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Saldos de guerra

Diálogo

YAMIL DARWICH

El presidente de los EUA, Barack Obama, visitó el primer día de septiembre una base militar en Texas, para declarar ante la presencia de la prensa y los últimos combatientes arribados de Irak, que: "la guerra ha terminado".

Los costos no han sido claramente definidos, pero en vidas humanas se calcula, al menos, cien mil muertos iraquíes, básicamente civiles y cinco mil soldados norteamericanos, además de incontables heridos, lisiados y damnificados.

En términos económicos, alrededor de ochocientos billones de dólares "quemados" en el sostenimiento de la invasión, quedando el país con graves deterioros en vías de comunicación, construcciones y servicios, sin considerar el resentimiento -aún más profundizado- de los países árabes, por el abuso en el uso de las capacidades tecnológicas de guerra en contra de otros de su misma etnia, afectándoles la calidad de vida, creencias religiosas, usos y costumbres.

La justificación para la invasión, fue basada en la pseudoamenaza nuclear que representaba el finado dictador Saddam Hussein, quien supuestamente tenía bombas atómicas, además del argumentado repudio de su pueblo, por los actos de barbarie cometidos; con el tiempo, fueron descubiertos como mentiras, excusas para atacar y tratar de imponer criterios políticos y económicos, favoreciendo los propios.

Al exterior de Irak, y ante los ojos del mundo, los EUA, pagan un precio alto, que incluye mayor desprestigio moral y la consecuente reprobación de sus actos; entorpecimiento de relaciones políticas y comerciales con otras naciones, particularmente las de Oriente Medio; costos a futuro en dinero, por pagos a soldados ahora excombatientes veteranos, que también exigirán sus espacios en la sociedad norteamericana; y otros gastos no considerados como atención a la salud de esas personas, que fueron sometidas a la psicología de guerra, con efectos secundarios en su estado, integridad física y mental.

Habrá que prevenir otros costos por educación, pensiones y hasta desadaptación social, de excombatientes dañados por los traumas de guerra.

También incluya el costo político al interior, con pérdida de bastiones del Partido Republicano, empezando con la entrega de la Presidencia de los EUA; el desprestigio de los senadores que apoyaron por unanimidad el ataque, quedando el interrogante si fue por complicidad, ignorancia o hasta irresponsable desinformación; y el abandono de votantes pacifistas inconformes que, desde el primer momento, se opusieron a otro acto de barbarie.

Las ganancias no son claras; sin duda que en una economía de guerra, como la vivida por los EUA, la inyección económica a la industria de ese país dejó beneficios que difícilmente conoceremos, -seguramente enormes- que de alguna manera apoyaron a las deterioradas finanzas norteamericanas; el posible negocio con la reconstrucción de un Estado desolado, que ofrece jugosos contratos a los inversionistas estadounidenses; y la demostración de poderío militar, ante las naciones del mundo, que dimensionan la capacidad de ofensa que tiene el vecino del norte, dado el caso de necesitar defender sus intereses.

Queda pendiente el análisis y las reformas que habrán de proponerse ante la ONU, en relación al desempeño de las Fuerzas Armadas en situaciones como la padecida en Irak, donde el abuso y falta de respeto al paradójico concepto de "humanismo en estado de guerra", ha sido abatido con actos inmorales en los momentos de combate, agresiones a civiles y a sus emblemas culturales, además del trato inhumano a prisioneros de guerra, cometido por soldados -ambos sexos- de las fuerzas aliadas, sobradamente denunciado ante el mundo.

Caso aparte es lo conocido por haber sucedido en las prisiones militares, como el extremo denunciado en Guantánamo, Cuba.

Quizá, una de las posibles ganancias para el mundo, sea la instauración de un sistema democrático que permita "infiltrar" a las naciones árabes y que éstas adopten, poco a poco, los conceptos de política de convivencia que vivimos en occidente; aun ese beneficio se ve remoto, en una cultura que inició con los primeros sedentarios del planeta y que tiene arraigadas -muy profundamente- sus creencias religiosas, políticas y sociales, tan extrañas e incomprensibles para nosotros.

La contabilidad final no es nada favorecedora para occidente; es otra advertencia de que el sistema democrático no ha dado -igual que otros, como el comunismo- los resultados en paz, concordia, justicia y calidad de vida entre todos los seres humanos, a pesar de los adelantos en el conocimiento y aplicación de los recursos científicos y tecnológicos.

Ésta, como otras guerras - ¿invasión? - confirman que todos los sistemas fallarán, si quienes los aplicamos no somos conscientes y moralmente responsables de ellos.

Fue una guerra que perdimos todos los seres humanos y que sólo unos cuantos ganaron, para sus fines particulares.

Es evidente que el cambio debe venir a partir de los propios seres humanos, algo harto difícil, considerando que los valores han sido subordinados a los intereses de pocos y ellos son quienes administran la fuerza.

¿Hasta cuándo aprenderemos?

Ydarwich@ual.mx

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