¡Reconocer nuestros propios defectos y debilidades constituye una de las más grandes ventajas para todos los ámbitos de nuestra vida!
Saber en qué somos fuertes, en qué somos débiles, conocer nuestras capacidades reales, es un tesoro, pues sólo de esta manera podremos enfocarnos en la ruta correcta. El problema radica en que un buen porcentaje de personas no están dispuestas a reconocer sus defectos y debilidades. Pensar, que si reconocen sus flaquezas, ello será la prueba de que carecen de ciertas capacidades relevantes. ¡Creen, que sus defectos las convierten en personas inferiores y disminuidas!
¡Nada más falso que lo anterior! De hecho, todas las personas (sin una sola excepción en toda la humanidad) somos incapaces para una enorme cantidad de tareas, pero eso no nos convierte en inferiores. Son cientos y cientos de tareas que no podríamos hacer: pilotear un avión, dominar las matemáticas, reparar un refrigerador, escalar una montaña, ser un cómico profesional, etc.
¡Pero aun así, hay un buen número de actividades que podemos realizar con destreza y capacidad! El ser humano no está hecho para todo, sino sólo para unas cuantas tareas. Sus capacidades y habilidades son muy reducidas, pero solamente unas de ellas son suficientes para llevar una vida exitosa y feliz.
Una de las más grandes debilidades de las personas consiste en que no somos capaces de saber con precisión cuáles son los pensamientos, actitudes y conductas que causan nuestros sentimientos de "depresión emocional". Nos preocupamos mucho más en afanarnos en ser buenos vendedores o comerciantes, y en cambio descuidamos el conocimiento de "qué" es lo que nos deprime, siendo este conocimiento mucho más valioso, pues de él depende en gran parte nuestro contento interior y éxito personal.
Si examinamos cuidadosamente las vidas de muchos conocidos nuestros que llevan vidas alegres y exitosas y que muy raras veces las hemos visto abatidas emocionalmente, nos daremos cuenta de lo siguiente: se trata de mujeres y hombres que saben perfectamente cuáles cosas les causan satisfacción y alegría de vivir.
Estas personas saben evitar todo aquello que les causa perturbación: desde un hermano o amiga que sólo anuncian desastres, hasta una conducta destructiva como es el comer de más. Son personas que protegen con gran cuidado sus buenos sentimientos y no permiten que cualquier persona venga a destruirlos y a contaminarlos innecesariamente. También, atacan día a día sus conductas que destruyen su salud y sus buenas emociones.
Y ustedes se preguntarán: ¿cuáles son algunas de nuestras fortalezas de las que podamos congratularnos? Esas fortalezas sí las conocemos, ¡pero hay una forma aun más sencilla con efectos favorables sorprendentes! Simplemente, llevar a nuestra conciencia tantas acciones meritorias que hemos llevado a cabo y que constantemente estamos realizando. Son tantos nuestros actos meritorios, que valdría la pena que durante un buen tiempo los anotáramos en un cuaderno y que constantemente los estuviéramos repasando.
Cuando algo nos sale mal, ya sea causa de un error nuestro o de circunstancias desfavorables, de inmediato eso que salió mal salta a la vista. En este caso, lo primero que deberíamos hacer es examinar qué es lo que causó ese mal evento, sin asumir el papel de culpables. ¡Casi siempre nos culpamos sin fundamento alguno, lo que dispara sentimientos de inferioridad y de tristeza!
Cuando "algo" nos sale bien, debemos felicitarnos y recrear ese resultado satisfactorio. "No dejar ir" ese inicial sentimiento de satisfacción. Atraparlo, guardarlo muy bien en nuestra memoria, repasando en nuestra conciencia el buen resultado, congratulándonos de nuestro éxito.
Recordemos, nos dice Critilo, que "lo que no está en nuestra conciencia no nos pertenece". ¿De qué nos sirven tantos actos meritorios si no están en nuestra conciencia, si ya desaparecieron de ella?
Fray Luis de Granada en su obra, "Guía de pecadores", escribió: "La buena conciencia es tan alegre, que hace alegres todas las molestias de la vida". Traer a nuestra conciencia tantos méritos nuestros, bastaría para construirnos una vida mucho más alegre y satisfactoria. Creamos en lo que escribió Cicerón, de la Roma Antigua: "Es grande la fuerza de la conciencia".
Las personas nos perdemos cuando nos dicen que debemos incrementar nuestra autoestima, cuando el camino de ese incremento es muy claro y preciso: ¡reconocer nosotros mismos nuestros méritos y festejarnos por ello! ¡Lo importante no consiste en que otros nos digan nuestros méritos, sino que seamos nosotros los que nos congratulemos, pues este es el único camino para que nuestra satisfacción perdure!