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Responder combatiendo o legalizando

JULIO FAESLER

La inseguridad que tiene a nuestro país en diaria zozobra es la obvia repercusión de los miles de muertos que la guerra antidrogas ha cobrado en los últimos años. La terrible muerte que los 72 infelices migrantes latinoamericanos en Tamaulipas está directamente relacionada con el tráfico de drogas.

Es natural que en un ambiente de impunidad, las organizaciones criminales prosiguen su camino confiados en que nada los detendrá. La vergüenza nacional de no solo enseñarles caminos hacia el norte a los migrantes de centro y sudamérica sino, el oprobio de ofrecérselos plagados de criminales.

La fase violenta en que nos encontramos, sin embargo, no se remedia con la legalización de las drogas. La guerra emprendida tiene que continuar.

La discusión acerca de la legalización es recurrente. Se supone que al desactivarse el factor de económico se reduciría el siniestro negocio y el crimen que provoca se reduciría a niveles policiales. El abaratamiento de esas sustancias haría mucho más extendido su consumo por ponerlas más al alcance de los actuales adictos que no tendrían que cometer actos criminales para obtener dinero con que costear su adicción.

No es cierto que la legalización necesariamente abarate la droga preparada industrialmente. Hay artículos que se mantienen artificialmente caros para asegurar fuertes ganancias al productor o comerciante.

Es una cuestión que depende de cuán amplio es el nicho de mercado y cuán "elástica" es la demanda de los compradores. En el caso de los diamantes, la clientela no es extensa comparada con la de los artículos de consumo, pero al contrario de éstos, el productor-vendedor no trata de reducir el precio al cliente que ya tiene seguro, sino más le interesa maximizar su ingreso manteniendo tan alto como posible el precio. Esto le permite asegurar los anchos márgenes de ganancia para cubrir costos de estructura, intermediarios, agentes y funcionarios. Los diamantes industriales, que no tienen esa misma dinámica de venta que sus hermanos destinados a ser joyas, su precio puede fluctuar en niveles bajos sin requerir un tan disciplinado control.

En cuanto a los narcóticos, la demanda real y potencial es ilimitada y extremadamente "inelástica". Tan extrema que por obtener una dosis el comprador desesperado está dispuesto a los mayores esfuerzos siempre punibles. Tampoco hay por qué reducir el precio.

Estando tan férreamente controlada la oferta por las bandas mafiosas, también lo están sus precios. Quien pretendiera reducirlos para ampliar su mercado, se las tendrá que ver con la mafia que sabrá cómo disuadir, eliminar o incorporar al incauto benefactor mediante los medios que bien sabe usar. En adición a la violencia por ganar territorios que hoy presenciamos, tendremos la que se enfocaría a los que se atrevieran a romper la estructura de precios que la mafia controla.

Hablamos aquí de las sustancias industrializadas y no de la marihuana que hoy está legalizada en algunos estados de la Unión Americana Unidos y donde la producción doméstica es formalizada cada vez con mayor sustento. La reglamentación de la hierba está realizándose a su propio paso en ese país que, con el tiempo, verá si sus efectos se traducen en crímenes de nivel policial. Podemos prever que la producción industrial de drogas como éxtasis, hielo, crack, etcétera se irá concentrando en los Estados Unidos, más cerca de su mercado, junto a las mafias que llevarán a ese país a la pavorosa violencia que ahora tenemos en México.

Nuestra guerra en México se encuentra en su punto más intenso. Hay que continuarla con milicias bien preparadas y bien armadas, una Policía única bien adiestrada, estricta disciplina administrativa, bloqueos financieros y una draconiana represión de la corrupción en las procuradurías, juzgados y servicios de gobierno. A medida que lo hagamos, transferiremos el problema a los vecinos del norte, ahí donde corresponde, la horrenda carga que ellos originan.

Juliofelipefaesler@yahoo.com

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