La única vez en la historia que la FIFA declaró dos sedes mundialistas en un mismo evento fue al terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando se decretó que Brasil organizaría el evento de 1950 y Suiza el de 1954. Se decidieron estos países porque no participaron en la guerra (aunque Brasil era pro nazi; mientras que Suiza guardaba y administraba el dinero tanto de buenos como de malos) pero la infraestructura y comunicaciones de ambos países estaba intacta. Además, hasta que la sede se le otorgó a Corea y a Japón en el 2002, desde el inicio de los mundiales en 1930, la FIFA le daba un evento a América y otro a Europa, para presumir de equitativo. Una sola excepción, los mundiales europeos consecutivos de Suiza 54 y Suecia 58, rompieron esta regla antes de que lo hiciera Corea-Japón. Y uno suponía quién sería campeón en dicho evento: si el Mundial se jugaba en América, el campeón sería un país americano (estadística que persiste hasta la fecha, rindiendo tributo a la Doctrina Monroe que dicta que América es para los americanos...) y si se jugaba en Europa, entonces sería europeo (también con una deliciosa excepción, pues Pelé con 17 años de edad y su Brasil fueron a Suecia 58 para conseguir la Copa Jules Rimet). Pero ha sido el único americano en conseguir tal hazaña en suelo europeo.
Ahora la FIFA ha anunciado de nuevo dos sedes mundialistas de golpe. Imagino que la mala experiencia que se tuvo en Sudáfrica 2010, en donde no estuvo lista la infraestructura en estadios, seguridad, transporte, hotelería, ni en sector turístico, animaron a la FIFA a anunciar con 8 y 12 años de anticipación tales eventos a dos países que, tal como Sudáfrica, jamás han figurado en el futbol mundial, ya no digamos como potencias.
Rusia ha estado presente en varias copas del mundo con un nivel muy competitivo, pero no ha ido más allá: últimamente ha invertido en equipos de élite del futbol mundial debido a que sus nuevos petrodólares, esta última palabra fue la clave para que la FIFA le otorgara la sede del 2018. Ojalá que como en tiempos de los zares, de Lenin y de Stalin, envíen a jugar a Siberia a los equipos defensivos, punteros, que sólo piensan en pasar a la siguiente ronda, sacrificando el espectáculo y que tanto abundan en el orbe mundial.
Qatar sí que fue una sorpresa. No figura en las justas mundialistas. En las últimas dos décadas ha sido un paraíso de retiro para las figuras internacionales que juegan sus últimos partidos en esa liga.
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