"Si quieres hacer la paz con tu enemigo, tienes que trabajar con él. Entonces
Se convierte en tu socio."
Nelson Mandela
Ciudad del Cabo, Sudáfrica.- La primera impresión que tengo de Sudáfrica es una combinación de infraestructura de primer mundo con algunas barriadas de tercer mundo. No en balde este es un país que hasta 1994 estaba realmente dividido en dos: uno para los blancos, que con 9 por ciento de la población total alcanzaban un nivel de vida equivalente al de una nación desarrollada, y otro para el resto, negro y mestizo, con enormes niveles de pobreza.
La República de Sudáfrica tiene hoy un Producto Interno Bruto nominal per cápita de 5,824 dólares (2009), lo cual la coloca en el lugar 73 de la lista de 180 del Fondo Monetario Internacional. México ocupa el lugar 61, con 8,135 de dólares, 39.7 por ciento más que Sudáfrica. Si bien algunos países pequeños del África subsahariana, como Guinea Ecuatorial, Gabón, Mauricio y Botswana, tienen un PIB per cápita mayor, usualmente por su abundancia de recursos minerales, la economía de Sudáfrica es la mayor del subcontinente y la que presenta un mayor desarrollo relativo.
Con el fin del Apartheid en 1994, el Gobierno ha aplicado medidas que promueven mejores oportunidades para la población negra y mestiza. La decisión es éticamente correcta, pero se corría el riesgo de matar a la gallina de los huevos de oro.
Hasta este momento el Consejo Nacional Africano en el poder ha mantenido un sistema económico de libre empresa, a pesar de la ideología comunista de algunos de sus militantes, al cual se han añadido programas sociales de redistribución y medidas de discriminación positiva, como las que favorecen a empresas propiedad de negros en la asignación de obra pública. Ha surgido así una clase media e incluso empresarial negra, pero hasta el momento no ha habido una mejoría en la desigual distribución de la riqueza.
Los primeros años del nuevo sistema han sido positivos. En los últimos tiempos del Apartheid la economía sudafricana sufrió un estancamiento como consecuencia del bloqueo internacional aplicado por las políticas racistas, pero entre 1999 y 2007 registró su período de expansión más prolongado en la historia. Entre 2004 y 2007, de hecho, tuvo tasas de crecimiento superiores al 5 por ciento anual. Estos resultados se lograron con medidas de apertura al comercio exterior y de reducción del déficit de presupuesto que sorprendieron en un país que se esperaba diera un giro al populismo. A partir de 2008, sin embargo, la economía sudafricana ha sufrido los efectos de la recesión internacional.
La destitución o retiro de muchos funcionarios y burócratas blancos para abrir las puertas a negros o mestizos ha producido un servicio civil menos capacitado y más corrupto. La falta de inversión y las tarifas artificialmente bajas han provocado, por otra parte, que la oferta de electricidad, en manos de un monopolio gubernamental llamado Eskom, alcance niveles críticos ante el crecimiento de la demanda.
El principal problema de Sudáfrica en la actualidad es la violencia. El país tiene índices de homicidio, robo y violación que se encuentran entre los más elevados del mundo. Su tasa de desempleo, de 25 por ciento, es también una de las mayores.
Si bien Sudáfrica es la envidia de muchos países del subcontinente por su nivel de desarrollo, la violencia es un síntoma de malestar. Las encuestas señalan que muchos sudafricanos -negros o blancos- sueñan con salir del país. Los políticos esperan que la Copa del Mundo genere un mayor orgullo de los sudafricanos por su nación.
La mayoría de los ministros de la Suprema Corte parecen inclinados a rechazar el dictamen del ministro Arturo Zaldívar que convierte al tribunal en "guardián moral supremo" o "tribunal de conciencia" de México. La decisión es legalmente correcta, pero generará nuevos cuestionamientos a quienes esperaban que la Corte se convirtiera en un Ministerio Público excepcional.
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