Sé que equipos de la importancia histórica como América, Chivas, Tigres o Atlas o cualquiera (quizá a exepción de Cruz Azul y Monterrey, que sí lo consiguen) darían lo que sea con tal de llegar a dos finales consecutivas, cualquiera que sea el resultado posterior. Pero a veces el llegar no lo es todo. También es importante saber qué hacer y estar a la altura de las instancias que se pisan.
Como lagunero, me sentí incómodo y muy apenado en esta última final por dos tremendos ridículos que hicimos. Hablo en plural porque soy parte de esta comunidad y un interesado en que La Laguna figure como tanto hemos venido promocionando: una ciudad de primer nivel, con un equipo de primer nivel. Ambas propagandas quedaron catapultadas con el peor matador de ideas: la realidad.
El primer sendo ridículo nacional, fue cuando los ojos del país vieron, juzgaron y fueron testigos del comportamiento de nuestra benemérita policía, golpeando a usanza a la porra del Monterrey. Las penosas imágenes son dominio público y no necesito describirlas. Como anfitriones estamos reprobadísimos y ojo porque seremos sede del mundial de futbol Sub 17. Para quitarse el sombrero el trato que recibió nuestra porra en la ciudad de Monterrey, en un estadio aún más hostil que el nuestro, pero con una policía real, que sí funge su papel de autoridad y que se preocupó por la integridad del aficionado lagunero. "No manches - me dijo un aficionado que hizo el viaje al partido de vuelta- hasta me sentía Calderón con tanta seguridad y con el trato que nos dieron".
El otro papelón lo dimos en el partido de vuelta. La decepción de la prensa nacional deportiva fue visible, pues habían anunciado un choque de trenes que se despedazarían buscando el título. Ello nunca ocurrió porque Santos Laguna no metió las manos para conseguirlo. Santos fue borrado de la cancha, si bien por un rival que lo superó en todos los aspectos, pero también en inteligencia, valentía y coraje para enfrentar este partido. Santos Laguna saltó a la cancha derrotado. Con actitud derrotista. Romano quiso inventar el agua tibia en pleno siglo XXI y con ello se convirtió en el entrenador más perdedor de finales de la historia.
Monterrey, le duela a quien le duela, ¡Y vaya que nos duele! Nos demostró, con acciones y resultados, quién es el mandón del norte. Nos quedamos sin argumentos para demostrar lo contrario. Sabemos ahora qué ciudad puede presumir de ser civilizada y qué club es el mandón del norte. Ya no es una cuestión de criterios, ya es un asunto de muy tristes y pobres resultados.
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