En una de las tantas entrevistas que le hicieron al Dr. Mario Molina durante la Cumbre de la Tierra en Cancún, le preguntaron sobre las dificultades para lograr disminuir el calentamiento global y si sería posible comparar este megaproblema con el del adelgazamiento de la capa de ozono. El Dr. Molina, que fue galardonado con el Premio Nobel de Química en 1995 cuando expuso su teoría sobre cómo las emisiones de ciertos gases los clorofluorocarburos (CFC) que emanan de algunas fábricas, estaban acabando con un filtro indispensable para mitigar los efectos dañinos que las radiaciones ultravioletas de los rayos solares pueden provocar sobre la salud, explicó con la sencillez que le caracteriza que las dificultades en el caso del calentamiento mundial son definitivamente mayores, ya que la causa principal es el consumo de combustibles fósiles, el cual ni más ni menos, sostiene la cultura actual del hombre en el planeta, sin estos combustibles no hay electricidad, ni gasolina, ni diesel, se acaban todas las comodidades de la casa, del transporte, entre muchas otras. Por eso es que todos contribuimos con nuestra cuota de gases de efecto de invernadero, también llamada huella de carbono.
Cómo prescindir de los combustibles, en el caso de los CFC que ocasionaron tremendo agujero en la capa de ozono, un problema también global, se pudo prescindir de estos compuestos gracias a que se contaba con el conocimiento científico que venció con rapidez la resistencia normal de quienes producían los CFC. Por otro lado, estos fabricantes eran relativamente pocos, lo cual favoreció la organización internacional para crear mecanismos regulatorios, conseguir financiamiento, promover la cooperación para reemplazar productos y procesos a través tecnologías que se fueron adaptando. Aun en la actualidad existe un monitoreo global y sistemas de observación científica que evalúan en base a indicadores el cumplimiento de las metas establecidas de reducción de las emisiones de los CFC y la recuperación de la capa de ozono. Se trata sin duda de un caso exitoso.
La reducción de las emisiones de gases de efecto de invernadero necesariamente implica una menor utilización de combustibles fósiles, esto es reducir la huella de carbono. No obstante, desde la Cumbre de la Tierra en Río celebrada 1992 hasta la fecha poco se ha avanzado. Se cuentan con documentos valiosos como la Agenda XXI que considera de manera integral las problemáticas relacionadas con la salud, la vivienda, la contaminación del aire, la administración de los mares y bosques, de las montañas, la desertificación, la gestión de los recursos acuáticos y agrícolas. Sin embargo, desde la Primera Conferencia de las Partes (COP1) llevada a cabo en Berlín en 1995, en la que se inició con la evaluación del cumplimiento de los compromisos y de las acciones establecidas en la Agenda XXI, quedó claro que deberíamos tener mucha paciencia. Diversos diagnósticos indican que las emisiones de gases de efecto de invernadero siguen aumentando y que en 2009 alcanzaron cifras récord.
Significa entonces que los nuevos acuerdos de la COP 16, considerados como de avanzada en relación a lo que ocurrió en Copenhague, entrarán presionados por la ineficacia de los mecanismos concebidos en Kioto para estabilizar el clima y garantizar una transición hacia las energías limpias con bajo contenido de carbono.
El caso de China, que nunca firmó el Protocolo de Kioto, es un ejemplo de lo que parece ser, pero no es: invierte en energías limpias, pero paralelamente mantiene los objetivos de crecimiento basados en un recurso masivo al carbón. Desde hace dos años importa grandes cantidades de carbón americano y australiano. Para muestra un botón.