Un claro objetivo es el que Santos Laguna debería trazarse para esta nueva temporada: recordando la promesa de Rubén Omar Romano en aquella reunión con los medios de comunicación a principios de año, los Guerreros quedarán campeones en cualquiera de los dos torneos del 2010. Es visible que no se pudo llegar a tal aspiración en el campeonato anterior tras perder dramáticamente en los penales contra el Toluca.
De modo que el último cartucho que queda por quemar, es la temporada que vivimos actualmente. En lo personal, no lo veo tan distante. Cuando Romano nos declaró tal atrevimiento (pues en una liga tan compleja como la mexicana, siempre será aventurado prometer un campeonato, por más que las cosas se hagan bien) al recibir su promesa no le creí. En los programas televisivos y en esta columna utilicé el humor negro para comentar en bastantes ocasiones que Santos sería campeón en el 2010 según su entrenador.
Ahora lo veo como un objetivo muy alcanzable. Después de ver el accionar del equipo en la segunda mitad del torneo anterior, en donde era efectivamente la gran oportunidad para cumplir la ya tan multimencionada promesa, no me queda duda que Santos es el equipo a vencer, aunque los medios nacionales no lo tomen mucho en cuenta. Con la incorporación de Benítez y del Pony, la delantera de los Guerreros es más temible de lo que ya era. Y siento que, aunque en algunas cosas no coincidimos, Santos Laguna está bien dirigido.
Mi insistencia en recordar la promesa de Romano, no es para ejercer presión, molestar o ser una piedra en el hígado. Considero a Romano un tipo serio, trabajador y conocedor de lo que hace. Me gusta como técnico del Santos. Lo que busco es crear en el lector y en el mexicano el hábito de la memoria: durante décadas nos han prometido y prometido situaciones que a la larga dejamos en el olvido. Hablo en el ámbito político, social, pero también es un fenómeno que vemos a nivel deportivo, sobre todo en niveles de Selección Nacional. Por eso es importante no olvidar. Porque olvidando se vuelve a caer en el mismo error una y otra vez y no se consigue el avance. Como le sucede a la Selección Azteca, que tiene 20 años estancado en Octavos de Final en justas mundialistas, sosteniéndose de promesas jamás cumplidas. Pero lo que es peor, en promesas elaboradas que fueron olvidadas por el público y que al final no reclamó.
El problema del deporte nacional, de nuestro futbol, de nuestra política, es que el mexicano no tiene memoria. U olvida y perdona todo. No sé cuál sea la respuesta. Pero podemos comenzar a mejorar exigiendo esas pequeñas grandes promesas.
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