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PALABRAS DE PODER

Saber vivir realmente

JACINTO FAYA VIESCA

¡De acuerdo!, le dijo el Aprendiz a su amigo el Sabio: me parece muy bien que dediquemos los próximos meses a reflexionar sobre grandes ideas de Séneca, Epicuro, y del gran filósofo y matemático francés, Pascal.

Me da mucho gusto que tengas toda la disposición para adentrarnos en las ideas de estos pensadores- le contestó el Sabio -, que para mí, son gigantes de la educación del alma.

Leyendo la Epístola 101 que Séneca le escribió a Lucilio, me encontré con este pensamiento - dijo el Aprendiz -: "Siempre está a la espera del futuro quien no sabe aprovechar el presente". Te encontraste con una joya, amigo, le respondió el Sabio, y te daré las razones. Séneca, a lo largo de sus obras, recalca con mucha frecuencia la necesidad de aprovechar nuestra vida al máximo, diciéndonos que esto sólo lo podremos lograr si estimamos en muy alto grado el "valor del día".

Para Séneca -continuó hablando el Sabio -, la ansiedad y los desarreglos nerviosos se deben en gran parte a que estamos turbados y temerosos ante el futuro, no aceptando el hecho irremediable de que el mañana es incierto. En cambio, Séneca siempre pensó que podemos "tomar el día" y dedicarnos a cosas de provecho en ese día, que es el único que tenemos en realidad. Séneca nos aconseja que dejemos el futuro de cada uno de nosotros, en manos de los dioses, y que del día presente nos encarguemos nosotros.

En su Epístola 45, encontré otra joya que te deseo compartir, rogándote que me expliques ese pensamiento que dice así: "Algunos no viven, sino que están siempre a la espera de vivir: todo lo aplazan". ¡Excelente pensamiento! Quiero que sepas amigo, le dijo el Sabio, que Séneca escribió mucho acerca del valor del tiempo y de su útil aprovechamiento. Para este pensador, "lo que hoy no se hace, se tendrá que hacer mañana". Séneca estaba metido de lleno en la vida práctica, y en tal sentido, fue un hombre de acción. Simplemente él escribía detenidamente y con sumo cuidado como un acto de acción pura, como una actividad creativa que se da en la acción más enérgica.

¡Es cierto lo que dices, le comentó el Aprendiz! En uno de sus escritos leí cómo Séneca se pronuncia muy duramente contra los perezosos y negligentes, que traen entre manos mil cosas, pero que no concluyen ninguna. Gracián, el gran pensador español y profundo admirador de Séneca decía que "no hay nada más sucio que un hombre negligente y descuidado en sus negocios".

Así es, le respondió el Sabio. Séneca siempre nos invita a estar muy atentos en el momento presente, a fin de hacer las cosas convenientes que debemos hacer. Y nos explica, que el aplazar las cosas es una forma de evadir nuestras responsabilidades y de "no" vivir nuestra vida. Las oportunidades para vivir plenamente nos las ofrecen las circunstancias, y cuando la oportunidad se presenta y aplazamos lo que debemos hacer, no sólo se escapa la oportunidad, sino que también se nos escapa una parte de nuestra propia vida.

En la Epístola 93, Séneca expresa una luminosa idea, complemento de la anterior, le dice el Aprendiz a su Amigo: esta es la idea de nuestro inmenso educador Séneca: "Lo que haya de durar mi vida no depende de mí; que durante ese tiempo viva yo realmente, esto sí que depende de mí".

¡Excelente tu descubrimiento, le comentó el Sabio! En toda su extensa obra - continuó hablando el Sabio -, Séneca tiene una viva y plena conciencia de que "va a morir algún día", aun cuando ignore la fecha cierta. Séneca no tiene la idea vaga de que algún día moriremos, sino que este filósofo consideraba a la muerte como una idea y un sentimiento profundo, en los que día a día tenía presentes: la idea y sentimiento de su propia muerte. Un día, Séneca le dijo a un hombre que vio llorando amargamente por la muerte de su hijo, lo siguiente: ¡Lo lloras como si nunca fuera a morir, cuando al nacer tú mismo como padre, lo condenaste a morir!

No sabemos cuándo vamos a morir - siguió hablando el Sabio -, pero lo que sí depende de cada uno de nosotros es que mientras estemos con vida, sepamos vivir "realmente". Y vivir realmente es la cuestión más difícil a lo largo de toda nuestra existencia. Vivir, estar con vida, es un simple estado biológico, como son los estados biológicos de vida de los pájaros, ballenas y caballos que están vivos.

Los animales - continuó hablando el Sabio -, impulsados por su instinto de conservación, tratan de huir de los peligros y de seguir viviendo. Los seres humanos también gozamos de ese instinto animal de conservación, pues pertenecemos al reino animal, sólo que nuestra "conciencia" nos exige mucho más que el sólo estado biológico de "estar vivos".

¡Ahora entiendo perfectamente lo que quiso decir Séneca, se apresuró en hablar el Aprendiz! De lo que se trata es de que vivamos "realmente", es decir, que aprovechemos todas nuestras capacidades, que amemos a las personas y a la Naturaleza, que seamos útiles a los demás, que aceptemos nuestra vida con todas sus limitaciones y sufrimientos; que nos demos cuenta que viviremos solamente una vez, y que en cambio, moriremos para siempre. ¡Te felicito, amigo, le dijo el Sabio!

Critilo no tiene nada que comentar, a excepción de manifestar su enorme gusto de haber presenciado esta plática entre el Sabio y el Aprendiz.

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