El sábado 8 de mayo la Policía Federal y la Procuraduría General de la República desplegaron una vasta operación, que la Infantería de Marina completaría el domingo y aun el lunes, en Atizapán de Zaragoza. Los primeros hallaron dos cadáveres y un vasto arsenal, que incluyó una pieza de artillería, 45 armas largas y 25 cortas, 20 lanzagranadas y 35 mil cartuchos.
En vez de estar atento a la delicada situación que eso implica, Enrique Peña Nieto fue a mostrarse a Hidalgo, con el pretexto de apoyar al candidato del PRI, que ese día fue registrado ante la autoridad electoral. El gobernador mexiquense se exculpa diciendo que sus giras políticas son realizadas en fines de semana, como si fuera un oficinista que a las 15 horas del viernes cierra su covacha y vuelve a ella el lunes por la mañana. Días antes, sin embargo, Peña Nieto voló a Puebla en horas de trabajo de un día hábil, el jueves 6. Ante una acusación formal del PAN -que no prosperará porque la titular de la Fiscalía Especial de Delitos Electorales es hermana del vicepresidente de información de Televisa, la gran patrocinadora-beneficiaria de la inmensa exposición pública del mandatario mexiquense-, Peña Nieto asegura que no acudió a un acto político (no obstante que se festejaba a Javier López Zavala y Mariano González Zarur, candidatos priistas al Gobierno de Puebla y de Tlaxcala) sino a un acto social, con empresarios que alguna liga mantienen con la economía del Estado de México, tan celosamente cuidada por el sobrino y de Arturo Montiel, que pasó de ser su protegido a ser su protector.
Anteayer lunes, tras exhibirse en un festival para las madres, Peña Nieto habló de las acciones policiales en la Zona Esmeralda de Atizapán. Se refirió al asunto como si no le concirniera. Al modo de otros mandatarios locales, se escuda en que los delitos contra la salud son materia de jurisdicción federal. Pero no lo son los homicidios asociados al tráfico de drogas. De modo que su tartajosa declaración del lunes sobre el gran mercado de estupefacientes en que se ha convertido su estado es irresponsable y muestra los reducidos alcances de su acción gubernativa.
Siempre en campaña -la propia sobre todo, aunque a ratos la asocia con la de candidatos de su partido en coyunturas electorales- el gobernador parece ignorar que el Ejecutivo local tiene deberes que, por ello, él incumple. Ya hemos señalado aquí, por ejemplo, las razones de fondo por las cuales hace mucho tiempo que el procurador Alberto Bazbaz debió ser despedido de su cargo, y no sólo por sus torpezas en el sinuoso asunto de la niña Paulette Gebara Farah. La criminalidad en general castiga cada día de modo más intenso a los mexiquenses, y a las mujeres en particular, por lo que los feminicidios suman ya cifras superiores a las de Chihuahua. Y Peña Nieto es ajeno a la materia, porque atenderla no implica cortar listones y decir discursos que la televisión propague.
Peña Nieto privilegia las apariencias sobre la sustancia. En la carrera presidencial en que se encuentra permanentemente procura crearse una personalidad que lo revele como estadista. Sin que nadie lo llamara participó hace unas semanas en la discusión (a la postre estéril porque la reforma política no avanzó un milímetro), sobre el mayoría legislativa, a juicio de algunos imprescindible para que un Ejecutivo efectivamente gobierne. Ahora ha ido más allá. Se ha hecho escribir un texto, que él firma, sobre "el Estado eficaz y la competencia económica" (Reforma, 6 de mayo), donde formula un alegato a favor de la reforma a la ley de competencia económica que se quedó a medio camino en el Congreso. Con suficiencia postiza, tras afirmar que "los mexicanos conviven en un contexto económico y social injusto" que se expresa en diversas inequidades, pontifica: "Por supuesto, las causas de estos desequilibrios son estructurales. Aunque su origen es multifactorial, quiero referirme en esta ocasión a un tema muy específico: la ausencia de competencia".
Es probable que, puesto a discutir los temas que ha abordado en la prensa nacional con el obvio propósito de mostrar alcances de que carece, Peña Nieto sería incapaz de desarrollar las ideas contenidas en sus escritos. Su preparación es elemental y no ha tenido experiencia de gobierno ni de vida que le permitan abordar de manera solvente los temas de profundidad en que busca parecer interesado y hasta experto.
A esta línea aparencial corresponde la organización de los foros de reflexión, actos espectaculares llevados a cabo a todo costo en el Centro Cultural mexiquense donde el verde natural de los arbustos es reforzado con puntura del mismo color. En el ciclo sobre economía que comenzó ayer y termina mañana están incluidos dos Premios Nobel, Paul Krugman y Erick Maskin, que estaban programados para la sesión de ayer. En las de hoy y el jueves participarán cuatro ex secretarios de Hacienda: Pedro Aspe, José Ángel Gurría, Guillermo Ortiz Martínez y Francisco Gil Díaz, así como Carlos Solchaga, ex ministro de economía del Gobierno español de Felipe González.
Atraer a esos conferenciantes, así como a intelectuales mexicanos de solicitada presencia en acontecimientos de esa índole ha de parecer a los estrategas de Peña Nieto no sólo reuniones muy lucidoras. Quizá esperan que, por ósmosis, al saludar a sus convidados el gobernador reciba una sustantiva porción de su sabiduría y experiencia, que le permitan ocultar el irremediable aldeanismo del reducto mexiquense.