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FEDERICO REYES HEROLES

No es una ilusión, no es creencia nacida del dogma o la fe, tampoco es una utopía. No es un ideario de lo que hemos decidido perseguir en la vida. El sueño es una presa huidiza, etérea, difícil de atrapar. Conocer los sueños que nos asaltan con los ojos abiertos tanto en lo individual y como en lo colectivo es central. Esos sueños son producto de la realidad y de los anhelos. Alexis de Tocqueville afirmaba que los pueblos deben soñar con la libertad o la prosperidad, sólo así se convertirán en realidades. Soñar puede ser tan sólo el primer paso. ¿En qué soñamos los mexicanos? ¿Cuáles mexicanos, los del norte, los del sur, las mujeres o los varones, ricos o pobres? Quizá si conociéramos nuestros sueños seríamos capaces de entendernos mejor.

MetLife organizó una investigación coordinada por Déborah Holtz: El sueño mexicano. Se recurrió a muy diferentes aproximaciones: la estadística, las encuestas, la entrevista, el ensayo, letras de canciones, poesía y de manera profusa la imagen. Allí se plasma la vida cotidiana que nos define, no los estereotipos que nos invaden. Qué comemos, cómo nos vestimos, cómo miramos a la familia o al trabajo, cómo nos divertimos, cuáles son las prioridades cotidianas. etc. El resultado es un apasionante material que nos confronta con la popular mitología del mexicano. Un antecedente muy importante se encuentra en el libro de Jim Cullen, The American Dream, Oxford University Press, 2004. Cullen descubrió que muchos de los ideales del pueblo estadounidense provenían de la Declaración de Independencia, que la noción de igualdad, de derechos inalienables como la vida misma, la libertad o la propia felicidad tenían su origen en anhelos compartidos. Conocer el sueño de los pueblos equivale a desentrañar miedos, anhelos, pulsiones que guían a los pueblos.

Regresemos a la mitología del mexicano. "La vida no vale nada" es un lugar común en ese territorio, pero es falso. Los mexicanos valoran la vida y ello se expresa en sus actitudes hacia la familia, eje primordial. El bienestar de la familia es un motor de actividad, se progresa en función de ella, los sacrificios se justifican por ella. Lo cual no quita peso a los graves problemas que la estructura familiar presenta en nuestro país, hijos abandonados, adolescentes embarazadas por cientos de miles; viejos, y enfermos sin atención, etc. De la expresión: "hijos los que Dios me mande", hemos transitado con rapidez a: "pocos hijos para darles mucho" o "la familia pequeña vive mejor". Más del 40% de las familias tiene hoy menos de cuatro integrantes. Menos del 20% tiene seis o más integrantes. Nueve de cada 10 jóvenes les gustaría casarse algún día y para ellos dos es el número ideal de hijos. Los hijos siguen siendo una forma de conseguir los anhelos que los padres no pudieron alcanzar.

Otro impulso rector en la vida cotidiana es la casa, obtenerla, hacerla crecer, mejorarla. México está en construcción y se está amueblando. La migración del campo a la ciudad ha obligado a decenas de millones a mutar su forma de vida, a volverse urbanos. El predominio de las clases de ingresos medios es muy evidente en el estudio. Uno de los grandes logros del siglo XX se refleja en esas clases medias. Con todas las diferencias en los niveles de ingreso, pero desborda un creciente consumo homologador que se plasma en el número de hogares con televisión o en las decenas de millones de celulares. Y los cambios siguen, según la Asociación Mexicana de Internet en 2008 el número de usuarios rozó los 28 millones con una tasa de crecimiento de más del 16% en un solo año. Las deformaciones también aparecen: 74 de cada cien mexicanos compran películas "pirata". Comprar discos e ir al cine son actividades muy significativas para los jóvenes.

Las regiones son determinantes en el tipo de sueños de los mexicanos. "En el norte se trabaja, en el centro se piensa y en el sur se sueña", se desvanece frente a factores de bienestar generalizados como lo son la casa, el coche y un buen empleo. Sin embargo, si contrasta la fuerza en la búsqueda del confort en las zonas urbanas fuera de la Ciudad de México. Esta última se distingue por la imagen de grandes oportunidades, pero también de inestabilidad. A diferencia de otros países los mexicanos siguen mirando hacia el gobierno para encontrar solución a sus problemas y no a la organización de la propia sociedad. ¿Por qué las personas que habitan en el Bajío son más confiadas que del sur? Difícil explicarlo, pero allí está el dato.

El estudio de MetLife es una sacudida de realismo. Muy lejanos de las discusiones alambicadas y confusas de nuestros políticos, los mexicanos soñamos en asuntos concretos: la familia, la educación, la casa, la seguridad, el empleo. Llama la atención el enorme vacío ideológico que campea en las expresiones de los entrevistados. Ni derecha, ni izquierda, bienestar lo antes posible y punto. No despreciemos este pragmatismo. El mexicano sueña con resultados, esa es la exigencia.

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