"La gente puede dormir en paz por las noches sólo porque hay
Tipos rudos dispuestos a recurrir a la violencia para protegerla."
George Orwell
Los familiares de los muchachos asesinados en Ciudad Juárez el 31 de enero exigieron en repetidas ocasiones la presencia del presidente Felipe Calderón. Cuando éste se presentó finalmente el 11 de febrero, fue sometido a quejas y cuestionamientos. La señora Luz María Dávila, madre de dos de los estudiantes ejecutados, le espetó: "Yo no le puedo dar la bienvenida. Yo no le puedo dar la mano."
Entiendo el enojo de los familiares. La señora Dávila perdió en la matanza a sus dos únicos hijos. Alguien debe tener la culpa. El presidente se convierte en responsable, no por que haya mandado a matar a los jóvenes, sino porque es el primer mandatario. En México se sigue pensando que el tlatoani, el virrey o el presidente es responsable de todo lo que ocurre.
La mayor responsabilidad del presidente fue declarar desde Tokio que la matanza de Juárez era probablemente producto de un pleito de pandillas. De hecho, ésta ha sido siempre una explicación fácil para los funcionarios que desean lavarse las manos de la violencia. Quizá quienes acribillaron a estos jóvenes eran pandilleros; las víctimas, ciertamente, no lo eran. Una declaración desafortunada, sin embargo, no convierte al presidente en un asesino.
El que la violencia no provenga del Gobierno, no significa que el Estado mexicano no esté fallando en su responsabilidad fundamental de proteger a los gobernados. Ciudad Juárez fue una de las primeras ciudades en recibir apoyo del Gobierno de la República a través del Ejército y la Policía Federal, pero la violencia no sólo no se ha reducido sino que ha aumentado.
Según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Social y la Justicia Penal que encabeza José Antonio Ortega, Juárez registró 191 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2009. Esto la convierte en la ciudad con mayor número de homicidios del mundo en términos de su población. La misma organización señala que los homicidios en Juárez aumentaron 800 por ciento entre 2007 y 2009. Son los años, precisamente, de mayor presencia del Ejército y la Policía Federal. Algo está fallando. El objetivo de los operativos no es gastar dinero del erario o sacar a pasear a los soldados sino proteger a los gobernados.
El presidente fue muy valiente al presentarse en Juárez. Contó con la sólida presencia de su esposa Margarita Zavala, una mujer de enorme dignidad y corazón. Era claro que el mandatario se convertiría en foco de la ira de los familiares de las víctimas. Sabía que se le había invitado para decirle que no era bienvenido.
Llega un momento, sin embargo, en que los gestos de valor no son suficientes. Cruzar Juárez cualquier día significa ser detenido por constantes retenes de soldados y policías federales. Los comandos armados, sin embargo, parecen transitar sin ningún problema. El enorme poder de corrupción del narco toca a cualquier organismo de seguridad.
La única manera de disminuir realmente la violencia la señaló el escritor Carlos Fuentes la semana pasada: "Hay que despenalizar las drogas." En Estados Unidos, dijo, hay bebedores, pero no Al Capones. Pero esta es la única solución que las autoridades no quieren considerar.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) pronosticó lluvias para este pasado fin de semana en el Valle de México. Tuvimos, en cambio, días soleados. En una declaración política tras las inundaciones del 3 y 4 de febrero, la Conagua, de la que depende el SMN, señaló que había notificado el 2 de febrero al Gobierno del Distrito Federal que se aproximaban lluvias. Las autoridades capitalinas, sin embargo, habían suspendido desde el 30 de enero los trabajos de reparación del emisor central para bajar el nivel del Lago Churubusco y disminuir el impacto de la precipitación. El problema es que cuando la mitad de las previsiones del SMN son incorrectas, es difícil tomar medidas costosas de prevención.
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