¡Imposible que un buen matemático lo sea sin haber resuelto una gran cantidad de problemas matemáticos! ¡No podemos concebir a un excepcional cirujano sin que haya intervenido quirúrgicamente a muchas personas!
Algo muy similar nos sucede a cada uno de nosotros, amable lector: a quien le ha tocado una vida difícil y se ha visto en la necesidad de confrontar muchos problemas, será más capaz para resolverlos, y además, será una persona más "sabia", pues la sabiduría solamente la crea el sufrimiento y la confrontación con los problemas.
Y lo contrario, también es cierto: quienes han sido tratados con mucha delicadeza por la Fortuna, se vuelven incapaces cuando se les presenta grandes problemas. Se asustan, tratan de esquivarlos, y como carecen de sabiduría, no atinan en las buenas soluciones.
Consentidos o despreciados por la Fortuna, la realidad es que ninguno de nosotros escapa de las dificultades. ¿Qué hacer ante nuestros actuales y futuros problemas? Primero que todo, ser plenamente conscientes que todos los seres humanos (algunos con más dificultades y otros con menos) desde el nacimiento hasta el sepulcro, vamos a entrar en mares encrespados, sin importar nuestra condición social, económica, o educacional.
Si somos capaces de aceptar esta realidad, impediremos que nuestro espíritu viva en una permanente angustia expectante ante el futuro, y que nuestro corazón sea envuelto por una fobia a las dificultades, pues esto, nos convertiría en paralíticos existenciales.
Ninguno de nosotros, amable lector, puede llegar a crecer espiritualmente sin una alta dosis de problemas. ¡Podemos negarlos, sólo que la negación de nuestras dificultades no las resolverá, sino que las agravará, y habremos perdido una oportunidad para crecer y fortalecernos! ¡No sabemos de lo que somos capaces, hasta que nos hemos probado! El poeta alemán, Goethe, lo escribió contundentemente: "Nadie puede saber el límite de su fuerza hasta que la pone a prueba". Ante los problemas sólo un camino nos lleva al éxito: confrontarlos con valentía, retando a las malas circunstancias. Uno de los hombres más sabios de la humanidad, el escritor trágico griego, Eurípides, lo escribió hace más de dos mil cuatrocientos años: "La Fortuna teme a los fuertes y persigue a los cobardes".
Nuestra actual sociedad de hiperconsumo que nos promete un cielo de felicidad si compramos mucho y de todo, ha venido reblandeciendo nuestro carácter: nos ha convencido que los problemas son evitables (con sus recetas de la felicidad), lo que ha creado una gran disminución de nuestra valentía y un acrecentamiento de nuestra cobardía ante la vida. En nuestra actual sociedad, donde todo se resuelve cambiando de pareja, ganando más dinero, y llenándonos de comodidades, no nos permite identificar nuestros "reales" problemas, que son la base de nuestra angustia, ansiedad y depresión.
Ahora, somos expertos en negar nuestros problemas existenciales (fobia ante las dificultades), en camuflarlas, con la ilusión infantil que si no los vemos, solitos se resolverán. Algo muy similar a cuando ante un inminente accidente, un niño cierra los ojos, esperando que al cerrarlos el accidente no ocurra. Y si no logramos esconderlos y alejarlos de nuestra vista, ¿para qué está entonces el alcohol, las drogas, las compras compulsivas? Los problemas escondidos son como la mala hierba: echan sus raíces y pronto salen las matas a la superficie, robándoles la luz del sol, el agua, espacio y nutrientes, a las buenas plantas.
A los problemas debemos verlos a los ojos, darles la cara, y si podemos, tratar de arrancarlos con todo y sus raíces, si no, como la mala hierba, de nada nos valdría podarla, pues siempre estará creciendo, gracias a sus profundas raíces.
¿Y cuál es la causa fundamental de que tratemos de esconderlos, de no ver, y de no confrontar nuestros problemas? La causa fundamental es que sabemos que todo problema conlleva una dosis de sufrimiento emocional, y no queremos sufrir, y menos en nuestra sociedad de consumo que está diseñada para evitar artificialmente toda clase de sufrimientos.
Muy seguramente, todos o casi todos nuestros desequilibrios emocionales provienen de eludir los problemas y del horror que le tenemos al sufrimiento. No sabemos, que los sufrimientos legítimos que eludamos ahora, posteriormente la vida nos los cobrará con intereses usurarios: sufriremos varias veces lo que no aceptamos sufrir en el tiempo oportuno.
Critilo está convencido que su vida, amable lector, la mía, y la de todos, estarán en mejores condiciones de salud mental, de estados más frecuentes y duraderos de alegría y satisfacción, cuando suframos lo que debemos de sufrir, y no ser unos prófugos de las dificultades y sufrimientos.
Meditemos el pensamiento de uno de los más grandes de la literatura universal, del novelista ruso, Dostoievski, quien escribió: "El hombre debe ganar su felicidad mediante el sufrimiento: es la ley de la tierra".