Lucha. Un grupo de feministas, protesta ante la embajada de Irán en Kiev, Ucrania, contra la sentencia que condena a muerte a Sakineh.
Ni ejecución ni condena en firme, al menos de momento, fue la respuesta de Teherán a los rumores sobre el posible ahorcamiento de Shakineh Mohamadi Ashtiani, la mujer acusada de asesinato y adulterio, y cuyo caso ha devenido en un problema más para el dividido régimen iraní.
Así lo aseveró el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Manoucher Mottaki, después de que una alarma encendida el martes por el Comité Internacional en contra de la Lapidación desatara una nueva oleada de protestas y condenas a nivel mundial.
El jefe de la diplomacia iraní habló por teléfono con su homólogo francés, Bernard Kouchner, a quien aseguró que el "veredicto final" no ha sido "pronunciado por la justicia iraní" y que las informaciones en torno a su supuesta ejecución "no corresponden a la realidad".
Su discurso se vio reforzado horas después por las declaraciones de Malek Ajdar Sharifi, funcionario judicial iraní que afirmó que la mujer, de 43 años, "está en la prisión de Tabriz y en perfecto estado de salud".
"Su expediente sigue su curso en los tribunales provinciales", agregó Sharifi, citado por la agencia oficial de noticias local Irna.
Las declaraciones del régimen no han convencido al citado comité, que aunque admitió que la condena no había sido llevada a efecto, reiteró que la mujer sigue bajo amenaza y que teme un desenlace trágico en los próximos días.
A este respecto, su portavoz, Mina Ajadi, admitió que "quizá" la movilización de la sociedad civil mundial y las presiones de gobiernos como los del Reino Unido y Francia, entre otros, "han paralizado momentáneamente la ejecución". "No podemos hablar directamente con las personas encarceladas, pero los contactos que tenemos allí nos han indicado que la mujer sigue viva", afirmó Ahadi.