MINA SAN JOSÉ, CHILE.- Los 33 mineros atrapados en un socavón durante 69 días sobrevivieron dos semanas y media con sólo unas pocas conservas y agua, mientras sufrían la incertidumbre de ver si los rescatistas hallarían la pequeña caverna en la que se refugiaban.
El menú del que dispusieron los primeros 17 días tras el derrumbe que los sepultó al fondo de la mina San José, 850 kilómetros al norte de Santiago, se lo contó Darío Segovia a su hermano Alberto.
También le contó otros detalles de la vida 700 metros bajo tierra.
Darío y sus 32 compañeros escaparon del infierno de 40 grados Celcius y 90% de humedad en la víspera dentro de una jaula de acero izada cual ascensor por un estrecho túnel de 622 metros de largo, durante una jornada que se prolongó por menos de 24 horas.
"Me contó que sólo tenían 10 latas de atún para todos y agua, pero no es verdad lo de la leche porque estaba dañada, vencida", dijo Alberto Segovia, que hace pocas horas habló con Darío mientras éste descansa con sus compañeros y son revisados en el Hospital Regional de Copiapó, a 50 kilómetros al oeste de esta mina. Luis Urzúa, el último que fue rescatado por ser el jefe de turno y líder respetado del grupo, apenas llegado a la superficie contó al presidente Sebastián Piñera que esperó a que todos llegaran a la superficie,
Relató que racionaron a tal punto el alimento, que al final comían un poco de pescado y bebían agua cada dos días. "Teníamos poquita comida, pero la supimos administrar, al último estábamos comiendo casi cada 48 horas para poder dejar algo", dijo Urzúa, un topógrafo de 54 años, casado y tiene dos hijos.
Darío Segovia contó a su hermano que subirse a la jaula para ser izado a la superficie fue "como si fuera un ascensor en un edificio alto...siempre con la esperanza de llegar luego". Según Alberto, el minero recuerda cómo uno de los momentos más duros de su cautiverio obligado cuando "sintieron el sondaje que les pasó por atrás, y salieron a buscar y no encontraron (nada). Fue de los primeros que falló". Un grupo de expertos socorristas dirigidos por el ingeniero André Sougarret inició las faenas de rescate trabajando sobre la hipótesis de que si los mineros habían sobrevivido al derrumbe del 5 de agosto, debían estar en el refugio que deben tener todas las minas subterráneas, en este caso una cueva de rocas de unos 50 metros cuadrados, que se suponía debía tener suficiente comida y agua para sobrevivir algunos días.