El desarrollo de la tecnología ha hecho posible la transmisión instantánea de fotografías y videos.
A veces la tecnología no sólo nos trae beneficios sino también nuevos riesgos. Uno de ellos es el sexting, como se llama al intercambio de imágenes eróticas por celular o Internet, el cual ha cobrado mucho auge entre los adolescentes en todo el mundo, quienes continúan adoptando esta moda sin pensar en sus posibles consecuencias.
El término sexting se origina de la contracción entre las palabras inglesas sex y texting, y se refiere al envío de material erótico en fotos o videos, por medio de un teléfono celular o vía Internet. Dicha práctica se encuentra muy extendida actualmente en todo el orbe, entre jóvenes aunque particularmente entre los adolescentes, exponiéndose a ser víctimas de la pornografía, acoso sexual, repudio público, humillación y hasta a convertirse en delincuentes por remitir y recibir imágenes de menores de edad desnudos o semidesnudos -sean suyas o de sus conocidos- lo cual es un crimen penado en la mayor parte del mundo -aunque ellos mismos se hayan tomado la foto.
El desarrollo de la tecnología ha hecho posible la transmisión instantánea de fotografías y videos, facilitando el intercambio de material erótico entre estos usuarios. Como el teléfono se considera un objeto de uso personal y privado, todo indicaba que se iba a respetar esta regla implícita en la relación humana, mas no siempre ocurre así. Cualquiera puede mandar y a su vez reenviar a otros el material recibido, ya sea con el consentimiento expreso de quien ahí aparece o sin éste, dañando su reputación al exhibirlos ante propios y extraños.
NACE EL SEXTING
Diversas publicaciones en lengua inglesa, entre ellas el Sunday Telegraph, marcan 2005 como el año en que comenzó el envío de material erótico vía Internet y teléfono celular entre los jóvenes. El diario británico señala el caso de dos amigas que se fotografiaron al estarse bañando, las cuales circularon por teléfono celular y en el ciberespacio, acción que ocasionó su expulsión de las escuelas a las que pertenecían por considerar su conducta inmoral y obscena.
El argumento de ambas adolescentes fue que tales imágenes no fueron compartidas con su autorización a otras personas y que sólo eran para ellas. Pero ¿quién puede garantizar la confidencialidad de estas fotos o videos íntimos? Nadie. Vivimos en una cultura donde el respeto al derecho ajeno cada vez es más pisoteado y un retrato personal e íntimo puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza y generar tal arrepentimiento y conflictos sociales que incluso empujen al suicidio, situación ya ocurrida.
EL CUERPO COMO LETRERO
Con el uso cada día mayor de las redes sociales por Internet y los teléfonos multifuncionales, los jóvenes de hoy pueden caer fácilmente en la tentación de querer ser los más populares de su escuela o rumbo.
¿De dónde nace el deseo de ser admirado? Del sentimiento de inadecuación e insatisfacción que vive el adolescente, pues aunque quiera afirmar “¡estoy seguro de mí!, ¡me siento guapo, guapa!”, la realidad es muy distinta. Quienes usan estos medios de ‘promoción’ tienen una dificultad para manejar y posponer la satisfacción de sus necesidades, en este caso de aprobación. La frustración les orilla a sentirse vivos fantaseando sobre lo que otros experimentarán al ver su imagen semidesnuda o en una pose provocativa. Creen que si no se muestran así no va a ser aceptados. En un anhelo constante de sentirse queridos piden que les ‘firmen’ las fotos o les escriban un comentario. Requieren entregar su intimidad a cambio de atención, como si no valieran por sí mismos. Su autoimagen está por los suelos aunque pretexten lo contrario.
Así, las fotografías donde resaltan el pecho, las nalgas o los genitales se convierten en un letrero que busca aprobación y admiración de los cibernautas.
