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Sepulcro vacío

Diálogo

YAMIL DARWICH

La Pascua representa la fiesta más importante de los cristianos; recuerda la muerte y resurrección de Jesús Cristo.

Empieza con la descripción del sepulcro vacío, donde inician las discusiones teológicas encabezadas por los cuatro evangelistas autorizados por la Iglesia Cristiana; con Marcos, que afirma fue un ángel quien hizo rodar la piedra que lo cubría y los demás escritores sagrados, que sólo mencionan que la cueva estaba vacía.

Desde luego que para los judíos y los cristianos era de vital importancia demostrar la existencia, o no, del milagro de la resurrección; los primeros temían que se fortaleciera el mito del Jesús Dios, quedando como los incrédulos causantes de su muerte; los segundos, quienes la consideraban como evidencia determinante, de que Jesús era, verdaderamente, el hijo de Dios, fortaleciéndose en sus creencias y dando cimientos sólidos a una nueva religión: el Cristianismo.

Esa fue la causa por lo que los ancianos sacerdotes del Sanedrín, pidieran a los romanos que colocara guardias de soldados frente al sepulcro.

Pilatos aceptó y nombró a Petronio, capitán de legión, para que asegurara el sepulcro.

El apoyo no era gratuito, ya que para los mismos romanos era altamente inconveniente que se estimularan nuevas rebeliones, que de hecho se dieron, particularmente con las abusivas tasas impositivas.

En el hecho histórico caben teorías de diferentes tendencias, aún entre los creyentes: la interpretación existencial, que basa su revisión en el ser, hombre en su situación ante Dios; la de la revelación, que estudia el hecho desde el principio de la fe; y la histórica, que sólo se apega a los sucesos conocidos o racionalmente posibles.

Aun entre los estudiosos cristianos hay diferentes posturas; algunas ubicadas en el extremo: unos insisten en ver el hecho como un evento divino que no tiene explicación racional y otros lo consideran algo figurado, que únicamente tiene importancia en relación al mensaje final: la posibilidad de retomar nuestras vidas, modificando el ser y actuar, siguiendo las enseñanzas del crucificado.

Entre todos, hay quienes tratan de encontrar y defender la evidencia histórica del sepulcro, que por narración evangélica sabemos se ubicaba en el Gólgota, -calavera- ladera con cuevas naturales y excavadas que servían para depositar los cuerpos humanos en espera de la resurrección.

Los no creyentes se esfuerzan en demostrar que Jesús murió y no hubo tal resurrección; entre ellos, algunos aseguran haber encontrado una tumba con el cuerpo de un crucificado en Giv'at Ha-Miutar, al nordeste de Jerusalén.

Otros detractores, simplemente se aferran a la idea de que fue sepultado conforme a la tradición en esos casos, junto a los dos ladrones, -Dimas y Gestas- sin informar el lugar del depósito de los cadáveres, costumbre de aquellos tiempos.

La respuesta con evidencias es contundente: el sepulcro vacío, descubierto bajo Constantino, no puede ser invención y fue hallado en el lugar donde ahora está la iglesia dedicada a su adoración.

La réplica de los incrédulos estuvo basada en que los judíos no enterraban a sus muertos dentro de las ciudades, verdad histórica; pero al respecto, existe la evidencia irrefutable que Herodes Agripa, entre los años 41-44 d.C., construyó una tercer muralla que protegiera a la ciudad extendida por el crecimiento natural, quedando el citado Gólgota, dentro de las nuevas demarcaciones urbanas.

Para los creyentes y para la Iglesia Cristiana, la verdad de la resurrección es vital en su fundamentación y ahí atacan los detractores.

Ellos, consideran altamente sorprendente que las primeras en encontrar el sepulcro vacío fueran las mujeres seguidoras de Jesús y, con malicia, subrayan el testimonio de María Magdalena, de haber observado a Jesús resucitado, que bien pudo ser un invento. Los segundos en descubrir el nicho vacío fueron Juan y Pedro, llegando el menor, por simple fortaleza de juventud, en primer término.

Los soldados, vigías del sepulcro de Jesús, declararon sobre el milagro y los judíos insistieron en que mentían y que, sencillamente, se habían quedado dormidos y trataban de salvarse del seguro castigo que preveía la disciplina militar de los romanos.

Difícil encontrar un método que permita demostrar a los incrédulos lo que por fe creemos los cristianos, aun cuando históricamente quede la evidencia contundente de que nunca, en la historia de la humanidad, ninguna religión pudo resistir las críticas y paso del tiempo.

El Cristianismo sigue presente y curiosamente gana cada vez más adeptos, junto al Islamismo, que como religiones monoteístas promueven al mismo Dios.

Aunque en los países del llamado "Primer Mundo" la pérdida de fe es sevidente, el planeta sigue venerando la imagen del hombre, profeta y Dios, que nos dejó un mensaje que desafortunadamente no atendemos.

De hecho, los romanos lo crucificaron con las abreviaturas "INRI" -Rey de los Judíos- que tiene la connotación de "Rey de Israel", el Mesías, grave ofensa para los creyentes de la Torá.

Ydarwich@ual.mx

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