La Laguna y los aficionados del Santos que radican en diversas ciudades del mundo, viven actualmente un trauma deportivo que costará bastante tiempo digerir. Sé que el futbol es lo menos importante de lo más importante, pero como válvula de escape de presiones, sentimientos, problemas de vida y como una manifestación cultura y deportiva es del todo importante en una comunidad. Por eso la autoderrota que se recetó Santos Laguna el pasado domingo en la cancha del Toluca, quedará marcada en el consciente colectivo de todos los seguidores verdiblancos.
Son traumas que simplemente marcan el corazón del aficionado: es como cuando Ramón Ramírez salió en camilla en la temporada 90-91 contra el América con la rodilla destrozada, todos quedamos mudos e indignados, sin saber qué decir; o como cuando Osmar Donizete metió gol en el tiempo extra de la primera final que disputó Santos en la 93-94 en Zapopan para arrebatar -sí, hay un antecedente a esta tragedia griega- a los laguneros el título; es como cuando Daniel Guzmán y Ramón Ramírez fueron vendidos a las Chivas; se siente igual a cuando Santos Laguna fue eliminado injustamente por la vía de los penales -sigo con los antecedentes- ante el River Plate con la maligna mano dolosa del árbitro paraguayo. Es simplemente inconcebible. Uno tarda en digerirlo, en aceptarlo. Es resignarse a que no fue un mal sueño, sino que realmente pasó.
Que Romano planteó un excelente partido y merecía su campeonato; que Santos Laguna dominó en todo momento; que Oribe jugó de forma espectacular y tuvo claras de gol para finiquitar y evitar el alargue; que Vuoso falló, que Vuoso abanicó, que Vuoso no le dio...Entonces los penales. Sólo había que meter uno de tres. Y se fallaron los tres. Cualquiera que presentara este guión a una productora cinematográfica, se lo rechazarían por inverosímil.
En lo personal, después de que Arce erró su disparo y se definió otro título para el Toluca, quedé hincado cerca de 10 minutos con la vista fija en el televisor y las manos en la boca. La transmisión ya había terminado: pasaban comerciales e incluso otro programa de entretenimiento inició. Pero yo esperaba: no era posible, en cualquier momento Javier Alarcón saldría a cuadro atacado de risa diciéndonos que todo era una broma, que eso en el futbol no pasaba, que Santos no había perdido. Que nos iban a pasar la versión real. Como es de suponerse, quedé esperando.
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