En su poesía de protesta "El Gaucho" Martín Fierro, publicada en 1872, el escritor, orador, taquígrafo, político, periodista y poeta José Hernández, narra el temple y carácter del gaucho de Argentina y Uruguay, en el capítulo 2 dice:
Junta experiencia en la vida/hasta pa' dar y prestar /quien la tiene que pasar /entre sufrimiento y llanto;/porque nada enseña tanto/como sufrir y llorar.
Y pareciese que eso -sufrir y llorar- es lo que le ha sucedido al mexicano con nuestros políticos nacionales, que están como los burros de Güémez: "Con sus mismos pedos se espantan".
Fueron ellos los que hicieron nuestra transición electoral pactada de la que surgió el IFE y ellos mismos son los que después hablaron de fraude, ése orquestado -según su decir- desde el ordenamiento jurídico hecho por ellos.
Formamos parte de un colectivo social excepcional, que haciendo una rica mezcla de juegos malabares con la psicología, la filosofía y humor la aplicamos a la política, haciendo que brote a raudales una creatividad lúdica sin paralelo.
A veces pienso que, por que hacemos que exista una dualidad indisoluble entre humor y filosofía, concebimos que ambos vayan de la mano y no sepamos dónde principia uno y dónde termina el otro.
Con los chistes creados o adaptados por el mexicano, se hacen recreaciones a través de conceptos y palabras que nos conducen a un sin Dios generosamente nos dio en cada mexicano un filósofo sentido final, impregnado de la obviedad que contiene nuestro buen sentido del humor, ese que nos conduce a reír de lo solemne: la religión y la muerte, y de lo risible: la política y los políticos.
La filosofía al igual que el sentido del humor -como canales que intercomunican- requiere de una mirada que supere tabúes, que vaya más allá del orden establecido, porque una cosa queda bien clara, inteligencia sin humor es vaciedad y humor sin inteligencia es caer en la vulgaridad, lo ordinario o lo rústico, y si para algo es fino el mexicano es para el uso del buen sentido del humor, por eso se ha convertido en una enseñanza permanente de vida.
La prueba más clara de que en cada mexicano hay un filósofo, es por la alegría que el pueblo provoca con ese sentido del humor sin parangón del que gozamos y por la felicidad que disfrutamos a pesar de las crisis que vivimos -la de seguridad, la económica, la política, la ineficiencia legislativa del Congreso, etc.
Con gran sabiduría Khalil Gibran afirmó: "Cuídate del sabio que no llore, del hombre grande que no se incline ante los niños y del filósofo que no ría", por eso creo que somos un pueblo atiborrado de filósofos.
Si alguien quisiera estudiar la polivalente personalidad del mexicano, pudiese iniciar con la generosidad de su humor, desde siempre hemos sido capaces de reír de la política, y mucho más ahora cuando el sistema se deteriora por la ausencia de resultados.
El chiste político, así es la comunicación más vívida que expresa una clara comparación entre el poder y el ingenio del colectivo social.
Lo del humor del mexicano me recuerda la ocasión aquélla en la que en Güémez muere un político nefasto; como gozaba de las mieles del poder, se realiza una encuesta para encontrar un buen lugar para sepultarlo, no hay un acuerdo sobre el lugar más idóneo. El Presidente Municipal decide ir con el viejo Filósofo a pedirle opinión, éste conociendo las negligencias del político y después de cavilar un rato le dice:
-Entiérrenlo en cualquier lado... menos en Jerusalén.
-¿Y por qué no en Jerusalén? -Pregunta intrigado el Presidente Municipal.
-Para estar seguro -responde el Filósofo- ¡Que el ca'ón no va a resucitar a los tres días!