones del alma, que en esos momentos llegamos a pensar que serán eternos?

La experiencia humana nos ha demostrado que un alto porcentaje de personas (hay más personas felices que lo que pensamos) son absolutamente capaces para detectar "a tiempo" aquello que les puede causar el ingreso al infierno de la Depresión. Pero también saben qué es lo que les causa satisfacción y alegría, lo que les permita gozar realmente de sus vidas, no importando que sus circunstancias económicas y sus problemas presenten serios grados de dificultad.

Son personas que encuentran "siempre" motivos para estar alegres y satisfechos. Por ejemplo, estas personas "tienen conciencia de sus propios méritos". No necesitan obtener altos ingresos económicos ni ejercer oficios deslumbrantes. Aprecian su trabajo, se sienten orgullosos de él y son conscientes de su mérito. Decía el genial literato, Pope, que "el mérito conquista el alma". Y si la persona reconoce a sí misma sus méritos, su alma estará tranquila y satisfecha.

¿Qué no hay un inmenso mérito en todo obrero que a base de su trabajo honrado alimente y dé educación a sus hijos?

A lo largo de nuestra existencia realizamos continuamente incontables obras, apoyos prestados a otros, de un excepcional valor meritorio. ¿Pero qué sucede, que no nos congratulamos de ello, no lo pasamos y repasamos en nuestra conciencia? Las personas a las que no las invaden las noches obscuras del alma de la Depresión, recalcan en su conciencia sus continuas acciones meritorias. No esperan a que otros les reconozcan sus méritos, sino que ellos mismos reconocen el valor de sus actos, palabras y actitudes. Se trata de personas que permanentemente se están pegando ellas mismas, estrellitas en su frente.

Lo que no está en nuestra conciencia no nos pertenece.

¿De qué nos sirve que realicemos acciones meritorias si no permitimos que nuestra conciencia los recoja con cuidado y los atesore en el corazón de su memoria?

Es tan importante nuestra conciencia, que el poeta español, Fray Luis de Granada, escribió en su "Guía de Pecadores": "La buena conciencia es tan alegre, que hace alegres a todas las molestias de la vida". ¿Y qué acaso, no son poderosos motivos de una conciencia alegre nuestras obras meritorias?

La fuerza de la conciencia es enormemente poderosa: nuestra mala conciencia nos conduce a la frustración, la Depresión, y nos puede llevar al suicidio. Y en cambio, nuestra buena conciencia nos puede conducir a un reino de alegría, si sabemos acudir a nuestra conciencia para motivarnos y alegrarnos con tantos actos meritorios nuestros.

Lo determinante no son los elogios que nos digan los demás. Cuando recibimos un elogio, rápidamente se marchita. En cambio, cuando nosotros mismos nos alabamos por las cosas buenas que hemos hecho, estas alabanzas jamás se marchitan, pues vinculamos la obra hecha con nuestra conciencia, que la guarda en su corazón. ¡Claro, que a todos nos gusta escuchar elogios y nosotros debemos elogiar a los demás con sinceridad!

Critilo observa, que una de las reglas fundamentales para evitar depresiones y para vivir alegres, consiste en llevar muchas veces a nuestra conciencia, tantas actitudes y obras dignas de elogio. Cuando el elogio no viene de nuestra alma, languidece y muere. Éste es el caso de tantos hombres y mujeres famosos que son verdaderamente adictos a los elogios: necesitan desesperadamente el elogio de muchos, pues en realidad no se han elogiado a sí mismos.

No se trata de que nos elogiemos ante los demás, pues podríamos caer en lo que el rey Salomón nos advirtió: "No te alabes, la alabanza huele mal de propia boca". Pero sí debemos alabarnos a nosotros mismos, haciendo caso de San Mateo, que escribió: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo".

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 566236

elsiglo.mx