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Recuento de China

ROSARIO RAMOS SALAS

Lili mi guía en Beijing, me cuenta que vive en un hutong, la vivienda típica de esta gran capital, con patio cuadrado en el centro y habitaciones alrededor. Vive con su esposo, su pequeño hijo de un año y sus suegros. Muchas familias siguen prefiriendo los hutongs porque facilitan la convivencia. Ella es guía de turismo en inglés, graduada en la universidad de Beijing y mientras trabaja, su suegra cuida del niño. Este tipo de vivienda está siendo demolida para construir altos edificios de departamentos y oficinas. Sus moradores son trasladados a los nuevos desarrollos. A muchos, sobre todo a la gente mayor les toma tiempo acostumbrarse a la nueva forma de vida. Esta es sólo una de las características de los cambios que China ha tenido en los últimos veinte años y que la han colocado como una de las potencias más poderosas del mundo.

Con emociones encontradas, visito por primera vez la gran nación de China. Estoy en el oriente, ese oriente misterioso que cuando estudié geografía me parecía tan lejano e inaccesible. Llego a Shanghai, ciudad donde participaré en la conferencia internacional de museos que cada tres años reúne a más de 3,000 profesionales de más de 150 países.

El impacto es fuerte. Aunque pasé más de seis meses leyendo sobre China, en especial un útil libro editado por el Colegio de México, Historia Mínima de China, las diferencias con nuestra cultura no dejan de sorprenderme.

China es la civilización más antigua del mundo, con una historia continua de más de cinco mil años. Su historia es una sucesión de dinastías que llegaban al poder por medio de conquistas y guerras, alcanzaban su esplendor y más tarde declinaban. Unas más largas que otras, el tiempo pasaba entre rivalidades y guerras y claro está, en desarrollo y progreso.

El primer impacto es el idioma, inentendible para nosotros, una lengua milenaria que le ha dado a China identidad y permanencia. Es una barrera. No hay manera de entender su escritura que es única, no alfabética como la nuestra, sino basada en pictogramas e ideogramas. Si una de las formas de acercarte a una cultura es a través de su lengua, necesitaríamos aprender chino y para eso se requieren muchos años.

El segundo impacto es que acá todo es mega, superlativo, enorme. Estamos en el país más poblado del mundo, más de 1,300 millones de habitantes, a pesar de que el gobierno ha establecido la política de un solo hijo por familia, no logran disminuir su población. Shanghai con 20 millones, está entre las 10 ciudades más pobladas. Aquí una ciudad considerada pequeña tiene 4 millones de habitantes.

Shanghai está dividida por el río Huangpu, de un lado la zona más nueva, el Pudong donde hace veinte años era una zona decadente de sucios astilleros, ahora es el centro financiero de la ciudad, con altos rascacielos que le dan a la ciudad un tinte futurista.

Del otro lado se encuentra la zona del Bund, con sus edificios de arquitectura clásica, bellamente alineados sobre el malecón ribereño, la ciudad vieja y los barrios más cercanos a nosotros. Aquí se asentaron los ingleses haciendo negocio con el opio, franceses, japoneses y americanos, y cada uno se adueñaba de concesiones, o extensiones de terrenos donde imprimieron su estilo. El barrio de la concesión francesa, por ejemplo, tiene avenidas arboladas a la manera de los Campos Elíseos en París, grandes tiendas de diseñó y sus cafés con ambiente occidental.

El dinamismo y el auge de la economía china es espectacular. No importa que sigan siendo un estado centralizado y hegemónico, los chinos entendieron que había que abrirse al mundo y lo han hecho tan bien que ahora dominan la economía mundial.

Estuve una semana en Shanghai y me moví en metro, camión y taxi y por supuesto caminé mucho. Siempre me sentí segura porque hay policías en cada esquina. El control es férreo, pero los chinos no parecen sentirlo así. Ellos invaden las calles, los comercios, restaurantes y cafés se ven siempre llenos, la economía es próspera y boyante.

La sede de la conferencia fue en la expo-center, donde recién se llevó a cabo la feria mundial con el lema: "mejor ciudad, mejor vida", una preocupación para los chinos, ya que la población mundial es cada vez más urbana y la calidad de vida debe mejorar para los habitantes de las ciudades.

De Shanghai volé a Bejing, luego a Xi'an, capital de siete dinastías y la ciudad donde comienza la ruta de la seda y Guilin, en el sur. Dejo ese relato para el siguiente artículo.

China es como una enciclopedia, uno podría sumergirse en ella por años, estudiando cada una de sus aportaciones al mundo y pasaría la vida en ello. La porcelana, la seda, el té, la brújula, la gran muralla, el bronce, la caligrafía, cada uno de estos temas es interesante y habla de esta gran civilización.

China me deja muchas lecciones, que requieren de darle tiempo a que el aprendizaje se asiente. No dejo de pensar y admirar las grandes hazañas de hombres como Marco Polo, recibido por la dinastía Ming, quien por años intentó en sus largos viajes entender esta gran civilización, o las misiones de los jesuitas que llegaron a China hacia 1601. Entre otros el científico Mateo Ricci, que este año está cumpliendo 400 años de su muerte, fueron admitidos en la corte y escuchados, tratando de entenderse mutuamente, de aprender unos de otros y de respetarse y tolerarse en sus diferencias. Que después de todo, ese debería ser el objetivo de un viaje.

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