A casi un mes de la paliza electoral que sufrieron los demócratas y el presidente Barack Obama, el clima político norteamericano se torna día a día más revuelto, tenso e incierto.
Obama no ha podido sacudirse de la derrota, evidentemente no la esperaba y menos de esa magnitud.
Reconoció en su momento el voto de castigo de los norteamericanos, pero no ha tomado las acciones pertinentes como relanzar su plan de Gobierno para el resto de su administración porque evidentemente el actual no fue del agrado total de los electores.
Tampoco ha reorganizado a su equipo de trabajo, ¡vaya! pareciera que se ha quedado atónito por el descalabro del 2 de noviembre y no tiene el ánimo para retomar un nuevo camino.
Para colmo los demócratas sufren serias divisiones al interior de su partido. Algunos culpan a Obama y a sus políticas erráticas de este mal momento. Otros a la inefectividad de los congresistas demócratas quienes tuvieron el control en ambas cámaras para realizar las reformas prometidas y no llegaron ni a la esquina.
La cacareada reforma de salud que fue aprobada en el primer semestre del año está ahora en el limbo. La nueva Ley está contenida en más de 400 páginas pero se requieren por lo menos dos mil más para redactar su reglamentación, cuya aprobación en el Congreso está por verse.
El descontento de los demócratas es evidente, las protestas se escuchan a sotto voces por la ratificación de Nancy Pelosi como la líder de la minoría demócrata, cuando ella fue de las causantes de la tragedia del súpermartes de noviembre.
Por algo será que tanto Pelosi como el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, acaban de lanzar una activa campaña a favor del Dream Act, proyecto que legalizaría a casi dos millones de jóvenes que llegaron de niños y sin documentos migratorios a este país y que ahora no pueden trabajar ni tienen acceso a financiamientos para sus carreras universitarias.
Se trata de una verdadera tragedia social que de última hora retoman los demócratas, pero que durante dos años prácticamente ignoraron porque estaban demasiados ocupados en sus propios intereses y en negociar una Ley de salud, ahora en riesgo.
Probablemente se quedarán sin el cuadro y sin la estampa, incluyendo al presidente Obama quien no tuvo el arrojo ni la valentía para empujar una nueva Ley migratoria que hubiera ratificado el espíritu de libertad e igualdad que ha hecho de Estados Unidos, el país número uno del mundo.
Ante el incremento en los meses recientes de las deportaciones, los crímenes de odio y los abusos en contra de los inmigrantes, nos preguntamos ¿en dónde quedó aquel candidato sonriente y seductor que ofreció esperanza y justicia para quienes habitan esta nación con o sin documentos migratorios?
Ni tardos ni perezosos los republicanos han aprovechado la hecatombe demócrata para traer agua a su molino y preparar el terreno con rumbo a recuperar la codiciada Casa Blanca en el 2012.
Así fue que el ex presidente George W. Bush se apresuró a lanzar su libro "Puntos de decisión" que lleva ventas cercanas al millón de ejemplares, incluyendo 100 mil libros electrónicos, con todo y las polémicas desatadas por las confesiones ahí vertidas.
También la ex gobernadora Sarah Palin tomó ventaja del momento para publicar un segundo libro, ahora con el título "Estados Unidos de corazón: reflexiones de familia, fe y bandera", que pretende ser su plataforma de campaña por la Presidencia y en donde aprovecha para criticar en repetidas ocasiones al actual Gobierno demócrata.
Para complicar el panorama, el martes estallaron las hostilidades entre Corea del Norte y Corea del Sur, precisamente a unos días de una larga travesía de Obama por el continente asiático.
Así las cosas debemos reconocer que no vendrán buenos tiempos para los inmigrantes y para la comunidad latina en tanto no se aprueben en el Congreso los cambios tan esperados en las leyes de este país, tanto el Dream Act como una reforma migratoria digna y humana.
