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YAMIL DARWICH

Hay algo que une al mundo: el deporte del futbol, o soccer, como le llaman los ingleses, quienes dicen haberlo inventado; lo cierto es que en cada torneo mundial el planeta se semiparaliza y México sobresale en ello.

Tan sólo considere que casi tres millones de mexicanos vieron el partido contra Sudáfrica, en un horario laboral y que muchos aceptamos hacer negociaciones de cambios para ver la inauguración.

Pero no sólo es cosa nuestra; por razones de trabajo, nos urgía comunicarnos con una universidad hermana española, precisamente el día que se presentó España, perdiendo con Suiza; luego de varios intentos, al fin algún despistado contestó el teléfono informándonos: "todos se fueron al futbol". En ambos partidos iniciales, los "hinchas" salimos decepcionados.

Por cierto: ¿sabía usted que la palabra "hincha", para referirse a los aficionados, tuvo su origen en Uruguay? Un seguidor del equipo Nacional de Montevideo, allá por los años veintes del siglo anterior, talabartero de profesión, reconocido como el más apasionado seguidor del equipo, tenía bajo su responsabilidad inflar -"hinchar"- los balones para cada partido; la palabra se popularizó en ese país y pronto corrió el término a otras partes del mundo.

Usted recordará que ha sido causa -o justificación- de guerras; razón para unir a grupos de personas con un ideal común; provocador de rompimientos amorosos, peleas de multitudes, vandalismo, oportunidad para promover políticos y los más variados productos, particularmente los referentes a beber o comer; hasta suicidios de decepcionados; es el mejor distractor para evadir responsabilidades en problemas nacionales y hasta dar "madruguetes" al ciudadano, particularmente en países como el nuestro.

Las justificaciones antropológicas y psicológicas son variadas; así, se dice que es el mejor catalizador de estados de ánimo; da sensaciones de triunfador, particularmente a los más oprimidos; permite abrir temas de discusión entre amigos, compañeros de trabajo o familiares y hasta genera hechos de sangre; produce entrenadores -México tiene uno en cada mexicano, con su propio sistema de juego y alineación-; permite razonar y planear estrategias, hacer conclusiones de cada partido y cruzar apuestas, siempre quedando sentimientos de triunfalismo o derrota entre los apostadores.

Es complemento para profundizar en el conocimiento de las profesiones respectivas; así, el médico opina sobre lesiones y formas de adecuación física de los jugadores; el administrador evalúa las maneras en que se administran los bienes del equipo; el contador hace números constantemente; el psicólogo opina sobre la influencia del estado anímico de los jugadores; quienes conocen de programación computacional pretenden aplicar programas varios en sus análisis; los educadores opinan sobre el "clima organizacional" dentro de vestidores y campos de entrenamientos, etc.

Todos tenemos una particular justificación del porqué nos gusta ese deporte, el más practicado en el mundo, con millones de jugadores amateurs, escolares y profesionales; produciendo muchos espectadores televisivos, no pocos consumidores de cerveza y comedores de botanas -comúnmente alimento "chatarra"- sentados en las salas de sus casas, bares y otros lugares públicos, todos ingenuamente emocionados, distraídos de la realidad nacional.

Es causa de discusión de novios, diferencias entre esposos y hermanos; a últimas fechas, las féminas se han interesado por el deporte y muchas ya lo practican, siendo las escuelas y universidades una alternativa frecuente para el ejercicio físico.

Según cifras publicadas sobre la economía del Mundial de Sudáfrica, se calcula que más de diez millones de mexicanos estuvieron al pendiente; que al menos treinta mil connacionales acudieron al continente para vivir el Mundial -de diferentes clases sociales, no sólo los pudientes- y que gastaron cerca de cuarenta millones de dólares en disfrutar sus vacaciones. ¿Endeudados?

Desde luego que los negociantes no dejaron ir la oportunidad, misma que explotaron sobradamente con la venta de recuerdos, como las camisetas de varios colores, siendo la negra mexicana la más vendida, incluso en el extranjero; "programando" a los televidentes a comer sándwiches, comprar bebidas varias, ahorrar en bancos y hasta "creer en México" con aquello de que "no digas sí se puede, sino ¡ya se pudo!", aunque desgraciadamente no fue así.

Claramente podemos advertir que entre las principales ganadoras del "circo" fueron las televisoras, que simple y sencillamente acumularon ganancias vendiéndole a todos: aficionados, comerciantes, industriales, administradores públicos y televidentes. Si usted calcula los ingresos por publicidad trasmitida se va a cansar de hacer números.

El futbol, particularmente el torneo mundial de cada cuatro años, es diversión de la familia entera, porque... ¡qué caray!, juega "el equipo de todos", por malo que sea, entusiasmando hasta las abuelitas que piden a sus jugadores favoritos que "echen" y no "metan" gol.

Es bueno el futbol profesional como entretenimiento, pero no deja de ser un deporte de alta competencia, practicado por profesionales y directivos que tienen sus particulares intereses que cuidan rabiosamente por encima de los nacionales. No olvide esa verdad. ¿De acuerdo?

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