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Su 'misión' es ayudar

CHAVOS DE LA PEREYRA PREFIEREN LAS MISIONES EN EJIDOS QUE LA DIVERSIÓN EN LA PLAYA

Preparación. Para ir de misiones a las comunidades, los jóvenes deben prepararse durante un año en el CAMP.

Preparación. Para ir de misiones a las comunidades, los jóvenes deben prepararse durante un año en el CAMP.

CRISTAL BARRIENTOS

Natalia, Pedro y Ruth, podrían estar disfrutando de sus vacaciones en la playa en cualquier lugar de México, sin embargo, para ellos es más importante su labor como misioneros en comunidades de extrema pobreza.

Para los jóvenes de la Comunidad Apostólica Misionera Pereyra, unos días en la playa pueden tomarse en cualquier otra época del año, y jamás podrían compararse con la satisfacción de ayudar a otras personas sin la pretensión de sentirse o ser tratados como héroes.

 EXPERIENCIA ÚNICA Natalia Muñoz Vargas tiene 23 años de edad y estudia el octavo semestre de Odontología. Desde que egresó de la preparatoria Pereyra continuó con los viajes de misiones porque le gusta ayudar a las personas.

"Tenía 18 años cuando me fui de misionera por primera vez al ejido La Candelaria de Parras. Quería vivir una experiencia diferente. Lo que hacemos es trabajar en la evangelización de los niños, jugamos con ellos, y les enseñamos manualidades a las señoras como flores de papel, mandiles, pulseras, cruces".

Para Natalia fue impactante descubrir otras realidades, pues en la ciudad sólo basta abrir la llave sin importar si se desperdicia el agua, mientras que en las comunidades rurales la gente debe caminar muchos kilómetros para acarrearla en tinas.

Al principio la gente los recibe con timidez, pero en sólo unos días los tratan como si fueran parte de la familia, "la verdad es que nos tienen en un gran concepto y esto representa un compromiso, pues tenemos que dar lo mejor para cumplir con sus expectativas".

En las ciudades, dice, es común ver familias frente a un televisor sin dirigirse siquiera la palabra, "y en los ejidos la gente usa ese tiempo para convivir y platicar".

 NUEVA IMAGEN Pedro Madinabeitia Rodríguez tiene 17 años de edad, y es la segunda ocasión que participa en las misiones de la Pereyra. Desde niño sintió la inquietud de ayudar a los demás porque sus hermanos le contaban del servicio social que realizaban en los ejidos.

"Creo que sacrificar las vacaciones vale la pena cuando haces algo productivo. Todo mundo ansía que llegue esta temporada para salir a divertirse, pero yo quiero algo más trascendente, siento que esto vale mucho la pena".

En otras épocas, dice Pedro, muchos jóvenes aprovechaban este tipo de viajes sólo para "echar relajo", y en consecuencia, la gente de los ejidos no los querían.

Sin embargo, ahora es diferente, pues Pedro asegura que los jóvenes se preparan durante un año en la Comunidad Apostólica Misionera Pereyra (CAMP).

En el primer semestre del CAMP, los jóvenes realizan un apostolado en diferentes asociaciones civiles como la Casa del Anciano o Casa Sonrisa, y esto les permite conocer un poco de lo que harán en misiones, y también desistir si no les gusta el trabajo.

"En las misiones damos pláticas a jóvenes, señoras y niños, sobre la vida en comunidad, los valores, la amistad, la confianza, y esto les ayudan a encontrar nuevas formas de convivencia y tolerancia con el otro".

 "NO SOMOS HÉROES"

Es la primera vez que Ruth Félix Ortega va a misiones. Al igual que Natalia y Pedro, le tocó viajar a Cruz Verde del municipio de Parras en esta Semana Santa. "Quiero dar lo mejor de mi porque no sé muchas cosas, pero mi intención es estar al máximo".

El año pasado, Ruth no asistió a misiones a pesar de haber cursado el CAMP. Enfermó un día antes y no le fue posible viajar, "me operaron, y la verdad me dolió mucho no ir. Así que ahora es mi segunda oportunidad".

A Ruth le gusta convivir con las personas, y cree que una semana de vacaciones no se compara con la experiencia de conocer otras maneras de vivir.

"En lo personal no creo que esa gente tenga menos porque tienen a Dios más cerca que nosotros. Nuestra intención no es hacernos los héroes por darles unas despensas porque la vida de ellos sigue si vamos o no".

Lo increíble de vivir en comunidades rurales es la habilidad de las personas para valorar las cosas importantes de la vida y dejar a un lado las banalidades.

"Ellos nos ayudan a reencontrarnos con nosotros mismos. Convivir con otras personas no permite aprender cosas nuevas".

Y es que asegura que muchos de los misioneros regresan con una nueva actitud ante la vida.

"Pero esto no se logra nada más yendo a un viaje, también es necesario mostrar disponibilidad. Esas personas nos reciben como sus hijos y no cualquiera es capaz de dar amor nada más porque sí", comenta Ruth.

 NATALIA MUÑOZ

Misionera

 PEDRO MADINABEITIA Misionero

 RUTH FÉLIX

Misionera

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