“EL DINERO PODRÁ COMPRARTE UN BUEN PERRO, PERO NO TE COMPRARÁ EL MOVIMIENTO DE SU COLA”
Precisamente cuando empiezo a escribir el presente artículo, estoy viendo por la ventana cómo mi hija Sofía la menor, y “Sam” un Golden Retriver, disfrutan jugando lanzándole la pelota. Nos hicimos de “Sam” ya adulto, lo adoptamos por no poder atenderlo sus dueños anteriores. Al principio se mostraba huraño y desconfiado, ahora él sabe que ocupa un lugarmuyespecial en la familia. Llegó cuando “Blanca Nieves” la mascota de mis hijos, se encontraba muyenferma, fue difícil superar su muerte, vivió con nosotros catorce años. Sofía al nacer, “Blanca Nieves” tenía cuatro años de edad, así que prácticamente crecieron juntos. Realmente son insustituibles las mascotas, se llegan a querer de tal manera, que cuando llegan a fallecer conmueve tanto, como la pérdida de un parientemuyquerido, y me atrevo a decir que en ocasiones hasta más.
Mi intención no era hablar sobre mis mascotas, sino de la falta de sentimientos de algunas personas hacia sus animales.
Afortunadamente son más las personas con amor hacia los animales, a las que poseen alguna mascota simplemente por el solo hecho de tenerla. Uno de nuestros clientes de la Clínica, es un gran benefactor de aquellos animales que deambulan en la calle con algún problema de salud, siente un gran respeto hacia ellos y siempre trata de evitarles el sufrimiento. A menudo nos trae a consulta perros y gatos que se encuentra en la calle con alguna lesión, aún y con dueño. En una ocasión me comentó de una perrita de la raza Poodle, que veía seguido en la calle, pero últimamente la había notado muy extraña, el pelo lo estaba perdiendo, la piel tenía una coloración rara y la punta de las orejas negra completamente, con una extrema comezón, me preguntaba qué podía hacer. Le contesté que lo ideal sería tomar una muestra de piel, para ver con qué tipo de enfermedad nos enfrentaríamos, y si los resultados fueran de sarna, sería necesario una serie de baños y la aplicación de algunos medicamentos, y como la perrita prácticamente vive en la calle, tendríamos que tenerle en cautiverio el tiempo necesario para la aplicación del tratamiento. Después d unos días regresó a la clínica yme platicaba consternado. Doctor. Cuando al fin la había localizado para traerla con usted, me empezó a reclamar una señora que supuestamente era su dueña, le expliqué que solamente la quería para llevarla al veterinario, que estaría sólo un tiempo en la clínica mientras se le aplicaba un tratamiento para la sarna, que no tendría algún costo para ella, lo importante era no ver sufrir a la perrita. Me seguía platicando mi cliente con incredulidad, aún encargándome de los gastos no quiso que se le aplicara el tratamiento, le expliqué de los riesgos para ella y su familia, y sólo me contestó un rotundo no. Pasaron los días y como él asistía seguido a la clínica para preguntar por el estado de salud de “Güero” y “Kalimba”, otros pacientes que se encontraban internados, también bajo su protección, cada uno de ellos protagonistas de otra historia, que posteriormente la compartiré con mucho agrado.
Al preguntarle qué había pasado con la perrita Poodle con sarna, me dijo muy entusiasmado, ¡Ya sé qué voy hacer! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Al despedirse lo vi muy contento y muy seguro de su idea. Al día siguiente lo vi entrar a la clínica con aire triunfante, y a un lado de él venía una pequeña perrita Poodle de unos dos años de edad, con un grave problema de sarna. No necesitaba de un previo estudio para diagnosticar la enfermedad, con el solo hecho de ver la piel acartonada y el olor característico a “ratón” me supuse que desafortunadamente se trataba de esa enfermedad. Me platicaba muy entusiasmado, ¿Sabe qué hice doctor? ¡Se la compré!, le ofrecí a la señora trescientos pesos, inmediatamente me la entregó. De haber sabido que fácilmente asentiría, desde cuándo le hubiera evitado el sufrimiento a esta pobre perrita. Ahora la conocemos como “Kuchu”, al principio se mostró algo huraña, hoy día juega con nosotros, al vernos inmediatamente nos hace una gran fiesta de bienvenida, como si hubiese pasado gran tiempo desde la última vez que la sacamos a pasear o le dimos de comer. Son tan nobles los animales, que no cabe duda por algo suceden las cosas. “Kuchu” podía haber sido la mascota de su dueño anterior, pero estoy seguro que jamás le llegó a mover la cola en señal de amor, en cambio ahora nos obsequia el movimiento de su rabo demostrando un eterno agradecimiento. “Kuchu” se encuentra perfectamente restablecida, no quedó ninguna secuela de su enfermedad. Sólo estamos en espera de alguna persona de un corazón tan grande, como el de su benefactor, para que la lleve a su casa y le adopte para toda la vida. Esta historia sucedió hace más de dos años aproximadamente, “Kuchu” permaneció internada en la clínica durante meses, esperando quién la adoptara, lamentablemente durante ese tiempo desapareció nuestro querido "Sam". Después supimos que lo habían raptado en un vehículo, pues a "Sam" le encantaba salir a pasear solo y su belleza era digna de admirarse pero nunca para cometer el crimen de robo o secuestro.
El destino estaba escrito para "Kuchu", después de haber sufrido durante años en la calle con esa terrible enfermedad, pasar meses en el interior de una jaula en la clínica esperando un benefactor, ahora es la mascota consentida de la casa, la adoptamos, otra es "Coco" una Gran Danés pero imposible que viva dentro y es la favorita de mis hijos Alejandra y Paco, "Kuchu" duerme en el interior de la casa y es la consentida de Caro y Sofía, aunque no estoy de acuerdo que lo haga sobre las camas, se ha ganado mi consentimiento pues cuando llego a casa se desvive por agradarme y saludarme con tanto gusto de verme como si no lo hubiera hecho durante años, que ni mis hijos me reciben de tal manera, y hace que sienta pena de no quererla tanto como ella me quiere a mí.