Más odiado que el mismísimo Vuoso, Humberto Suazo se convirtió anoche en el enemigo público número uno de la afición lagunera. Suazo fue el enemigo número uno de la afición lagunera
Torreón, COAH.- Más odiado que el mismísimo Vuoso, Humberto Suazo se convirtió anoche en el enemigo público número uno de la afición lagunera.
Y es que aparte de marcar el primer gol del Monterrey tuvo la osadía de ir a celebrarlo frente a la tribuna santista.
De entrada, cualquier "rayado" no fue bien recibido. Pero el "Chupete" menos que ninguno. Aunque Aldo de Nigris y Jonathan Orozco tampoco se escaparon a las acostumbradas rechiflas del Estadio Corona.
Desde los primeros instantes en que pisó el césped local, el chileno se hizo de la animadversión lagunera. Más porque apenas inició el cotejo recibió un balón en el área que oportunamente puso fuera de peligro Oswaldo Sánchez.
"Pelón, ching... a tu madr...", se escuchaba desde palcos, donde uno que otro aficionado regio trataba de camuflajearse con tal de evadir la infalible bulla.
Y en la cabecera poniente le reclamaban enardecidamente cuando en un intento de escaparse en el área albiverde, justo antes del minuto 15 del primer tiempo, el atacante rayado pareció acomodarse el balón con la mano y Marco Antonio Rodríguez no lo marcó.
O cuando empujaba a Jonathan Lacerda en un afán por hacerse del balón, lo mismo que a Iván "Guti" Estrada, a Rafael Figueroa o a cualquiera que intentaba impedirle un acercamiento a la portería rival.
Al 37, cuando parecía que Santos estaba mejor acomodado y más tranquilo para irse al descanso, De Nigris llegó con todo al área chica y asistió al "Chupete", quien no dudó y con la cabeza consiguió el empate.
Desde que comenzó su camino al vestidor en el medio tiempo y hasta que regresó por el mismo túnel para el segundo, los enardecidos santistas le acompañaron con gritos, mentadas y demás.
Para el complemento, Suazo salió con la firme intención de llevar más peligro al arco defendido por Sánchez y lo logró en los primeros minutos, cuando en una pared otra vez con De Nigris le llegó el balón de forma incómoda y no pudo rematar mejor.
Así que el marcaje de la afición sobre él no cesó, por el contrario, continuó con más presión, muy especialmente después de que el mismo Aldo emparejara los cartones al 54. Monterrey se creció, al igual que el chileno, que poco a poco se acomodó más hasta que su compañero Dulio Davino metió el balón en su propia portería y con ello casi casi se acababan las aspiraciones de llevarse el triunfo.
Más resignado que confiado, Humberto Suazo abandonó la cancha, otra vez en medio de los reclamos, que esta vez se perdían entre el alboroto de la afición lagunera por el triunfo conseguido por los Guerreros, que le dan una ligera ventaja rumbo a la gran final.