Las lágrimas no se hicieron esperar en el dugout de los Yanquis de Nueva York después de la derrota ante Rangers. (Fotografías de AP)
Lloran en Nueva York, también en Texas. La diferencia es que en el sur es porque están felices, y es que por eso también se alborotan las lágrimas. No es para menos, los Rangers se levantaron como campeones de la Liga Americana y jugarán su primera Serie Mundial, luego de eliminar a los Yanquis con el beisbol que le ha dado cuerpo a la historia de la novena neoyorquina: el de los grandes toletazos en el momento justo para tronar la fe rival.
Ha caído el campeón. Habrá nuevo monarca de las Grandes Ligas y los aficionados tejanos quieren seguir la fiesta. La victoria de los Rangers fue una combinación de todos los elementos que hacen a un equipo jugar buen beisbol. Desde la lomita, Colby Lewis mantuvo a raya a los bateadores yanquis. Por supuesto que tuvo el respaldo de su cuadro con jugadas de enorme calidad como la atrapada del parador en corto, Andrus, a contacto de Alex Rodríguez que parecía se iría de hit.
A eso se sumó la gran quinta entrada que tuvo la ofensiva tejana, en la que anotó cuatro carreras para llegar a las cinco, luego de que en el primer inning el propio Andrus anotara tras elevado de Guerrero.
En ese enorme quinto rollo el bat de Vladimir volvió a producir con un doblete para que Moreland y Hamilton llegaran a la registradora. Momentos después Nelson Cruz (quien era duda para este partido por una supuesta lesión en la corva derecha) conectó jonrón de dos carreras.
Antes Rodríguez había anotado la de la igualada momentánea por los Yanquis en una jugada polémica, cuando Lewis hizo un lanzamiento que botó y le pegó al bateador Nick Swisher en la espinilla. La pelota rebotó hacia la barrera atrás del receptor y A-Rod llegó al plato cuando la jugada solamente ameritaba que el bateador se fuera a la primera base.
Nada de lo que la novena tejana no pudiera reponerse. A diferencia del pitcheo de Nueva York (que era reventado a pesar de los cambios que mandaba el manager Joe Girardi), Lewis se mantuvo implacable en el centro del diamante para los Rangers. El derecho realizó una gran labor con pelota de ocho entradas, en las que permitió tres hits y una carrera, pero en las que ponchó a siete para no dar respiro a sus rivales.
Todavía en la parte baja de la octava entrada, Michael Young incrementó la ventaja de la escuadra local tras un fly de sacrificio de Ian Kinsler al jardín izquierdo. Ese fue el golpe final para unos Yanquis que no supieron responder ante el hambre de triunfo y el buen beisbol que ha practicado Texas a lo largo de la postemporada, que le han dado el boleto a la primera Serie Mundial de su historia.
No hubo necesidad de un séptimo juego, tampoco de que Cliff Lee volviera apabullar a Nueva York. Para eso estuvo Lewis, quien guió a los Rangers y abrió el camino para que Neftali Feliz terminara la obra con un relevo perfecto. Ahora los tejanos tendrán la oportunidad de pelear por el cetro de las Grandes Ligas, en espera del rival de la Liga Nacional. No más Yanquis. No más campeón.
Oswalt tiene otra oportunidad
Roy Oswalt ya está en casa, listo para lanzar como abridor en un estadio donde nunca ha perdido.
De vuelta en una misión conocida luego de una infructuosa participación como relevista, Oswalt recibe la pelota para el sexto partido del sábado en que los Filis intentarán empatar con San Francisco la serie por el campeonato de la Liga Nacional.
Oswalt dominó a los Gigantes en el juego dos, pero se llevó la derrota cuando salió del bullpen y le permitió al dominicano Juan Uribe en la novena entrada el elevado de sacrificio que puso fin al quinto encuentro.
Roy Halladay contribuyó a que los Filis evitaran la eliminación con una valiente actuación al sobreponerse de un tirón en la ingle y retornar la serie a Filadelfia con los Gigantes al frente por 3-2.
Ahora es el turno de Oswalt.