La liquidez financiera que inunda los mercados en los países avanzados está alimentando, como he señalado en diversas ocasiones, varios desequilibrios en ésos y otros países que, más adelante, pueden resultar contraproducentes para la estabilidad económica global.
La segunda ronda de relajamiento cuantitativo que anunció la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) a principios de este mes y que comenté hace un par de semanas, sólo viene a complicar más este problema.
La mayor impresión de dinero no se ha traducido, hasta ahora, en presiones inflacionarias en los bienes de consumo final y hasta se ha planteado la posibilidad de que ocurra una deflación en varios países.
No obstante, algunos productos como las materias primas y varios activos financieros han experimentado un alza significativa en sus precios, más aún después del anuncio de la Fed.
Se presenta, en particular, una situación paradójica en la que simultáneamente aumentan los precios de tres alternativas de inversión que, regularmente, no se mueven en el mismo sentido. Me refiero al oro, las acciones y los bonos, cuyos precios responden a percepciones divergentes de los inversionistas.
El oro, como sabemos, es un refugio al que se acude cuando las presiones inflacionarias se incrementan, convirtiéndose en una alternativa de inversión que protege ante la posibilidad de que esas presiones se materialicen.
En las condiciones actuales, esto es, cuando aumenta considerablemente la impresión de dinero, hay quienes temen se traduzca eventualmente en un crecimiento acelerado de los precios, a pesar de que la motivación principal para esa medida son las preocupaciones deflacionarias de las autoridades monetarias de Estados Unidos.
Por otra parte, el precio de las acciones aumenta cuando se espera que las bajas tasas de interés y el relajamiento cuantitativo mejoren las perspectivas de crecimiento en un entorno de estabilidad de precios, con el consiguiente resultado favorable en las utilidades de las empresas.
No obstante, ya pasó el efecto positivo principal del rebote económico sobre esas utilidades, mientras que la mayoría de los analistas considera que, a pesar del relajamiento cuantitativo, las perspectivas inmediatas de la economía global son relativamente modestas, por lo que es dudoso que las empresas registren resultados tan favorables como los implícitos en la valuación de sus acciones.
En el caso de los bonos, su atractivo como alternativa de inversión aumenta si se prevé que los recursos nuevos se destinarán a la adquisición de deuda gubernamental, lo que eleva su precio y reduce las tasas implícitas de interés.
Mientras la Fed compre bonos gubernamentales estará poniendo, para todo fin práctico, un piso al precio de los mismos, por lo que se convierte en una apuesta atractiva de un solo lado. En épocas normales, la mayor demanda de bonos distrae recursos que de otra manera se destinarían a la compra de acciones, pero no en esta ocasión, debido a que el relajamiento cuantitativo estimula la demanda por todos los activos financieros.
Esta combinación de alzas refleja, además, otro efecto del relajamiento cuantitativo. Me refiero al debilitamiento del dólar como moneda internacional, que ha causado tanto revuelo en el resto del mundo por las consecuencias que ello tiene sobre sus mercados financieros y sus monedas.
En esas condiciones, es previsible que por algún tiempo continúen manifestándose alzas sincronizadas en los precios del oro y otras materias primas, así como de las acciones y de los bonos.
Considero, sin embargo, que la fortaleza simultánea en los precios del oro, las acciones y los bonos es un fenómeno extraño y no puede durar mucho tiempo. Algún evento, como pudiera ser una crisis de deuda soberana, se encargará de provocar una desalineación en las tendencias de esos activos financieros.
Mientras tanto, las autoridades de Estados Unidos saben que sus decisiones de política monetaria hacen particularmente vulnerables al resto de las economías, pero ésa no es su preocupación.
Así lo dijo hace casi 40 años el entonces secretario del Tesoro de Richard Nixon, John Connolly, quien ante los problemas que causaba el dólar al sistema de Bretton Woods, dijo "La moneda es nuestra, el problema es de ustedes".
Algo similar comentó Ben Bernanke el 5 de este mes a unos estudiantes en Jacksonville, Florida, al señalar que el diseño de la estrategia de política monetaria de la Fed debe centrarse en Estados Unidos, en vez de otras economías.
En consecuencia, la fiesta en los mercados financieros globales, que en mucho se debe a las decisiones de política monetaria estadounidense para reparar su economía, terminará algún día, y cuando suceda podría causar trastornos importantes en otros países, incluyendo el nuestro.