Lo que se me viene espontáneamente a la cabeza, después de leer el texto del editorial del Diario de Juárez, es que al estar aterrorizados, están perdiendo la sindéresis, esto es, la capacidad natural para juzgar correctamente. No me explico, de otra manera, que quienes dirigen ese periódico hubieran llegado a cometer la enorme pifia, del tamaño de la torre de Babel, de criticar acremente la estrategia utilizada por el gobierno para combatir el crimen organizado, afirmando, sin aportar prueba alguna, que el gobierno lo hace para conseguir una legitimación no obtenida en las urnas. Denuncian que en el caso del homicidio, ocurrido hace casi dos años, del periodista Armando Rodríguez, las autoridades andan buscando un chivo expiatorio. Además, reclaman de sus depredadores una tregua pues dicen ser comunicadores, no adivinos, pidiendo les expliquen qué es lo que quieren, reconociéndolos como autoridades de facto (no sabiéndose si este reconocimiento fue una de las condiciones adelantadas para hacerle el caldo gordo al crimen organizado o lo hace el periódico obligado por la consternación e impotencia).
Luego de que el Gobierno Federal, reviró argumentando que la muerte de los trabajadores de la información había sido por motivos personales sin tener nada que ver con su trabajo en el periodismo, por conducto del subdirector editorial del rotativo, el Diario de Juárez, les responde que la declaración ha sido muy precipitada, el que el gobierno haya soltado una versión como ésa. En ese referéndum entre el periódico y el Gobierno Federal, éste condenó el que se intente establecer una negociación para promover una tregua, en tanto el subdirector dijo que ante la pasividad de las autoridades que los han llevado a la cúspide del enfado, el periódico hará lo que tenga que hacer. A las diferentes organizaciones que, dice el rotativo, se disputan la plaza de Ciudad Juárez, les preguntan qué es lo que quieren, qué pretenden que se publique o se deje de publicar. "ya no queremos más muertos, ya no queremos más heridos ni tampoco más intimidaciones".
Desde que los hombres que integran el gobierno asumieron el mando, ya van dos veces que se pone en duda su capacidad de ofrecer orden y seguridad a la comunidad. En efecto, la primera ocasión el 22 de agosto de 2008, cuando en un discurso improvisado, el comerciante Alejandro Martí, al que le secuestraron y asesinaron a un hijo, en una reunión que presidían los poderes de la Unión, demostró no tener pelos en la lengua, les dijo, entre otras cosas: "seguramente ustedes recordarán aquellas épocas de oro de México, cuando los niños jugaban en las calles. Las calles, los parques públicos eran una extensión de nuestros hogares. A nadie le preocupaba que nuestros hijos salieran a jugar, nuestros hijos y nosotros mismos salíamos a pasear ¿Qué nos pasó?" "recuerdo hace cuatro años tuvimos una marcha (de protesta por la inseguridad), ¿Qué hicimos": nada. Esto es producto de muchos años de indolencia, de irresponsabilidad, de dejar hacer y digámoslo claro, también de corrupción".
Concluía, en una admonición: "señores si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, que eso también es corrupción. Nuestro país está lleno de jóvenes recién egresados de las universidades que requieren el trabajo de ustedes y que estarían gustosos con todo el entusiasmo de gente joven y limpia, nueva y no maleada, de hacer el trabajo que ustedes no están haciendo". Dio la impresión, en el silencio que se apoderó de los asistentes, que estaban deseosos de salir de ahí a recomponer el mundo. Lo que siguió, a dos años de distancia, es que la violencia social se ha venido recrudeciendo, sin que antes empezara a ceder. En fin, de entonces a acá hemos visto la preocupación de nuestro señor Presidente, a quien el cabello amenaza, cada día que pasa, con volverse blanco del todo. No se sabe cómo demontres logra conciliar el sueño.