La semana pasada en este espacio se tocaba el tema de la oportunidad que era el Mundial para cuando menos cambiar el estado de ánimo colectivo en todo el país. La crisis ha golpeado a casi todos con fiereza y lo que es mucho peor, la descomposición a niveles surrealistas de la violencia y la inseguridad que se vive en el territorio nacional, acentuándose por supuesto particularmente en los estados del norte, además por supuesto de Sinaloa, Durango, Michoacán, Guerrero, Morelos. Las ciudades fronterizas están en el abismo de la pérdida de la tranquilidad y de la seguridad de las personas y sus patrimonios. Torreón, Gómez Palacio, Lerdo, Matamoros, Francisco I. Madero y San Pedro están en las mismas.
Hace una semana la Selección de México enfrentó a la anfitriona Sudáfrica en el juego inaugural, debido que la suerte así lo decidió en el sorteo de diciembre pasado donde se ubicó a la escuadra azteca en el mismo grupo de los llamados Bafana Bafana (los sudafricanos) Uruguay y Francia. El resultado de todos conocido fue un empate a uno. El primer tiempo, el equipo tricolor, vestido para esa ocasión con el novedoso uniforme en negro, dominó con claridad el encuentro y sin embargo, no pudo hacer constar esa superioridad en el marcador y se fueron al descanso 0-0.
La segunda parte fue otra historia. Centrados mucho en el descontrol del cuadro mexicano, los locales aprovecharon y marcaron un golazo. México supo emparejar y todo terminó en empate. Vale la pena señalar que en la historia de los mundiales nunca el equipo local ha perdido en el juego de apertura y por supuesto que se vive una presión especial para todos, aunque no es pretexto suficiente para no haber ganado el partido. Uruguay, rival también de grupo, aquel día empató sin tantos con el subcampeón Francia.
Por supuesto las naturales críticas explotaron: que siempre pasa lo mismo; que somos un país que no puede generar equipos de trabajo ganadores; que los clásicos ratones verdes y anexas.
Es imposible en cualquier mesa no tocar el tema de la Copa del Mundo. Aun cuando por supuesto se trata de un deporte, de un juego, el Mundial concita muchas cosas: paraliza la agenda pública nacional, provoca reacciones similares de euforia popular en diversas latitudes en todo el orbe, logra que 3 mil millones de personas, la mitad de toda la población del planeta preste atención al mismo hecho. Por ello en páginas editoriales, columnistas destacados en los temas de política y sociología se aventuraron también a aportar sobre el tema.
Estadísticas sustentaban que ciertamente la historia del balompié nacional no es precisamente exitosa. Es verdad que la misma cuenta mucho más resultados de ya merito que algún logro significativo. A nivel mayor, se cuenta con el título de la Copa Confederaciones que se celebró en nuestro país en 1999 y por supuesto, a nivel juvenil en 2005, en Perú, México conquistó el campeonato mundial derrotando 3-0 ante el conjunto de Brasil. Algo empezaba a cambiar.
Pero lo que respecta a participacioness en Copa del Mundo mayor, el tricolor tiene 11 victorias, 13 empates y 22 derrotas, y se presenta como máximo perdedor histórico. Pero desde 1986 la Selección tiene 7 triunfos, 9 igualadas (las eliminaciones en 1986 en penales ante Alemania y en Estados Unidos ante Bulgaria, para términos estadísticos se cuentan como empates) y 5 descalabros. Evidentemente tiene que ser otra la perspectiva, aunque nunca se le había ganado a un equipo considerado de los grandes.
Así que la oportunidad de cambiar el ánimo estaba servida y la cosa sucedió. Un partido trabado ante la Selección francesa, campeona del mundo en 1998 y subcampeona actual, fue el escenario donde por fin la fortuna estuvo de nuestro lado. El gol perfectamente definido por Javier Hernández y el penal convertido con categoría por Cuauhtémoc Blanco sellaron el resultado.
Es un juego, cierto, pero cae en el ánimo como un invaluable bálsamo de optimismo. Poco de lo negro que hoy se vive va a cambiar, pero hoy vale pensar que si no fuera por estos ratos, qué nos quedaría para disfrutar y sentir como mexicanos.
Enriqueirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx