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Al perdonar hay que entender que ello no implica que el agraviador se salga con la suya ni aceptar lo injusto; no equivale a conformarse con la impunidad.

Al perdonar hay que entender que ello no implica que el agraviador se salga con la suya ni aceptar lo injusto; no equivale a conformarse con la impunidad.

Dr. Manuel Francisco Cervantes Mijares

El perdón genuino requiere de un proceso muchas veces difícil y doloroso, que toma tiempo. Pero su integración nos devuelve la paz interior, liberándonos de ataduras que nos impiden un funcionamiento emocionalmente sano.

La naturaleza de la conducta humana se puede entender desde múltiples perspectivas, y todas ellas nos ayudan a comprender la complejidad del mundo interior, así como a explicar muchos de los comportamientos que observamos en nuestro diario convivir con la sociedad en la que nos desarrollamos. La posibilidad de aceptar las circunstancias individuales, familiares y grupales que cada uno necesita enfrentar para satisfacer sus requerimientos de afecto y aceptación, nos permiten ampliar el entendimiento de la conducta en la cual a veces una persona lastima a otra, perturbando su dinámica y a menudo vulnerando la relación y la confianza entre quienes afectivamente están unidos por lazos muy significativos, y al ver perjudicado su vínculo responden con rencor y tienden a guardar resentimientos.

Ante los agravios, en no pocas ocasiones resulta difícil perdonar. Pero al no hacerlo, mantenemos en nuestro interior una serie de pensamientos, sensaciones y emociones que al no ser procesadas provocarán síntomas físicos, mentales y emocionales que tendrán un impacto en la calidad de nuestra vida y la de quienes nos rodean. En cambio, si somos capaces de perdonar a aquellos que nos han causado daño, evolucionaremos a un nivel de mayor autoestima y bienestar.

“POR MI PROPIO BIEN”

Perdonar tiene importantes beneficios para el cuerpo y las relaciones. Las personas que son capaces de lograr un perdón genuino experimentarán menos estrés negativo y mejor salud; en cambio, quienes mantienen el coraje y el resentimiento tienen una probabilidad más grande de sufrir enfermedades psicosomáticas como tensión muscular, colitis, insomnio, así como padecimientos del corazón e incluso cáncer.

Existen varios estudios sobre el impacto del perdón en el bienestar físico de quienes se permiten experimentar este proceso. En uno de ellos denominado Forgiveness and Physical Health (el perdón y la salud física), efectuado por el departamento de Psicología de la Universidad de Wisconsin, se reporta que en un grupo de adultos, aquellos que aprendieron a perdonar reportaron menor cantidad de síntomas cardiovasculares en comparación con el grupo de individuos que no lo hizo, demostrando así una correlación directa entre la capacidad de indulgencia con la calidad de vida.

En otra investigación, realizada por un experto, el doctor Fred Luskin de la Universidad de Stanford en California, autor de un libro clásico sobre el tema (Perdonar es sanar), éste encontró que eximir al causante de un daño favorece el buen funcionamiento del organismo, concretamente de los sistemas nervioso y cardiovascular. En dicho análisis se pidió a un grupo de estudiantes que imaginaran haber absuelto a un ofensor y además que rechazaran enérgicamente el deseo de venganza y asumieran una actitud de buena voluntad. Los periodos para figurarse el perdón fueron intercalados con otros para suponer el rencor y un anhelo de revancha, y se encontró que en estos últimos la presión sanguínea y el ritmo cardiaco aumentaban, así como la liberación de hormonas generadoras de la respuesta ante el estrés al enfrentar algún peligro, como son la adrenalina y el cortisol. Cabe señalar que si estas respuestas se prolongan o mantienen por largos márgenes de tiempo, pueden afectar al corazón y a los vasos sanguíneos al igual que a los órganos blanco de la acción hormonal. También se observó un aumento en la tensión muscular y los sujetos reportaron sentirse incómodos y menos controlados. En contraste, durante los periodos para activar el perdón, los alumnos reportaban no experimentar molestias psicológicas ni incomodidad física alguna, por el contrario, expresaron tener sensaciones positivas y relajación.

Con este estudio podemos ver claramente cómo se comporta el organismo ante las imágenes mentales que construimos a través de los pensamientos y cómo éstos desencadenan múltiples reacciones fisiológicas. Indiscutiblemente lo que pensamos determina cómo nos sentimos y ello se manifiesta de forma evidente al suponer una situación en la que alguien nos perjudicó. ya sea física o emocionalmente.

