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PRUEBA Y ERROR

El regreso al crecimiento sólido de la economía global tomará más tiempo del que muchos pensaron al inicio de la crisis financiera actual. La medicina económica aplicada hasta ahora, con políticas monetaria y fiscal muy laxas, apenas logró evitar un descalabro mayúsculo de la actividad productiva, pero aún no la encamina a la senda de la expansión sostenida.

El paciente económico todavía no se recupera por completo, y los que lo atienden si bien coinciden en que el panorama es incierto, están en desacuerdo respecto al mejor curso de acción hacia delante.

Unos se pronuncian por mayores dosis de estímulos fiscal y monetario, en vista de las alarmantes señales de que la recuperación está perdiendo fuerza. Otros, sin embargo, consideran que por lo menos hay que quitarle parte del tratamiento, en especial, el uso de los déficits públicos.

Los países desarrollados enfrentan, por tanto, un dilema en relación con las políticas más apropiadas en la coyuntura actual. Los que optan por la prudencia fiscal y aplican las medidas necesarias para reducir el déficit y la deuda pública, lo que por lo menos de palabra es el curso de acción que actualmente siguen algunos países de la eurozona, corren el riesgo de propiciar una recaída de la actividad económica.

Este es el caso de países como Grecia y España, donde una parte importante de su deuda la deben a extranjeros y, por ende, necesitan años de austeridad con bajo o nulo crecimiento para disminuirla a niveles aceptables, lo que implicará sacrificios que sus poblaciones quizá no estén dispuestas a aceptar y pudiera llevar a un incumplimiento parcial de sus obligaciones.

En este sentido, un estudio sobre crisis financieras hecho por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff concluyó recientemente que el mundo verá pronto una oleada de incumplimientos soberanos, que son comunes después de crisis financieras serias.

En el otro extremo se encuentran quienes consideran que las bajas tasas de interés no estimularán la demanda de crédito, porque las personas y empresas están concentradas en reducir sus deudas. En dicho contexto, la política monetaria pierde efectividad y queda en manos de la política fiscal sacar al buey de la barranca.

Es por ello que algunos economistas piensan que el estímulo fiscal debe mantenerse mientras el sector privado termina por reducir sus niveles de endeudamiento a montos sostenibles en el tiempo.

El problema, señalan, es que en una democracia es extremadamente difícil mantener el estímulo fiscal, ya que tan pronto se elevan los déficits y la deuda pública, la demanda por el equilibrio fiscal domina el debate de políticas públicas como sucede en la actualidad.

En dicho contexto, si los preocupados por los déficits logran remover el estímulo del gasto público mientras el sector privado sigue reduciendo su apalancamiento, la economía corre el riesgo de una recaída a la recesión y una espiral deflacionaria.

El dilema no tiene solución fácil, porque simplemente no hay antecedentes que permitan decidir cuál es la mejor opción. Los altibajos en los mercados financieros reflejan, precisamente, la confusión que existe respecto al panorama económico y la mejor mezcla de políticas públicas para mejorarlo.

Los inversionistas quisieran que un país con deuda y déficit altos tomara los pasos necesarios para corregirlos. Al mismo tiempo, sin embargo, se preocupan de que si varios países se embarcan al unísono en la ruta de la disciplina fiscal, pudiera tener efectos negativos sobre el proceso de recuperación económica.

En consecuencia, el mundo se encuentra en un proceso continuo de prueba y error en la aplicación de las políticas públicas, con la esperanza de que los aciertos superen a los fallos.

Esto abrirá, desde mi punto de vista, dos cursos de acción en el futuro próximo. Por un lado, la eurozona buscará la disciplina fiscal con recortes en los déficits públicos, lo que mantendrá frenada sus economías, en particular las que tienen mayores problemas como Grecia y España.

Por otro lado, está la postura que poco más de 40 economistas estadounidenses, entre los que se encuentran Alan Blinder y Joseph Stiglitz, publicaron en una carta abierta el 19 del mes pasado, donde insisten que el Gobierno necesita incrementar el gasto público para evitar una recaída de la actividad económica.

Considero, por tanto, que la pérdida de vigor en la recuperación estadounidense y la probabilidad creciente de una nueva recesión harán que en los próximos meses EU relaje más su política monetaria y aplique, otra vez, algunos estímulos fiscales aprovechando que las tasas de interés que paga su gobierno son históricamente muy bajas, dejando para después los esfuerzos por reducir el déficit y su deuda.

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