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PEQUEÑAS ESPECIES

UNA BELLA PROFESIÓN

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

No siempre tuve la fortuna de dedicarme a la clínica veterinaria de las pequeñas especies en la ciudad, la comodidad de recibir a los pacientes detrás de un escritorio con una bata blanca, apoyarme en el laboratorio o en una radiografía para la confirmación de un diagnóstico, contar con un instrumental esterilizado para cirugía, la ayuda de un colega en una intervención quirúrgica, en fin tantas ventajas y comodidades en comparación del medio rural a más de cien kilómetros de la ciudad.

Así fue el inicio de mi profesión, como muchos de mis colegas de mi generación, en el campo, donde la mesa de operación era la paja de un corral, una linterna como luz o los fanales de una camioneta, donde todo el equipo no era más de lo que podía introducir en viejo maletín de piel que tenía todo el medicamento posible para una emergencia, un estuche de disecciones que aún conservo, me servía para realizar desde una pequeña sutura en un potrillo, hasta la cesárea de una vaca de una tonelada de peso. Tenía que estar preparado para cualquier emergencia de la especie de animal que fuese y a la hora que solicitaran de mis servicios, resultaba muy fácil localizarme en un pueblo tan pequeño como Súchil al oriente del Estado de Durango en los años setenta.

Una de las experiencias más importantes del inicio de mi profesión fue la clínica de campo, aunque la facultad de veterinaria me dio todos los recursos a su alcance, la práctica la tenía que desarrollar por mi cuenta, el estar solo por primera vez frente al animal enfermo y más de diez personas que esperan un diagnóstico de la enfermedad y casi creo al mismo tiempo el tratamiento y la curación del animal, donde lamentablemente en esos lugares no contaba con el apoyo de un laboratorio o un aparato de rayos x que nos despejara de dudas, o simplemente la opinión de otro colega para confirmar el diagnóstico, ésa es la prueba de fuego para todo veterinario recién egresado, donde realmente llega uno a valorar a los maestros y a confiar en sí mismo para sacar el aprendizaje y el aprovechamiento de tantos años de estudio.

Una de mis primeras consultas fue atender el parto de una cerda que no podía tener a sus crías, inmediatamente pensé, "pan comido" una inyección de oxitocina y expulsará los animalitos uno tras otro, cuál sería mi sorpresa que tenía tres días en el trabajo de parto, se encontraba completamente exhausta y ninguna esperanza de parto normal donde la cesárea era la única solución, en ese mismo lugar la realicé con el piso de tierra como mesa de cirugía, al revisar las crías éstas se encontraban ya sin vida, era de esperarse después de tanto tiempo en el vientre, lo importante era salvar la vida de la madre pero fue inútil, lamentablemente también murió horas después.

Al convivir con esa gente donde la mayoría era de escasos recursos, realmente sentía uno la pérdida de ese animal, pues en ocasiones era todo lo que poseían. Fue un inicio difícil, pero había sido más lamentable si no hubiera hecho algo al respecto, llegué a creer que en el pueblo me señalaban por la muerte de ese paciente, afortunadamente los dueños comprendieron el riesgo de la cirugía y lo grave del animal y continuaron solicitando mis servicios de veterinario rural y ése fue uno de los motivos para ganarme la confianza de la gente, con aquellas sencillas personas que ciegamente creyeron en mí para devolverles la salud de sus animales que era todo el patrimonio con que contaban.

Independientemente de poder ayudar a los animales, aliviándolos del dolor y salvarlos de una muerte segura, la satisfacción más grande que guardo de aquellos días, fue la amistad y el respeto recíproco que existía entre aquellas gentes tan sencillas, de lo más agradecidas y hospitalarias que se pudiesen imaginar.

Qué más hubiera yo deseado que al inicio de mi carrera poder contar con todas las facilidades que tenemos en la ciudad y haber podido sacar adelante a todos aquellos animales que estuvieron a mi alcance salvarlos, claro está que llegué a solicitar los servicios del laboratorio, aunque era medio día de traslado a la ciudad en el autobús del pueblo que aparte de pasajeros también llevaba uno que otro animalito. Empezaba a trabajar y no contaba con los recursos para comprar un vehículo, aunque eran horas de traslado, valía la pena el tiempo empleado para la confirmación de un diagnóstico importante.

En una ocasión una familia muy humilde solicitó de mis servicios para revisar una cerda que convulsionaba, constantemente intentaba beber agua pero no podía deglutirla y producía una leve espuma en el hocico, al verificar su temperatura la note muy elevada, inyecté un par de medicamentos para la infección y la fiebre, les recomendé evitar el contacto con el animal y con su media docena de crías, en caso de fallecer me dieran aviso para llevarle al laboratorio para descartar una enfermedad que temía que fuese, no estaba seguro y no los quería preocupar pues jamás había visto un caso de rabia, pero tuve que decirles sobre mis sospechas pues era mi obligación.

Al día siguiente falleció mi paciente y me trasladé a la ciudad de Durango, recuerdo que en el laboratorio de Patología animal trabajaba una doctora que me había impartido la materia de Bacteriología en la escuela de Veterinaria, al comentarle el caso inmediatamente dudó de mi diagnóstico y me llamó la atención por la forma en que llevaba la muestra, al sentarme a esperar los resultados pensaba, cómo estarán riéndose a mis costillas de mi ridículo diagnóstico, y lo peor de todo, la familia dueños del animal la había dejado muy alarmada, había sido inútil el viaje a Durango, me sentía el peor de los veterinarios, recuerdo que para alcanzar abierto el laboratorio no había comido y el traslado en camiones me había también fatigado, todo un día en vano.

Al ver salir a la doctora corriendo, gritaba mi nombre, me decía con cierta premura, salió positivo, salió positivo, ¡Es rabia lo que trajiste! Recuperé mi energía y claro mi autoestima y me trasladé de nuevo a Súchil a darles la mala nueva, sobre todo a los médicos de Salubridad y así evitar el contagio de una enfermedad mortal en aquella familia tan humilde pero rica en niños de todas las edades, sentía una satisfacción tan grande el haber podido evitar una tragedia que fue el mejor y el único pago de mis servicios.

En ocasiones no entiendo a los colegas recién egresados que se encuentran dedicados a las pequeñas especies, simplemente colocan una mesa en un local o en alguna cochera de una casa e instalan su "clínica veterinaria" y se dicen especialistas en perros y gatos, teniendo a la universidad a su alcance para realizar un verdadero posgrado y la facilidad de poder realizar sus prácticas en una verdadera clínica veterinaria bajo la supervisión de un profesional en toda la extensión de la palabra y así no poner en riesgo a la mascota cuando se carece de experiencia.

La honestidad, la capacitación y la humildad son valores que resaltan por sí mismos, una buena escuela fue el medio rural y su gente, todavía hay tanto que aprender para alcanzar estos requisitos indispensables para dedicarse a la clínica de las pequeñas especies que tanto respeto nos merece.

pequenas_especies@hotmail.com

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