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Rodrigo Medina, un gobernador en apuros

ALFONSO ZÁRATE

O primero que se requiere para ser gobernador", dicen los que saben, "es querer serlo". Hoy, cuando apenas ha cumplido un año en el cargo, no es seguro que Rodrigo Medina -un principiante de 38 años- quiera o pueda seguir siendo gobernador, porque en Nuevo León, como en varios estados de la República, el ejercicio del poder constitucional conlleva ahora un riesgo mayor que el de la reprobación pública y el ridículo: el de la muerte.

Mientras en los últimos años una violencia demencial se afianzaba en distintos puntos del Norte del país (Baja California, Chihuahua, Durango y Tamaulipas, principalmente), Nuevo León, con su fortaleza económica y cívica, parecía a salvo; de ahí la sorpresa ante la irrupción de una violencia que se hizo evidente con la ola de robos violentos que afectaron a los industriales del acero: entre 2004 y 2009, más de mil tráileres fueron asaltados en las carreteras federales; luego siguió la emigración "silenciosa" a Estados Unidos de figuras de la élite regia (empresarios, ejecutivos, líderes de opinión, familias enteras).

Pero el rebrote mayor se dio a partir de 2009; desde entonces, los demonios andan sueltos. Sólo en un fin de semana ocurrieron 56 narcobloqueos en las principales calles y avenidas del área metropolitana de Monterrey, sin que las autoridades respondieran con prontitud y eficacia; los criminales han usado a sectores lumpen (los "tapados") para la protesta callejera; las ejecuciones van en ascenso: pasaron de 99 en 2009 a 480 hasta el mes de octubre (un incremento del 485%) y, más recientemente, las explosiones de granadas han dejado heridos y muertos a niños y adultos inocentes. Todo eso ha sembrado miedo y ha trastocado los usos sociales.

En Nuevo León, asiento de un enorme poder económico y financiero que genera 8% del PIB nacional y que representa el 10% de la producción industrial y recibe 12% de la inversión extranjera directa (sólo después del DF), la sociedad no está dispuesta a darse por vencida, por eso reclama a las autoridades, cada vez con mayor dureza, que hagan su trabajo y pongan un alto a la delincuencia. Los empresarios quieren resultados y los quieren ya.

Medina de la Cruz ha dicho que no va a renunciar. Pero cada día que pase le será más difícil mantenerse en el gobierno mientras le regatean los apoyos, lo mismo los señores del gran dinero -salvo Lorenzo Zambrano, presidente de Cemex-, que los miembros de su propio partido.

Todo parece mostrar que Medina no cuenta con la decisión, ni la capacidad, ni los tamaños para enfrentar la dura situación que lastima a la sociedad neoleonesa. Para colmo, no le ayudan las declaraciones de sus colaboradores. Hace unos días, el procurador general de justicia, Alejandro Garza, mostró su ineptitud e insensibilidad al hablar de la explosión de una granada que dejó víctimas inocentes: "Podemos considerar como línea de investigación que las mismas fuerzas están tratando de contrapuntear a la autoridad con la ciudadanía, haciéndola creer que existe una violencia que en realidad no existe...".

Los impactos del desbordamiento de la delincuencia contaminan todo. Inversiones extranjeras ya aprobadas, incluyendo algunas de carácter estratégico, están siendo revisadas a partir de tres ingredientes: la seguridad de sus ejecutivos, la protección de sus instalaciones, y los riesgos de extorsiones.

Rodrigo Medina "no quiere queso sino salir de la ratonera". Si cae, sería el primer caso de un gobernador que por no poder ofrecer resultados claros en la lucha contra la delincuencia, habría tenido que dejar el poder. Su desgaste, el de un muchacho con pinta de bueno, cuestiona la pertinencia de caras bonitas, buenos modales, harta mercadotecnia y el apoyo de los medios de comunicación, como condiciones suficientes para gobernar. El modelo se desinfla.

El domingo pasado, en un vuelo de Manzanillo a la Ciudad de México, debí pagar dos mil 50 pesos en efectivo por el cambio de día en un boleto para una menor. Esas prácticas exhiben a un empresariado voraz e incompetente, como el que llevó a la quiebra a Mexicana.

(Presidente del Grupo

Consulto Interdisciplinario)

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