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Sentimos que el exceso de libertad nos aplasta

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Sentimos que el exceso de libertad nos aplasta

Sentimos que el exceso de libertad nos aplasta

Jacinto Faya

Los seres humanos somos idénticos a los de hace 50 mil años. Las grandes pasiones como el amor, el odio o la venganza, las agudas pulsiones como el sexo, las difíciles cuestiones existenciales como el ejercicio de la libertad, contienen los mismos elementos hoy que hace milenios.

Solamente que esas pasiones, pulsiones y decisiones, la gente las ha vivido de manera diferente en frecuencia e intensidad, según el momento histórico. Sin ir muy lejos recordemos que en la Viena de Freud, a finales del siglo XIX, se vivía una gran represión del instinto sexual. En cambio, no había muchas opciones en el ejercicio de la libertad, pues las estructuras sociales, religiosas, culturales y económicas, habían impuesto con gran fuerza una serie de limitaciones a la libertad de las personas.

Hoy en día en todos los países de Occidente y muchos de Oriente, las cosas suceden al revés. La represión sexual de finales del siglo XIX y la primera parte del siglo XX es una cuestión que hoy no se da; al contrario, el desenfreno sexual es la norma. En cambio las severas restricciones a la libertad personal, que eran la costumbre en los últimos años del siglo XIX y hasta el tercer decenio del siglo XX, es hoy en día cosa del pasado. Ahora cada individuo siente el inmenso peso de la loza de una libertad que debe ejercer de la mejor manera. Anteriormente se le decía a la gente lo que ‘tenía’ que hacer, y hoy las personas deben decidir lo que ‘quieren’ hacer.

Los acontecimientos nos tomaron por sorpresa: simplemente contamos con muy poca preparación y formación sobre las estructuras esenciales de la vida, como para acertar convenientemente lo que ‘queremos’ escoger entre las múltiples opciones que la existencia nos da, a fin de ejercer nuestra libertad en un marco de responsabilidad.

En las tribus más antiguas sucedía lo mismo y así lo ha comprobado la antropología cultural: a los miembros del clan se les dictaba lo que ‘debían’ hacer, y se les daban muy pocas opciones para elegir aquello que ‘querían’.

En la actualidad tenemos que enfrentarnos con el horroroso hecho (no estamos lo suficientemente preparados para ello) de ser forzados a elegir responsablemente entre múltiples opciones. Se nos vino encima el gran peso de un exceso de libertad; no sabemos qué hacer con ella y hoy es una de las cuatro causas fundamentales de nuestros conflictos emocionales (las otras tres son el temor a la muerte, el sentimiento de estar solos y aislados, y no poder precisar cuál es el verdadero significado de nuestra existencia).

Es común que escuchemos hablar del ‘vacío de la vida’, de sentir que ‘algo nos falta’ aunque no sepamos qué. Decimos que estamos desorientados, que experimentamos cierta angustia, pero no conocemos su causa. O insatisfechos, pero no definimos en qué consiste esa insatisfacción. La psicología moderna no ha precisado el origen de estos difusos malestares emocionales. En muchos casos, ha contribuido a incrementar la presión y agudeza de estos conflictos en quienes los sufren. En un exigente refinamiento, ha dejado más perplejo y confundido al que trata de aliviar, pues le habla de la necesidad de que crezca emocionalmente, que logre mayores y más profundos niveles de conciencia. Lo impele a un desarrollo integral, a que se conecte con sus fuerzas espirituales más genuinas, etcétera.

Se trata de corrientes psicológicas que inciden en una mayor desorientación y desaliento. Los grandes curadores del alma de hace dos mil y más años, eran más valientes, directos y realistas. Los estoicos, Epicuro, Séneca, Marco Aurelio, Pascal, Montaigne, enseñaban cómo ‘curar’ las emociones dañadas. Hoy ya no se habla de curación sino de progreso, iluminación, crecimiento, lo que empuja al sufriente en un laberinto de mayor perplejidad.

Critilo considera que la actitud más importante que debemos tener ante nuestros conflictos derivados del exceso de libertad, es la siguiente: con mucha valentía y un gran realismo, esforzarnos en darnos cuenta de que gozamos de un exceso de libertad y que ésta puede ser nuestro sepulcro en vida, o la oportunidad para vivir con mayor plenitud. Pero para esto debemos querer ejercer la libertad con una estricta y seria responsabilidad, pues si lo hacemos irresponsablemente y sin que nos importen los daños que causemos, enfrentaremos sentimientos de culpa, miedo, vergüenza, y pánico.

No podemos eludir el ejercicio de nuestra libertad cuando casi nadie nos la limita hoy en día, pero en cambio sí podemos precisar qué queremos elegir de manera responsable.

Correo-e: jacintofayaviesca@hotmail.com

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