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Prueba que el hombre existe

Las laguneras opinan...

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

En su más reciente libro: "Yo no vengo a decir un discurso", el gran Gabriel García Márquez, afirma, siguiendo a Luis Cardoza y Aragón, que: "La única prueba concreta de la existencia del hombre (es) la poesía".

Por eso, él siempre escribe buscando la palabra perfecta, el calificativo adecuado que hagan de sus textos un poema y muchas veces lo consigue.

De ahí que yo me alegre cuando llega a mis manos algún libro de poesía y más cuando se trata de poetas locales, como es el caso del maestro Manuel Yarto Viesca.

Don Manuel es un sampetrino que tuvo que abandonar su tierra ha muchos años y se avecindó en Monterrey.

Pero nunca dejó de pensar en San Pedro; y lo hizo a la manera de José Rubén Romero, quien dijo alguna vez: "Amé a mi patria con el sentimiento más puro, porque la amé de lejos".

Así, don Manuel, mejor conocido en su pueblo como "Tore", fue recopilando a lo largo de los años una serie de sonetos sobre sus vivencias en el pueblo, los personajes más representativos y comunes y su familia y los reunió en un libro titulado: "Aroma a Lilas".

Ese libro se presentará este sábado seis, a las ocho de la noche, en la Casa de la Cultura de esa ciudad de San Pedro.

Sin conocerme y arriesgándose mucho, don Manuel me invitó a presentar su libro, lo cual acepté con agrado, primero porque se trata de un texto de poesías y segundo, porque aquélla era la tierra de mi padre y al través de él la aprendí también a amar.

El hombre sin la poesía, es como un barco sin brújula; como un pájaro sin nido, como un romero errante o un Quijote sin Dulcinea.

Los mejores textos del mundo están cargados de poesía, lo mismo de la clásica que la romántica y aun la popular.

Por que el poeta escribe lo que vive y siente, lo que le dicta su entorno; y lo hace, pues de otra forma no concibe la vida. En cierto modo, no le interesa si es leído o no, simplemente tiene la imperiosa necesidad de escribir.

Lo ideal es que sea leído y que sus versos rueden por las calles como piedras desbarrancadas.

Cuando un poeta logra el dominio público, su poesía no le pertenece ya, es del pueblo y es el pueblo quien la consagra.

Así pasó, como lo he dicho otras veces, con Jaime Sabines, que abandonó por completo las tendencias tristes y lastimeras de antaño y lanzó su poesía desnuda y agresiva; quizá para algunos hasta ofensiva, pero logró el favor del público porque escribía lo que sentía y veía, sin buscar la perfección de las frases, ni la métrica, ni la forma. Simplemente escribía.

Algo semejante, pero más logrado, pasaba con León Felipe: "Qué lástima que yo no tenga un abuelo que ganara una batalla...Ni una casa solariega y blasonada".

Ese es el poeta, el que se rebela frente a la vida y no le pide nada, porque vive sólo de su poesía y se alimenta de ella.

De forma semejante don Manuel nos lleva de la mano de su poesía, por los campos de algodón de su tierra, describe las tolvaneras; del regreso a su pueblo, de los personajes inolvidables que lo han habitado, de sus plazas y fuentes, de sus afectos y de su profundo amor a la doctrina Cristiana.

"Eran el cariño y la nostalgia, en oposición a la indiferencia y el olvido", lo que lo hicieron escribir esos sonetos bien logrados, porque hablaba su alma y el alma suele escribir con una sensibilidad inimaginable.

Muchos de sus personajes fueron hombres y mujeres sencillos, pero que dejaron en la memoria de don Manuel un recuerdo imborrable.

Las taqueras, el pregonero, el peluquero, los neveros, el yerbero y el policía. Personajes simples de los pueblos que son los que le dan vida.

Y desde luego, hay ahí también sonetos de amor, porque el amor no puede estar ajeno a la pluma del poeta. Ni el amor más puro y honesto, ni el amor profano e impío, porque la pluma vuela según los dictados del corazón.

Invito a los sampetrinos a acompañar a don Manuel a la presentación de este su libro, pues tendrán la oportunidad de recordar gratos momentos al compás de sus sonetos.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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