Las noticias de estos días son por lo general muy preocupantes. Hay que aplicar un elemento de realismo, sin embargo, para detectar que no todos los signos son obligadamente negativos y que, al igual que como sucede en otros países, existe dentro de un escenario sin duda complicado, un indudable empuje hacia el remedio de los problemas que se han venido acumulando por doquier. Es claro que el mundo la está pasando mal.
El desastre hipotecario en los Estados Unidos alcanzó a todos. Ha producido, sin embargo, una clara reacción para corregir la corrupción y simultáneamente hacia la moderación de las costumbres consumistas que al sumarse, produjeron la quiebra bancaria con graves repercusiones en las economías personales y empresariales. Aumentaron inesperadamente las cargas de gobiernos por los programas de rescate, afectando contribuyentes y con ello la recaudación fiscal que, a su vez, cayó en déficits presupuestales.
Corregir lo inadmisible que venía tolerándose en las complejidades del universo financiero significa eliminar un importante enemigo del crecimiento sólido que México requiere ver en las economías industrializadas como los Estados Unidos con que nos encontramos ligados.
Nuestro país no sufrió esta vez la desestabilización del sistema bancario. El derrumbe en esta área ya lo tuvimos y lo curamos con el Fobaproa y el IPAB, remedios que ahora se aplican en el vecino del norte. La estructura de México quedó inmunizada. Las reservas en el Banco de México llegan a montos sin precedentes, respaldando nuestro crédito internacional para la recuperación económica.
La grave recesión que se expandió por todo el mundo ha enfrentado a todos los gobiernos con el dilema de intensificar los programas de estímulo o bien de equilibrar gastos públicos. En México hay que ampliar programas sociales y de apoyo a unidades productivas para estimular empleo y consumo. Ya van apareciendo datos de aumento en la producción manufacturera y en incipiente crecimiento del empleo. Estamos demostrando que tenemos la savia vital para superarnos.
El número de empresas que están teniendo éxito en sus promociones supera al número de las que han abandonado su actividad. Frente a los miles de trabajadores que persisten en buscar empleo en Estados Unidos están los millones que se quedan el país empujando fuerte. Son éstos los que sostienen la economía que está saliendo de la depresión. Las inversiones extranjeras no se han interrumpido y se establecen nuevas actividades fabriles.
En cuanto al dramático problema que enfrentamos de crímenes y violencias que estamos sufriendo el desarrollo económico es la respuesta más sólida. Si no podemos reducir en el irrefrenado consumo de los narcodependientes norteamericanos, ni en la recesión de ese país, algunas de las condiciones internas que generan violencia sí las podemos controlar.
Ningún remedio será inmediato, pero ninguno debe aplazarse. Aunque la acción de educación y adiestramiento de las juventudes fructificará a mediano plazo tiene que emprenderse a toda costa, siguiendo la fórmula ya iniciada de romper vicios sindicales enquistados. Es imposible proyectar un México exitoso sin tomar de inmediato esta decisión.
Hay que apoyar y estimular con programas sectoriales de financiamiento y respaldo técnico a todos los que están aportando su esfuerzo individual a producir más en el campo y en la industria, defendiéndolos de importaciones agresivas. El déficit gubernamental no es factor negativo si se liga a inversiones claramente redituables en términos de mayor producto real, no sólo virtual como el de muchos servicios simplemente accesorios y a una mayor recaudación fiscal.
Un plan de polos de desarrollo tiene muchas décadas de haberse ideado pero su ejecución se ha aplazado de sexenio en sexenio. Su realización podría detener la migración interna que ha generado la alta concentración urbana que resta perspectivas a las localidades de pequeña y mediana dimensión y con ello, la creación de empleo y producción locales. No puede impulsarse un México moderno y económicamente equitativo sin esos centros de desarrollo.
Los problemas a que nos enfrentamos son sin duda graves en extremo. Pero tienen remedio. La violencia criminal que nos asedia no es factor que impida seguir de frente por una ruta de soluciones caso por caso para cada problema con la misma perseverancia que han tenido otros países en las horas más difíciles de su historia.
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