De cuando Don Miguel Hidalgo gritó "mueran los gachupines" no me acuerdo, pero me acuerdo de que mi abuelo que era muy aguerrido; me enseñó a decir "soy asturiana nacida en Veracruz. Me acuerdo de la maderería donde nací y del olor del aserrín con que jugaba de niña. Recuerdo cuando desde mi cuna oía las batallas campales de mis padres y luego me enroscaba en un rincón para no sentir el frío de las sábanas mojadas. Me acuerdo de cuando los niños jugaban con cochecitos y las niñas con muñecas. Me acuerdo de la felicidad de las crayolas y los cubos de colores en mi primer día de kínder. Me acuerdo que los niños gritábamos ¡échennos caña!.. a los camiones que pasaban cargados para los Ingenios. Recuerdo que nos las echaban.
Me acuerdo que un quince de septiembre, mi abuelo mandó poner al frente de nuestra casa las banderas mexicana y española. Ondearon orgullosas las banderas todo el día hasta que ya entrada la noche nos despertaron los borrachitos de la cantina que había contra esquina de la casa gritando: ¡mueran los gachupines! Me acuerdo que al día siguiente mi abuelo contó enojado que habían orinado en nuestra puerta. Me acuerdo de las bolitas perfumadas y rojas que cortaba de las matas de café que bordeaban el jardín.
Recuerdo haber oído a papá decir que Miguel Alemán robaba mucho pero al menos repartía. Me acuerdo que el mes de mayo, vestida de blanco, llevaba flores a la Virgen. Me acuerdo que el veintiuno de marzo desfilábamos con uniforme de gala y guantes para depositar en el monumento a Juárez las flores marchitas que el diecinueve de marzo habíamos puesto bien fresquitas en el altar de nuestro patrono el Señor San José. Recuerdo que la primera vez que fui a la matinee pasaron Drácula y Frankestein y desde entonces tengo que mirar debajo de la cama antes de dormirme. Recuerdo el día en que papá invitó algunos amigos a beber Cubas Libres porque Fidel Castro había tomado La Habana. Recuerdo cuando a la hora del recreo, mi amiga Purificación me dijo: "¿sabes que tu papá se la mete a tu mamá?". Recuerdo lo importante que me sentí cuando papá desempacó en casa nuestra primera televisión. Recuerdo el olor a perro mojado cuando los niños del barrio venían a ver "las luchas" a la casa. Recuerdo nuestros larguísimos viajes a la capital... en tren. Recuerdo que cuando recibí el primer beso me salieron estrellas de la panza.
Recuerdo el hermoso vestido que llevaba cuando al final del baile de debutantes papá me obligó a barrer el salón. Me acuerdo que López Mateos tenía una hija gordota, que se llamaba Avecita. Me acuerdo del entusiasmo con que mis padres prepararon mi boda. Me acuerdo que me casé sin ganas. Me acuerdo del luto por los estudiantes masacrados en el 68 y del frenesí con que sólo unos días después celebramos las Olimpiadas. Me acuerdo lo encantador que era López Portillo cuando asumió la presidencia y de lo loquito que estaba cuando la entregó después de nacionalizar la banca. Me acuerdo que los presentes le aplaudieron de pie. Me acuerdo del olor a muerto en el terremoto en el 85. Me acuerdo de Zabludowsky transmitiendo en vivo y en directo los pormenores del asesinato de Colosio. Me acuerdo de la reprivatización de la banca en que todos los presentes aplaudieron de pie. Me acuerdo de la emoción que sentí cuando Zedillo anunció en la tele que la ventaja de Fox para la presidencia, era irreversible. Me acuerdo de las naquerías de Martita. ¿Qué a qué viene tanto recuerdo? Pues a que así más o menos es como va mi personal bicentenario.