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Ríos vivos (I)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ

Ríos vivos es el nombre que los académicos y grupos civiles proponemos se designe a la mesa de consulta en que participamos convocados por la Comisión Nacional del Agua para elaborar la Agenda del Agua 2030, sustituyendo el de Ríos limpios; consideramos que esta denominación comprende aspectos que van más allá de evitar o remediar la contaminación de los flujos hídricos superficiales en las diversas cuencas hidrográficas del país.

Es posible que no podamos cambiar tal denominación de este tipo, ya que estamos opinando sólo algunos miembros del sector académico-ciudadano lagunero, pero nuestro interés con esta propuesta es de señalar la importancia de identificar otra forma de concebir la problemática y el manejo que se da a los ríos en el discurso de la política hidráulica nacional, la cual creemos debe verse con enfoque no únicamente referente a su cuidado con relación a las descargas de aguas residuales o depósitos de residuos sólidos en sus cauces y márgenes.

Los ríos deben considerarse como fuente de vida para la población humana, pero también como ecosistemas vivos que sirven de hábitat a otras especies, y que al mantenerlos saludables contribuye a mejorar nuestra calidad de vida con los servicios ambientales que nos prestan, por ello mantenerlos limpios es sólo un componente de la política hidráulica que a su vez forma parte de la política ambiental que debe promover el gobierno.

Son múltiples las funciones que cumplen los ríos en la organización de la vida y de la sociedad, pero éstas se cumplen con mayor cabalidad si los vemos con ese enfoque ecosistémico, es decir, como espacios en los que interactúan los elementos bióticos (fauna y flora del lugar, y el mismo hombre) y abióticos (principalmente agua y suelo), donde se realizan procesos ecológicos que también nos benefician.

Como ejemplo de lo anterior podemos señalar lo que sucede sólo en algunos tramos del cauce del Río Nazas, cuyos beneficios no hemos valorado suficientemente; tal es el caso del que abarca de la presa Francisco Zarco a la represa de La Posta, en el municipio de Lerdo, que atraviesa el Cañón de Fernández dentro del área natural protegida conocida como parque del mismo nombre.

La persistencia de un flujo de agua casi permanente durante el año ha sostenido un ecosistema ribereño o ripario con un importante bosque de galería conformado principalmente por sabinos, sauces, fresnos y álamos, el cual no sólo nos provee de valores escénicos altos con sus paisajes diferentes a la mayoría de los que diariamente observamos en las manchas de concreto urbano, los cultivos de regadío o los agostaderos áridos, que los convierten en lugares de esparcimiento a los cuales recurrimos desde las ciudades, sobre todo en los períodos en que la temperatura se eleva y el calor nos agobia.

Este ecosistema ripario nos presta un servicio para la recreación y el esparcimiento a la población lagunera, mismo que no hemos valorado adecuadamente desde el momento en que ejercemos presión sobre él en la medida que lo visitamos con fines turísticos, para el campismo y otras actividades, pero sin regular la carga humana como ocurre particularmente durante la Semana Santa, y que debido a nuestra escasa educación o cultura ambiental le dejamos abultados montones de basura que desechamos y sobre la cual no tenemos la precaución de recoger cuando regresamos.

También dañamos la flora y fauna al presionarla cuando acudimos en grupos numerosos, o cuando usamos medios de transporte inadecuados para el área, es decir, no estamos acostumbrados a cuidar los escasos y valiosos recursos naturales que disponemos, provocando con nuestras actividades el deterioro y fragmentación de ese hábitat y contribuyendo con ello a propiciar ocurra la principal causa de pérdida de la importante biodiversidad ahí existente; afortunadamente, el haber adquirido el estatus de protección ha reducido esos impactos humanos, pero aún se requieren esfuerzos adicionales que deben incluirse como proyectos específicos dentro de la Agenda del Agua 2030.

Adicionalmente, ese ecosistema ripario nos presta otros servicios "invisibles" a la percepción diaria de la población, pero que nos favorecen, como es su contribución al limpiar aire atmosférico mediante la captura de CO2 y la generación de oxígeno, la retención de sustancias y partículas contaminantes que fluyen en el agua provenientes de fuentes ubicadas río arriba, como es el caso de los que descargan las minas, los sedimentos derivados de las prácticas agrícolas y ganaderas, o los desechos que generan las mismas poblaciones humanas. De esa manera, contar con un corredor ripario como el Cañón de Fernández nos produce beneficios que debemos aprender a valorar como parte de una nueva cultura socioambiental, evitando que suceda lo que ya tenemos en los siguientes tramos río abajo, sobre lo que hablaremos en la siguiente colaboración.

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