El papa Benedicto XVI celebró esta semana el quinto aniversario de su pontificado y el 83 de su larga y productiva vida en donde abundaron los reconocimientos para el dirigente de la Iglesia Católica.
Fue un breve respiro para el Sumo Pontífice luego de la avalancha de críticas en su contra, la mayoría de ellas infundadas y viscerales.
Bien decía El Quijote a Sancho Panza que cuando los perros ladran "es señal que cabalgamos".
Y vaya que si Joseph Ratzinger ha cabalgado de manera intensa y prolongada desde que nació en Marktl am Inn, Alemania, un 16 de abril de 1927.
Además de sacerdote, obispo, cardenal y hoy en día Sumo Pontífice, Ratzinger ha ocupado los cargos y responsabilidades más importantes en la Iglesia Católica gracias a su profunda formación cristiana y a su destacadísima preparación académica.
No fue ninguna casualidad que a la muerte de Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger fuera elegido Vicario de Cristo a sus 78 años de edad cuando su retiro de la vida eclesiástica era inminente.
Pero el prelado alemán, quizá el teólogo católico más prestigiado en la actualidad, necesitaba ascender al último de los peldaños para consolidar el histórico papado de Juan Pablo II.
Decían los expertos que se requería la sabiduría, visión y solidez de Ratzinger para cerrar un ciclo clave en la Iglesia Católica que incluía encauzar los acuerdos del Concilio Vaticano II que en sus inicios provocaron excesos y desviaciones.
Mientras Juan Pablo II se encargó de proclamar la voz de Cristo a los más lejanos confines de la Tierra, Benedicto XVI ha clarificado los temas más delicados y cruciales del catolicismo.
Desde 1981 cuando fue designado prefecto de la Congregación para a Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger se dedicó a revisar innumerables cuestiones teológicas y por ello recibió en 1986 el encargo por parte de Juan Pablo II de preparar el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica que fue lanzado en 1992.
Ratzinger no es ningún improvisado ni tampoco un Papa que llegó al cargo por carisma, cabildeo político o por "dedazo" de su antecesor.
Benedicto ha sido muy firme en sus pronunciamientos sobre el celibato sacerdotal, el divorcio, el aborto, los métodos anticonceptivos, el homosexualismo, los derechos de los inmigrantes y los abusos contra menores por parte de miembros del clero religioso.
Muchos quisieran que Benedicto no tocara temas delicados y que fuera un papa "light" de ahí quizá estas furibundas reacciones en su contra al surgir el escándalo de los religiosos pederastas.
Los intereses detrás de estos ataques son evidentes. Algunas van por la ambición de alcanzar una jugosa negociación como ocurrió en varias diócesis de Estados Unidos, en donde los principales ganadores fueron los abogados litigantes.
Otros quisieran que el Papa "ablandara" las normas católicas y se hiciera de la vista gorda en temas como el uso del condón, la unión de los gays, el aborto y la pornografía, en donde existen vastos intereses económicos a nivel internacional.
Algunos comunicadores, más por ignorancia que por mala fe, han exigido la renuncia de Ratzinger a su cargo como si se tratara de un político sujeto a los vaivenes de las críticas periodísticas. El Papa es el representante de Cristo ante la humanidad y por ello su responsabilidad es vitalicia y fuera de los juegos políticos y partidistas.
Estos mismos críticos se rasgan las vestiduras por los graves abusos sexuales que ocurrieron hace más de veinte años, pero ignoran tantos excesos que se realizan día a día por internet, televisión y cine con el envío de mensajes inmorales y depravados de todos tipos y sabores contra menores.
La Iglesia y el papa Benedicto XVI están haciendo lo suyo para resolver la problemática de los sacerdotes pederastas, toca ahora a la sociedad y sus autoridades evitar los innumerables delitos sexuales que flagrantemente y todos los días se cometen contra niños y jóvenes.