La noticia de la semana en el ámbito de la educación, fue la enorme cantidad de profesores "reprobados" en el examen del Concurso Nacional para la Asignación de Plazas Magisteriales; se habla de cerca de 106 mil profesores que resultaron como "no aceptables" para obtener una plaza de trabajo dentro del Sistema Educativo Nacional.
Según el SNTE, la categoría de "no aceptables" no significa que los profesores reprobaron, sino que no dieron el llamado "punto de corte" que les permite ser considerados como candidatos para ocupar una posición; y la SEP ha indicado que dichos docentes deberán seguir un proceso de nivelación académica; lo que implica más capacitación y actualización para obtener las tan ansiadas plazas.
Más allá de la cantidad de rechazados (73% de los que presentaron el examen nacional), es necesario hacer un profundo análisis de las causas que nos han llevado a obtener tan lamentables resultados: me parece que una de las graves razones por la que los profesores no logran aprobar dichos exámenes, es por el anacrónico esquema de formación que tienen las escuelas normales de nuestro país, con mapas curriculares desactualizados y desvinculados de la realidad académica de los alumnos y de las familias que en la actualidad conforman el entramado social en México; me atrevo a asegurar que existen en nuestro país planes de estudio con más de 20 años de vigencia, sin actualizaciones pertinentes y flexibles que ayuden a la formación adecuada de los nuevos profesores. Aunado a lo anterior se percibe un lamentable desinterés de los profesores en activo por incorporarse a reales procesos de formación continua y permanente.
Otra de las problemáticas que se perciben al momento de aplicar los instrumentos de evaluación diagnóstica llamados "exámenes de admisión" de las escuelas normales en nuestro país, es la falta de vocación y real interés en la carrera pedagógica; no se ingresa a dichas escuelas por una verdadera orientación vocacional, ni por un genuino interés en prepararse para ser docente, sino por buscar una plaza que les puede ser heredada o en el peor de los casos, pagar por una "plaza de profe", que les pueda dar la seguridad de un empleo, que normalmente es de por vida.
Indexado a todo lo anterior, cuando de prepararse se trata para enfrentar los famosos exámenes para la asignación de plazas, quedamos en evidencia como el país en que se lee poco, lento y mal, o donde de plano no se lee y lo podemos constatar al momento de leer las mismas instrucciones que los citados instrumentos traen en su estructuración; es decir, cerca de 120 reactivos con respuestas extraordinariamente parecidas, que si no se leen con mucho cuidado, es muy fácil caer en el error; en el diseño mismo de estos exámenes vienen lecturas cortas y perfectamente estructuradas, para de ahí responder a ítems de distinto nivel, que van desde el conocimiento hasta la reflexión, la aplicación, el análisis dimensional, la evaluación, etcétera. Si no se comprende lo que se está leyendo, difícilmente se podrá dar respuestas correctas.
Bajo esta perspectiva, existe otro problema de fondo, que nos impide obtener adecuados resultados al momento de contestar los multicitados instrumentos de evaluación: el manejo que hace la SEP de los resultados, privilegiando la calificación (cuantitativa) por sobre la cualificación (cualitativa); me explico: no es posible tasar el desempeño que habrán de tener los profesores cuando ya se encuentren frente a grupo, con una serie de respuestas cerradas y diseñadas para reprobar. El desempeño de los profesores en las aulas, va más allá de responder preguntas de "confusión" múltiple, cuando está perfectamente comprobado que las calificaciones no aseguran un trabajo destacado con los niños.
Si a todo lo anterior le sumamos problemas de percepción hacia la tarea del profesor, entonces nos encontramos ante una situación por demás complicada: existe un marcado menosprecio social hacia la labor de los docentes que no tiene un reconocimiento tangible por su trabajo, sin un grado de confianza adecuado por parte de la sociedad, con salarios que, si bien han tenido incrementos significativos, dejan mucho que desear al momento de lograr decorosos niveles de vida.
Me atrevería a asegurar incluso que quienes se presentan y aspiran a ocupar las famosas plazas de profesor, no tienen una idea (más o menos clara) de lo trascendente de la labor por la que están concursando, desconocen la magnitud de la tarea, la importancia de la función que pretenden desempeñar; en pocas palabras, no saben en lo que se están metiendo.
Si bien es cierto que los jóvenes profesores se esfuerzan e ilusionan con su futuro trabajo, también se logra constar que no existe una actitud sistemática, que les permita una actualización y preparación constante; los conocimientos adquiridos en la escuela normal no son suficientes, hay que seguir capacitándose de manera continua como en la mayoría de las profesiones. La profesión docente no puede quedarse sólo con lo aprendido en la licenciatura, serán necesarios los cursos de actualización, los diplomados, las especializaciones, las maestrías y, por supuesto, los doctorados, no sólo para lograr más credenciales, sino para alcanzar desempeños relevantes que nos permitan trascender como maestros.
Agradezco sus
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