La ola de terremotos inició este año el 12 de enero en Haití. Una brutal sacudida de 7.4 grados en la escala Richter cobró más de 220 mil vidas y dejó a esta paupérrima nación sumida en el dolor y la desesperación.
Siguió Chile el 27 de febrero con un sismo todavía más potente de 8.8 grados y un posterior tsunami con saldo de casi mil fallecidos y daños materiales millonarios.
El domingo 4 de abril tocó a Baja California y al Sur de California sufrir un poderoso terremoto de 7.2 grados, el más grande que se recuerde desde 1892 en esa región, con epicentro en el poblado Guadalupe Victoria y a pocos kilómetros de la capital Mexicali.
El tipo de temblor y la escasa población de esa zona evitaron una catástrofe humana mayor. Sólo cuatro muertes se han registrado por el sismo, pero hubo 235 heridos, más de 35 mil damnificados y las pérdidas materiales superaron los mil millones de dólares.
Cercana a esa fecha un fuerte temblor sacudió a una región de Indonesia y esta semana un terremoto afectó a las montañas del Oeste de China con saldo de unos 400 muertos.
Cualquiera diría que estamos en el peor año sísmico, sin embargo el sismólogo Luis Mendoza Garcilazo, del Cisen en Ensenada, aclara que son temblores normales con la diferencia que afectaron a zonas urbanas causando muchos daños, especialmente en Haití y Chile.
También es parte de la naturaleza que tras el temblor se hayan registrado en Mexicali más de dos mil réplicas, algunas superiores a los cinco grados Richter, lo que alimentó la desesperación y el pánico entre la población.
Mendoza descartó que sea inminente el desprendimiento de la península de Baja California a través de la falla de San Andrés como tanto se ha especulado. Este fenómeno es posible, pero pasarán varios millones de años para que ocurra, según explica el científico Luis Mendoza.
En otras palabras, es un tema que no debe quitarnos el sueño.
Pero lo que sí debe preocuparnos es el estado que guardan las miles de víctimas por el terremoto, especialmente en Mexicali y en los poblados del valle agrícola.
La ayuda ha fluido de otras ciudades de Baja California, del centro de México y de los Estados Unidos, pero ha sido insuficiente e inconstante.
En varios poblados hay escasez de agua, alimentos, ropa y cobijas, además que se han detectado unas 5 mil viviendas dañadas que deben ser reparadas para poder ser habitadas.
Si usted desea realizar un donativo en especie a los damnificados puede dirigirse a la Cruz Roja de su localidad o si es en efectivo puede depositarlo en la cuenta número 00107457545 de Scotiabank con clave interbancaria 044180001074575459.
Como ocurre en estas tragedias, la parte más difícil de superar es el llamado síndrome de neurosis traumática que puede durar meses o hasta años.
Un estudio realizado por la Facultad de Medicina de la UNAM a raíz de los sismos de la Ciudad de México ocurridos en 1985, detectó que por lo menos el 80 por ciento de la población que vivió el histórico terremoto sufrió este síndrome, especialmente mujeres, niños y aquellas personas que perdieron a un familiar o amigo cercano.
Los síntomas más claros son el pánico a más temblores, la irritabilidad exagerada, angustia, insomnio, depresión, ansiedad e incluso problemas respiratorios y cardiacos.
Para superar este trauma los especialistas recomiendan estar cerca de sus familiares y amigos, externar sus miedos, pero comprender que no vendrán más terremotos sino sólo réplicas.
Hay que asegurar las necesidades básicas de alimentación y abrigo para evitar enfermedades y mantener la calma sin olvidar que toda situación de emergencia requiere estar alerta.
A los niños se recomienda mantenerlos ocupados, si es posible que apoyen las tareas de reconstrucción y que expresen verbalmente o con dibujos sus temores y la experiencia vivida en torno a la tragedia.
Esperemos que muy pronto la solidaridad de los mexicanos se vuelque en generosos apoyos hacia nuestros paisanos de Mexicali y Baja California.
