Se vuelve reiterada, repetida y recurrente la constante noticia del gran número de pobres en nuestro país. El dato se acompaña con la cruel ironía del alto porcentaje de obesos que hay en México superando en mucho los índices que se dan en el mundo.
Por "pobreza extrema" se entiende para efectos de estadísticas internacionales, el individuo que percibe menos de un dólar norteamericano al día. En el mundo hay al menos 2 mil millones de individuos que se encuentran en esta crítica categoría. Se cree que al menos 9 millones de latinoamericanos caerán en la pobreza en 2010.
De acuerdo con el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), la crisis que está padeciendo México añade 6 millones a los que de por si existían. El total de "pobres" mexicanos llega a 53 millones, la mitad de la población territorial nacional.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la prestigiada entidad oficial heredera de la Dirección General de Estadística fundada en 1882 y luego reinaugurada en 1932, nos dice que el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita se encogió en 20% de 2008 a 2009. El PIB per cápita que había llegado a casi 10,000 dólares al año, está ahora a algo menos de $8,000 dólares.
En México el poder adquisitivo, medido en términos de "canasta básica", ha caído a los niveles de la década de los setentas. Conforme a nuevas metodologías recién aplicadas en los cálculos sociales, se nos aclara que para comprar la "canasta básica" ya no se necesitan 1,000 pesos al mes, sino sólo 874 pesos. Con este revelador ajuste se reduce el número de pobres de 19.5 millones a sólo 11.5 millones.
El Dr. José Luis de la Cruz, investigador del CIEN, estima que tardaremos de 8 a 10 años en generar los empleos que se necesitan para regresar a niveles del pasado. Desde hace muchos años sabemos que hay que crear más de un millón doscientos mil puestos de trabajo al año para siquiera absorber a los que entran a la edad laboral. A esta cifra hay que añadir ahora el inmenso rezago que se ha acumulado, durante los últimos 20 años en que no solíamos alcanzar la cifra indicada, sino ahora, peor aún, el alto número de empleos cerrados por la crisis de fines de 2008 que tuvo por epicentro la quiebra de las financieras hipotecarias norteamericanas.
Afortunadamente la severa pobreza no pesa sobre todos los mexicanos. Los mismos datos nos indican que hay otra mitad del país que puede describirse como "clase media", misma que tiene salarios tres o más veces el mínimo, vivienda más o menos digna, acceso a escuela pública o privada, y un nivel modesto de vestido y alimentación, además de actividades deportivas o culturales. Es hacia esta "clase media" que hay que ir incorporando el sector pobre del país y la masa de juventud que ni estudia ni trabaja.
Es en esta franja de la población que está por encima de la línea de la pobreza, donde hay que esperar un alto grado de dinamismo y capacidad para vencer los muchos retos de la superación personal. Pero a esto se opone el alto índice de obesidad, de los mayores de todos los países, más que en Estados Unidos o Europa, como una reprobable y lamentable contradicción.
La campaña que ahora se está lanzando en todo el país para corregir la obesidad se vale de muchos argumentos publicitarios: los peligros mortales que la obesidad oculta, el costo del tratamiento para curar casos extremos, las una y mil fórmulas alternativas de dietas anunciadas con mercatologías intensivas, etcétera. La campaña de la Secretaría de Salud y consejos privados se enfoca contra la comida "chatarra", aquella que contiene ingredientes nocivos a la salud, algunos de ellos científicamente diseñados con la intención de crear adicciones.
La comida de bajo valor nutritivo pero de muy alto atractivo, está claramente identificada por los especialistas de alimentación. Son los refrescos de cola o de otros saborizantes, los pasteles, antojitos, fritangas, papitas fritas, churritos, "gansitos", etc, los que ejercen una calculada atracción para el público. En los cines el negocio de la venta de papitas y palomitas supera el de la exhibición de las películas.
En los centros escolares se vende la comida "chatarra" con la declarada complacencia de los directores. El daño progresivo en el organismo que comienza con la adicción infantil se refleja después en los muchos males cardiacos, gástricos, hepáticos, diabéticos que la campaña contra la obesidad está denunciando.
Empresas, de las más importantes del mundo, fabrican y distribuyen a todos los rincones de México las bebidas embotelladas y las pastelerías que contribuyen a la obesidad popular. Las poderosas razones de salud hacen urgente eliminar la venta de dichos productos en las escuelas primarias y secundarias donde inician los dañinos hábitos alimenticios de la población.
La comida "chatarra" y la amplia comercialización de los refrescos y panecillos y otros artículos que forman parte del universo de alimento "chatarra", tienen, desde luego, sus defensores. Es ilustrativo lo declarado por la presidenta del Consejo de la Calidad de la Educación, funcionaria a su vez de una de las grandes empresas fabricantes de panes y pasteles, en el sentido de que "los niños tienen que aprender a controlarse...por lo que no tienen que comer pasteles todo el día...". Abogó porque los libros de texto y los padres deban hacer que los niños aprendan a comer. La empresaria, presidenta del Instituto de Fomento e Investigación Educativa (IFIE), afirmó ayer, según El Universal, que "...el consumo de pastelitos no es malo y que las empresas del Grupo Bimbo están haciendo esfuerzos para cambiar sus productos".
A confesión de parte...