México es un país de contrastes. Mientras el país es líder mundial en obesidad infantil con 4.5 millones de niños que sufren este mal, al mismo tiempo 23 millones de mexicanos padecen de hambre de acuerdo a datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En medio de la vorágine de la violencia, las noticias que muestran la radiografía social y de salud del país muchas veces pasan desapercibidas, pero no por esto son menos importantes. Por el contrario, evidencian las fallas de las autoridades para diseñar políticas públicas eficientes.
Del universo total de pobres que reporta el Coneval cerca de 11.2 millones de personas no pudieron ni siquiera adquirir la canasta de alimentos (de 864 pesos mensuales). El mismo consejo advierte que los más pobres son quienes tienen mayor riesgo de sufrir problemas de obesidad al ingerir alimentos "chatarra", los cuales tienen más calorías.
Si no hay tortilla y refresco en la mesa, es imposible que la comida rinda en millones de hogares mexicanos. La hambruna generada por la pobreza es también un caldo de cultivo para la delincuencia, ya que de algo deben vivir millones de personas que no tienen la suerte de gozar, ya no digamos de un empleo bien remunerado, sino simplemente de un trabajo.
Las estadísticas del Coneval evidencian la urgencia de diseñar programas efectivos en materia de salud y desarrollo social, la Federación no puede apostarle sólo a la "guerra contra el narco" como prioridad del sexenio, ya que hay muchos problemas periféricos como la falta de empleo, la falta de atención médica y la pobreza, que alimentan precisamente a las bandas de criminales.
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