¡Maldita codicia que todo lo ensucias y destruyes! Eres como la hiena que no sólo come carne viva, sino que también se complace en devorar carroña nauseabunda.
Si queremos identificar el "pecado capital" de las sociedades del hiperconsumo, el macabro primer lugar lo ocupa la codicia, fuente de innumerables males sociales y personales. Ya lo dijo Séneca: "Dañosa es la abundancia que trae la mucha codicia".
Las personas que se contentan con una posición económica modesta, poseen una riqueza económica que no la supera la riqueza del codicioso: "tienen lo suficiente para vivir, y así está bien y no más". Para el rico codicioso lo "suficiente" es nada, es una cantidad con la que se contentan los mediocres. Prefieren los codiciosos la búsqueda enfermiza de más dinero aun cuando dejen en el campo de batalla económico de sus vidas, destrozos por todas partes.
Destrozos en sus relaciones sentimentales con su cónyuge, desgarramientos irreversibles en las relaciones con sus hijos, desaparición de la amistad que es el supremo regalo de los dioses, sus nervios siempre alterados y en tensión, y dándole permiso a las enfermedades cardiacas y a las crónicas preocupaciones que les roban el encanto de la vida.
Es la codicia de los hombres la que permite la acumulación del 80 por ciento de la riqueza de una nación, en sólo unas miles de personas. Es el corazón codicioso al que no le importa el hambre, desnutrición y pobreza de 2 mil millones de personas en el mundo, de los 7 mil millones que habitamos la Tierra.
El alma codiciosa es la que está talando los arboles de las selvas y que está causando el avance de los desiertos en nuestro planeta. La codicia de los japoneses está abatiendo la población de las ballenas. La codicia de los Estados Unidos causó el desastre financiero que empezó en ese país, desastre que no se había dado desde la Gran Depresión de 1939. Codicia financiera que robó el empleo a millones de norteamericanos, robó los ahorros de toda una vida de millones de adultos y ancianos. Esta codicia fue la causa de la actual depresión económica de ese país y de muchos países del mundo, según varios premios Nobel de Economía.
El desquiciante y enloquecedor afán de acumular cada vez más y más dinero, ha alterado el Cambio Climático. Sólo los Estados Unidos consumen la mitad de toda la energía del mundo. La codicia por el petróleo fue la causa de la invasión a Irak, matando a más de 600 mil civiles.
Las fusiones de las más ricas empresas de Estados Unidos, Japón y Europa, han mandado al desempleo a millones de personas. La codicia de los seis países más ricos del mundo (Estados Unidos, Japón, Alemania, Inglaterra y Francia- en este orden-) no han aumentado en lo "absoluto" la felicidad general y personal de esos pueblos.
Es la codicia la primer fuente de corrupción de los gobiernos del planeta, salvándose de esta malvada corrupción solamente una docena de países.
La codiciosa soberbia de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, hizo que se fabricaran entre 1941 y 1946, 300 mil aviones de guerra y combate, y que ese gobierno contratara a 40 mil empresas privadas a fin de que abastecieran al ejército norteamericano.
¿Y los 15 millones de paquistaníes sin alimento ni vivienda a causa de las lluvias de hace meses, les ha importado a las naciones poderosas? ¿Qué tan pronto ya nos olvidamos de los 300 mil habitantes de Haití que padecen hambre y enfermedades a causa del terremoto pasado? ¿Qué en verdad no nos interesa que mil doscientos millones de personas en el mundo padezcan día a día de una inhumana hambruna?
Critilo piensa que probablemente la herida más grave que ha propinado el capitalismo salvaje, ha consistido en que hemos perdido la capacidad de "indignarnos". La pérdida de este poderosísimo sentimiento puede llegar a ser la causa más importante del acrecentamiento de los grandes problemas sociales, económicos y ambientales del mundo.
Y una última reflexión: la codicia es como las células cancerosas alojadas en un cuerpo humano. Al inicio del cáncer, si esas células cancerosas de la codicia de crecer cada vez más y de invadir órganos vitales, podrían vivir durante decenios, conformándose con comer lo "suficiente" y no más. Pero no es así, su codicia ciega las lanza al crecimiento y reproducción hasta que les llegan medicinas, operaciones o radiaciones para destruirlas. Y si aun así, no las destruyen, se convierten en células cancerígenas suicidas: su codicia termina matando al cuerpo del cual viven. Al morir la persona, ellas al muy poco tiempo también mueren.
¿No nos hemos dado cuenta que el núcleo malvado de la codicia es suicida? ¡"Tengo lo suficiente y así está bien y no más!", sería el pensamiento y sentimiento vertebral para no caer en la codicia de la hiena que hasta de carroña se alimenta, y de las células cancerígenas que por querer crecer más, terminan suicidándose al matar al cuerpo vivo del que se alimentaban.