N UEVA YORK.- Las leyes que rigen a un país no están escritas en piedra, aunque a veces eso parezca. Casi siempre las sociedades se transforman mucho más rápido de lo que las leyes que las regulan. Por ello, l@s legisladores de cualquier país deben estar atentos para adecuar los ordenamientos jurídicos a los cambios y nuevas necesidades de una población que está en cambio constante.
De igual forma, las leyes a veces parecen sólo un conjunto de buenos deseos. Letra muerta que no garantiza nada, ya sea por que la población en general no la respeta o, peor aún, por que los funcionarios que al rendir protesta prometen "guardar y hacer guardar la Constitución..." ni siquiera la han leído, le inventan artículos, la atropellan, la violan y la olvidan sin que la Nación se los demande. En las democracias con separación de poderes hay siempre una tensión entre quienes aprueban las leyes, quienes las ejecutan y quienes las analizan. Hay también una descoordinación entre la realidad y la ley. Algo así parece ocurrir en estos momentos.
El Senado de la República acaba de aprobar la reforma constitucional más importante en materia de Derechos Humanos de los últimos años. Con ella se modifican unos 11 artículos de la Constitución para elevar a rango constitucional la promoción y protección de los Derechos Humanos, así como se actualizan y fortalecen las funciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y se complementan con mecanismos que modificaron el recurso de amparo.
La reforma tiene múltiples puntos para el análisis, tanto en términos jurídicos, como políticos. De entrada, nuestro ordenamiento jurídico poco a poco empieza a hablar menos de "garantías individuales" y más de derechos humanos, menos de "hombres o individuos" y más de "personas", menos de derechos para los mexicanos y más de derechos para la humanidad. Poco a poco, México consolida un enramado institucional y jurídico que en efecto reconoce que la consolidación democrática pasa por garantizar que seamos un país en el que los derechos humanos se reconocen jurídicamente, se respetan y se protegen.
La reforma constitucional salió en un mal momento coyuntural. Apenas hace unas semanas el Consejo de Derechos Humanos de la ONU regañó al Gobierno mexicano por incumplir con una serie de pendientes en materia de derechos humanos, como bien señaló el doctor Miguel Carbonell en su artículo de esta semana en las páginas de El Universal.
Mal momento mediático, pero tal vez en el momento más deseable. Porque mientras un grupo de políticos, empresarios, intelectuales y miembros de la clase fundada por Jorge Castañeda, la comentocracia, habla sobre la "generación del No", los senadores mandan un mensaje poderoso de que no todo está perdido y de que hay un pequeño grupo del sí.
Momento deseable porque mientras la "guerra contra el narco" del Gobierno de Calderón ha disparado los abusos y atropellos contra los derechos humanos en México, se aprueba en el Senado esta reforma. Momento deseable porque mientras el titular del Poder Ejecutivo evidencia su desconocimiento de la Constitución y se lanza políticamente en contra la dignidad de un grupo minoritario al promover acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte, el Senado aprueba esta reforma.
Ahora toca a la Cámara de Diputados y a los estados el hacer realidad esta reforma constitucional, pero sobre todo toca al Estado mexicano en su conjunto cerrar la enorme distancia entre lo que dice la ley en el papel y la realidad.
No es posible que persista la impunidad por la muerte de niñ@s en una guardería, no es posible que mujeres sean encarceladas por decidir sobre su cuerpo, no es posible que el Gobierno mexicano se haga cómplice de los atropellos del régimen cubano contra sus opositores políticos con el silencio ni es posible que exijamos el respeto a los derechos humanos de nuestros connacionales en Estados Unidos cuando no se respetan en México los derechos humanos de quienes están en territorio nacional, incluidos los migrantes centroamericanos.
En resumen, bienvenida la reforma constitucional en materia de Derechos Humanos del Senado. Bienvenida porque se nutrió también del trabajo de organizaciones de la sociedad civil, de académicos y de observaciones de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU en México. Ahora toca a todos hacer que ésta sea más que un conjunto de buenas intenciones.