Es así que guardar un resentimiento provoca mantener una situación mental similar a la de una sustancia tóxica no degradable en un ambiente estable y limpio: ese agente transformará el ecosistema en un lugar contaminado y al paso del tiempo en un espacio incapaz de sostener el desarrollo natural de los organismos que en él crecían. Frente a esta información debemos valorar la trascendencia del perdón para nuestra estabilidad física, mental y espiritual.

DIFÍCIL PERO POSIBLE

Existen varias falsas concepciones sobre el perdón, las cuales limitan a quienes se encuentran en medio de este proceso. Por ejemplo confundirlo con olvido, vincularlo con la negación, o equipararlo a una renuncia a que se haga justicia.

Al perdonar hay que entender que ello no implica que el agraviador se salga con la suya ni aceptar lo injusto; no equivale a conformarse con la impunidad. Es liberarse del pasado, obteniendo tranquilidad y crecimiento interior. Y no es preciso comunicarlo verbal o directamente a quien se ha disculpado, pues el perdón es para quien perdona y no para quien ha ofendido.

Pero ¿por qué es tan difícil perdonar? Las viejas heridas y las necesidades básicas no resueltas forman parte de la identidad y de la historia personal, esa información siempre permanece en ciertos rincones de la mente y se activa ante algún estímulo al interactuar con los demás. Así que la incapacidad o dificultad para indultar suele provenir de recuerdos infantiles o antiguas cicatrices que se reavivan frente a escenarios similares, revividos en el presente.

Recordemos que muchas veces no podremos controlar las circunstancias de nuestra vida, lo que sí podemos regular es cómo reaccionamos ante cada situación. Quien se aventura en este camino encontrará obstáculos, por ello es primordial identificar algunas de las situaciones que pondrán a prueba la motivación de quien busca perdonar.

Generalmente lo primero que surgirá son los apegos, la importancia personal y la soberbia, como líneas de defensa para mantener la delicada imagen que tenemos idealizada de nosotros mismos y que por ningún motivo queremos que nada ni nadie atenten contra ella. También el deseo de quedar bien con los demás, de buscar sobresalir o cuidar la ‘fachada’, entre otras razones, impiden avanzar hacia el perdón.

El segundo enemigo será el resentimiento, la repetición constante del enojo no expresado, el ánimo de mantener la enemistad, la hostilidad, la animadversión. Es no dejar de pensar en la ofensa, aferrarse a ella y no darse cuenta del daño que esto genera en el organismo. El resentimiento se autosostiene y el individuo se acostumbra a vivir con odio y amargura.

La falta de perdón destruye sin notarlo, atando al pasado y aumentando el poder de la situación o personas que lastimaron, manteniéndolas vivas, presentes en la mente de quien no logra perdonar.

¿CÓMO PERDONAR?

El perdón es un proceso que puede trabajarse. Podemos iniciarlo buscando un terreno neutral, es decir poniéndolo en práctica en gente con quien no existe una identificación afectiva muy intensa. Eso nos permitirá modificar algunos prejuicios o ideas preconcebidas sobre las situaciones cotidianas. Se trata entonces de aprender a reconocer las cualidades, la bondad, la posibilidad de respeto e igualdad que existen en cada una de las personas que nos rodean.

Perdonar requiere el paso de etapas que tendrán su tiempo, imposible de forzar. Son fases comparables a las del duelo: negación, enojo, negociación, depresión preparatoria y por último aceptación.

Finalmente, el perdón se despliega tocando varios puntos indispensables para favorecer nuestra evolución como seres humanos, nuestra transformación y sanación con la construcción activa de una realidad saludable. Estos puntos son:

-Reconocer la herida.

-Compartirla con alguien.

-Identificar la pérdida para iniciar el duelo.

-Aceptar el enojo y el deseo de venganza.

-Perdonarse uno mismo.

-Comprender al ofensor.

-Encontrarle un sentido al agravio.

-Saberse digno de perdón y realizarlo.

-No obstinarse en perdonar, aceptarlo como una acción natural que puede tomar tiempo.

-Decidir qué hacer con la relación dañada: terminarla, modificarla o renovarla.

-Celebrar el perdón como una fuente de nueva vida.

El perdón, como muchas otras cuestiones de la existencia, es decisión personal.

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