Mañana terminan los primeros diez años del siglo XXI, pareciera hace poco tiempo, cuando los catastrofistas hablaban de la nueva centuria y de la proximidad del fin del mundo; nada sucedió, más allá de los hechos provocados por nuestra propia condición humana.
El tiempo es concepto inventado por nosotros; útil para medir lapsos entre una promesa o un acontecimiento esperado; medición de la espera del arribo de un hecho que nos puede provocar felicidad -nacimiento de un bebé- o tristeza -desenlace fatal de un enfermo terminal-.
Desde luego que nos sirve para saber qué tan viejos somos o en qué momento tenemos derechos -frecuentemente olvidamos las responsabilidades- como mayores de edad.
Sin embargo, el tiempo, medido en segundos, minutos, días o años, nos lleva a lo que conocemos como "año nuevo"; oportunidad de reflexionar y hacer sumas y restas de lo acontecido.
Así, podemos sumar los muchos días que gozamos de buena salud, -aún con algún pequeño resfriado o diarrea- o los instantes de felicidad alcanzada o los éxitos familiares y personales.
También nos sirve para restar los días de malos momentos: el dolor por enfermedad, nuestra o de un ser querido; la muerte de algún familiar y, en general, el dolor físico o psíquico padecido en ese lapso. Tal vez, las semanas o meses que se han vivido con el temor de perder la vida o sufrir las consecuencias de la inseguridad.
Si habremos de elegir para la reflexión de este fin de año, lo invito a tomar la felicidad vivida en eventos que nos alimentan al cuerpo y espíritu, especialmente para dejar brotar renuevos de fe en los seres humanos que nos rodean ...y en Dios.
Indudablemente que es tiempo para analizar lo sembrado en el pasado, viendo al futuro con responsabilidad y disfrutar la felicidad del ahora.
Es costumbre pensar y planear en cómo mejorar y hasta vencer los malos hábitos; reconocer lo bien hecho y los logros obtenidos, sabiendo en dónde fincamos el éxito para repetirlo y de ser posible agrandarlo.
Llega el momento de reflexionar sobre la vida que queremos para nosotros y nuestros cercanos a lo largo de 2011 y yo les invito a romper con los fatalistas y catastrofistas que nos auguran tiempos de estrechez económica, inseguridad y dificultades para seguir adelante con nuestras vidas. Sé que ya habrá recibido usted algunos de esos mensajes negativos que solamente son útiles para derrumbar al ánimo.
Lo invito a que pensemos positivamente y busquemos cómo ser más felices, empezando por romper con el temor; lo primero, positivo para el ánimo, siendo lo segundo, negativo y destructor.
La tradición, también nos marca el tiempo para hacer buenos propósitos: generalmente adelgazar, dejar de fumar o evitar descuidar a la familia y el trabajo.
Le pido reflexione sobre todo lo bueno recibido y qué hacer para que esos beneficios se multipliquen en el año por llegar.
Le doy algunas ideas para trabajarlas, solo o acompañado:
Ante todo, comprenda el daño que le hacen los impulsores del negativismo; esos que todo lo ven mal y más oscuro con el paso de los días y las semanas: rompa con ellos y no se deje influenciar.
Habremos de buscar ser más felices, venciendo retos y vicisitudes, entendiendo que la verdadera felicidad está en la realización como ser humano, más que en comprar, tener y pretender dominar.
Le recuerdo que hacer el mal no es elección de la persona libre que busca alcanzar la realización.
Elija entre las muchas virtudes que describen lo positivo del ser humano y trate de practicar alguna de ellas, la que más le acomode; por ejemplo: perdonar de verdad, uno de los más ricos alimentos espirituales.
Busque aquellos resentimientos que ha cargado durante todo el año, tal vez de mucho tiempo atrás.
Con la ayuda de la ecuanimidad que dan los días trascurridos, piense en los sentimientos negativos que le dejan y lo positivo que ha dejado de disfrutar. Cambiarlo sería un muy buen propósito.
Recuerde y redescubra las actividades que le dejaron buenas sensaciones; tal vez las reuniones con amigos o la búsqueda de aquel viejo condiscípulo de la escuela o camarada de café.
Retome valores familiares, como: compartir el pan y la sal con todos ellos.
Ojalá que encuentre un poco de tiempo para enriquecerse, participando de la acción social y solidaria en alguna ONG, que en La Laguna tenemos de todo tipo; aquella que más se acomoda a su sentido de filantropía. Le garantizo una satisfacción altamente enriquecedora.
Como esas ideas, deseo sembrarle propósitos constructivos; sé hay otras muchas ideas que, sin duda, pueden acomodarse mejor a sus necesidades de sentirse útil social y familiarmente: ¡Vivo!
Deseo encuentre muchas respuestas a sus preguntas y mucha felicidad en 2011, que ya llega.
Ydarwich@ual.mx