INTEGRIDAD Y MÁS EN RIESGO
Los padres de familia deben supervisar el contenido de los sitios que visitan sus hijos en Internet y lo que reciben en sus celulares, y para ello requieren estar a su lado, lo cual los jóvenes de ninguna manera aceptan, pues se sienten oprimidos y vistos con recelo. Son capaces de jurar hasta el cansancio que ellos ni siquiera han visto nunca algo parecido al sexting, pero desafortunadamente en la mayoría de los casos mienten.
Los progenitores necesitan aceptar el reto y si es preciso pedir asesoría a un especialista en tecnología para supervisar a sus adolescentes y revisar qué hacen cuando no los observan. Más vale caer en la exageración a después lamentarse por haberlos descuidado.
Debemos ser claros. Usar fotografías o videos eróticos y enviarlos por telefonía celular o Internet implica el enorme riesgo de que acaben siendo usados como material pornográfico o mostrados de manera degradante por cualquiera. Quien se preste a ello se expone al escarnio público o incluso a convertirse en un delincuente por producir o transmitir material que puede catalogarse como pornográfico.
La familia infunde el código moral y la manera de encauzar los impulsos, entre ellos el sexual, que es mejor reservar hasta llegar a una decisión madura en tiempo, espacio y circunstancias. Cada familia juega un papel único en la enseñanza de valores. Tristemente en la época actual es común que ambos padres trabajen y muchas veces no se dan tiempo para platicar y convivir con sus hijos. Atienden lo urgente -colegiaturas, salud, vivienda, etcétera- y descuidan lo importante -la instrucción en los valores que nos consolidan como miembros de un clan, una sociedad.
De ninguna manera deje a sus hijos al garete, no permita que ellos decidan cómo hacer las cosas. Usted como padre o madre es quien lleva la capitanía de la nave familiar. Es vital escuchar y proponer alternativas que validen a cada uno de los miembros, pues sólo así no buscarán la aprobación externa para sentirse importantes y valiosos.
En su libro Con mi hij@ no la periodista Lydia Cacho sacude a los lectores aludiendo al papel definitivo que cada uno juega para evitar que sus hijos sean víctimas del abuso sexual. El sexting no sólo puede provocar humillación, también llega a originar sensación de acoso y en casos extremos hasta homicidio.
Desde luego, no es un secreto que esta práctica ha facilitado a los pederastas el acceso a un cuantioso material que de otra manera les sería difícil obtener. Es posible que más de cuatro estén disfrutando las imágenes de las chiquillas desnudas que se exhiben en las páginas ávidas de sexting. ¡A ver qué cara ponen si aparecen sus hijas!
SEXUALIDAD ADULTA
Quienes gozan y disfrutan enviando sus imágenes explicitas sexuales a través de los medios electrónicos modernos creen que nunca tendrán una relación interpersonal profunda, y que dejarse llevar por el impulso erótico inmediato que satisficieron exhibiéndose por vía electrónica no les pasará factura. Cándida e ingenuamente piensan que la vida siempre tendrá el mismo ritmo. Después, cuando conocen a una pareja con quien desean establecer un nuevo proyecto de vida, es común que con dolor vean el lastre que les dejó sumergirse ese afán de mostrarse ‘libremente’ en fotografías muchas veces usadas para masturbarse. Lo fácil del arrebato inicial les pasa la cuenta al ver cómo no se concreta una relación profunda, dada la ligereza con que afrontaban las pasiones en otras épocas de su existencia.
Para evitar lo anterior, es fundamental que padres e hijos encuentren espacios de diálogo éste y otros temas, sin interrumpirse mutuamente, ofreciendo un respetuoso momento de escucha activa, expresándose constantemente el amor que se tienen, a fin de salvaguardar a los más jóvenes de intrusos que puedan arrebatarles su tranquilidad. No deje que el sexting amordace la vida de sus adolescentes.
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El desarrollo de la tecnología ha hecho posible la transmisión instantánea de fotografías y videos.