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Sangrienta tradición afgana: peleas de perros

EFE

Las peleas organizadas entre gallos, pájaros, perros y hasta de cometas son una pasión que concita ánimos y apuestas de multitudes en Afganistán, un país donde el valor de los hombres se mide todavía por su destreza en el combate.

Los viernes, días de oración para el Islam, son los días elegidos por cientos de kabulíes para acudir al parque central de la capital afgana y dar rienda suelta a su actividad favorita, las sangrientas luchas de perros, gallos o pájaros de pelea.

A poco de amanecer, entre chicos que desmadejan los hilos de sus cometas, los aficionados hacen corros y depositan sus apuestas alrededor de los animales, que reposan en cajas profusamente decoradas antes de saltar a la arena.

"Nací y crecí en guerra. Me encanta ver la lucha, es un buen pasatiempo"; relata Shafiqulá, un afgano de 26 años que acaricia a su pájaro mientras lo prepara para la próxima pelea.

"El viernes pasado, mi codorniz venció a otras dos. Es una heroína", continúa.

En otro rincón del parque, dos grandes gallos con picos ensangrentados luchan ante decenas de espectadores, no lejos de una pareja de perros que se enfrentan entre gritos de ánimo de hombres excitados.

Los propietarios tienen buen cuidado de sus aves y perros: cada mañana caminan con ellos durante horas para aumentar su fuerza, y en el caso de los pájaros, los envuelven varias veces por semana en un tejido húmedo y frío para endurecer su piel.

En un país cuya renta per cápita no llega a los 500 dólares, un buen gallo de pelea puede llegar a costar hasta 2,000 de ahí la atención que los cuidadores dan a estos modernos y obligados "gladiadores" .

Paradójicamente hastiada por las guerras interminables que ha sufrido el país a lo largo de su historia, la cultura afgana se precia de su carácter indómito y de su admiración por el arte y la naturaleza de la lucha.

Esto explica en parte que las peleas de animales gocen de tanta salud en la vida afgana, por mucho que fueran prohibidas por su carácter antiislámico durante el régimen integrista de los talibanes (1996-2001).

Las luchas organizadas entre animales no se limitan a pájaros y perros: con la llegada de la primavera y el buen tiempo, es común que los campos del Norte afgano sean escenario de combates entre camellos, carneros y hasta toros.

Afganistán ha pasado tres décadas enfrascado en distintas guerras, y en el país siguen activas las milicias de los talibanes, cuyo Gobierno fue derrocado tras la invasión de las tropas lideradas por Estados Unidos a finales de 2001.

De la actual lucha insurgente contra las tropas extranjeras y el Gobierno afgano tampoco se libran las peleas de animales. En febrero de 2008, unos 80 afganos murieron en un ataque suicida contra una multitud que presenciaba una pelea de perros en Kandahar.

Por otro lado, el Ministerio de Asuntos Religiosos no ha recibido quejas sobre la lucha entre animales, pero considera la práctica "antiislámica" y ha pedido a los imanes que prediquen contra ella en las mezquitas, dice un portavoz del organismo, Habibulá Saleh.

No parece tarea fácil, si uno atiende a los cientos de kabulíes que se acercan cada viernes al parque central de la capital afgana para satisfacer su gusto por la pelea, o más sencillamente, su gen competitivo: muchos, cuentan, vienen directos de la mezquita.

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