Se va. El ministro del Interior, Hanif Atmar, durante una conferencia de prensa en la que explicó las casuas de su renuncia.
El director de los servicios de espionaje y el ministro del Interior de Afganistán renunciaron ayer, al asumir la responsabilidad por permitir que milicianos eludieran una masiva operación de seguridad y lanzaran un ataque a una conferencia nacional de paz el miércoles pasado.
La oficina del presidente Hamid Karzai dijo en una declaración que había admitido las dimisiones del ministro del Interior Hanif Atmar y del director del Consejo Nacional de Seguridad Amrullah Saleh porque las explicaciones que dieron por el ataque "no son satisfactorias".
Por lo menos 2 milicianos del Talibán dispararon cohetes hacia la conferencia, donde centenares de delegados analizaron formas para resolver la guerra de casi nueve años en Afganistán. El ataque con cohetes desencadenó una batalla con las fuerzas de seguridad. Ninguno de los 1,500 delegados resultó herido. Los milicianos fueron muertos.
Horas antes, el presidente Hamid Karzai ordenó que se revisen los casos de sospechosos de pertenecer al Talibán que estén detenidos en las cárceles afganas y ordenó que quienes estén privados de la libertad por evidencias dudosas deberán ser excarcelados.
La medida fue la primera respuesta oficial de Karzai a una conferencia nacional realizada la semana pasada para encontrar vías para terminar con la insurgencia que lleva casi nueve años en el país, que concluyó con recomendaciones para avanzar hacia las negociaciones con las facciones de los milicianos.
La conferencia recomendó que los prisioneros del Talibán que se mantienen bajo custodia afgana o del Ejército de Estados Unidos sean liberados en caso de que estén retenidos por "declaraciones imprecisas o acusaciones infundadas".
Cientos de sospechosos del Talibán y otros milicianos continúan detenidos en las prisiones de todo el país. Otros más, incluyendo los operadores de Al Qaeda, están en prisiones del Ejército estadounidense en Afganistán y en Guantánamo, Cuba.
Concluyeron que los prisioneros insurgentes deberán ser liberados como un gesto de buena voluntad que antecederá las negociaciones de paz con el Talibán, pero también subrayaron que los insurgentes que quieran participar en el proceso de paz deberán cortar sus vínculos con grupos terroristas como Al Qaeda.
